¿Y si la guerra comercial de Donald Trump al final favorece a China? / Análisis de Mauricio Vargas

hace 1 mes 36

Las duras tarifas arancelarias impuestas por el presidente Donald Trump sobre los productos que llegan de China a Estados Unidos van a golpear de manera muy fuerte la economía del gigante asiático. En 2024, el 30 por ciento del crecimiento del PIB chino se originó en sus exportaciones, 45 por ciento de las cuales resultan afectadas por las medidas de Trump, que, según cálculos del Peterson Institut por International Economics, implican un gravamen promedio de 76 por ciento a las ventas chinas a Estados Unidos: un verdadero mazazo.

“Cualquier proyección que China hubiese hecho del crecimiento de su PIB en 2025, debe recortarlo entre un tercio y la mitad, como lo demuestra el derrumbe de su propio mercado bursátil hoy”, le dijo el lunes a EL TIEMPO un asesor económico de la Unión Europea, basado en Bruselas. “Pero esa es solo una cara de la moneda –anotó la fuente– porque Pekín sabe que, si bien tiene que aguantar ahora un duro golpe económico, la oportunidad política que le abre la agresividad de Trump contra sus históricos socios europeos, y contra tradicionales aliados en Asia y en América Latina, es gigantesca”.

La guerra tarifaria de Trump podría socavar completamente el rol de Estados Unidos en el mantenimiento del orden liberal en el mundo (...). Y eso va a contribuir mucho a la realización de los objetivos de Xi

Steve Tsang
POLITÓLOGO DE LA UNIVERSIDAD DE LONDRES

El gobierno del presidente Xi Jinping comenzó a moverse desde cuando Trump impuso la primera tanda de aranceles a inicios del mes pasado. Pekín activó intensos contactos con los líderes de la Unión Europea, en Bruselas, así como con Japón, Corea del Sur y varios países del sudeste asiático, y se prepara a lanzar una ofensiva diplomática y de cooperación para entrar a financiar muchos proyectos sociales en África, Asia y América Latina, que Washington abandonó con el desmonte de la agencia Usaid.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Foto:Fotomontaje a partir de imágenes de iStock y EFE

Si el alza arancelaria de Trump se hubiese concentrado en China, todo sería distinto. Pero como se extendió a casi todo el planeta –con la notable excepción de la Rusia de Vladimir Putin, cuyas ventas de cerca de 5.000 millones de dólares al año a Estados Unidos no fueron gravadas–, la diplomacia política, comercial y de cooperación de Pekín puede aprovechar ahora que decenas de países han dejado de ver a Washington como un socio confiable.

La administración Trump ha insistido en que su objetivo estratégico es debilitar a China. Pero al incluir a Taiwán, la isla que quiere mantenerse independiente de Pekín, entre los afectados por los nuevos aranceles, justo cuando los chinos realizan maniobras militares de bloqueo a ese territorio que reclaman como propio, el mensaje de Washington es que la libertad de los taiwaneses no es una de sus grandes preocupaciones.

Los líderes chinos se toman su tiempo y analizan todo con gran frialdad, lo que contrasta con la emotividad que evidencian las declaraciones de Trump y sus colaboradores. A la cabeza de un régimen autoritario, Xi no está expuesto a elecciones ni debe preocuparse demasiado por los vaivenes de la opinión pública. Por eso puede aguantar mejor la mala hora económica, mientras que si, como lo temen muchos expertos de Wall Street, Estados Unidos se acerca a una recesión, Trump estará pronto en graves problemas políticos.

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Collage de Xi Jinping y Donald Trump. Foto:Archivo El Tiempo/ Agencias

Los acercamientos que ya han tenido China y Europa

“La guerra tarifaria de Trump podría socavar completamente el rol de Estados Unidos en el mantenimiento del orden liberal en el mundo”, le dijo hace pocos días Steve Tsang, politólogo de la Universidad de Londres, al semanario francés L’Express. “Y eso va a contribuir mucho a la realización de los objetivos de Xi (...), para quien los beneficios políticos se impondrán sobre los costos económicos”, agregó el catedrático. Xi –sentenció– “terminará agradeciéndole a Trump”.

A medida que se sucedieron los anuncios de guerra comercial de Washington contra casi todos los países, la diplomacia china se desplegó en varios frentes, incluida la Unión Europea. Tras varios años de roces comerciales entre Bruselas y Pekín, el tono ha cambiado en estas semanas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha dicho en dos ocasiones que la UE debe profundizar “los lazos comerciales y de inversión” e incluso “alcanzar nuevos acuerdos” con China. Y el Parlamento Europeo autorizó, por primera vez tras dos años de veto, el viaje de una delegación de diputados a Pekín.

Corea del Sur, Japón y China ya acordaron acelerar sus discusiones en procura de un acuerdo de libre comercio

En marzo, el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Guo Jiakun, declaró que su Gobierno otorga “una gran importancia a su relación con la UE, a la que considera un socio estratégico global”. Entre tanto, el enviado especial de China para asuntos europeos, Lu Shaye, echó sal en la herida de la relación entre Washington y Bruselas. Citado por el diario español El Mundo, Lu declaró: “Cuando observas cómo la administración Trump ha implementado una política descarada y dominante hacia Europa, tratando a sus aliados de esta manera, honestamente, desde una perspectiva europea, es bastante espantoso”.

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Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Foto:Archivo EL TIEMPO/COLLAGE

No será fácil avanzar en una mejora de la relación entre Europa y China, pues varios de los 27 gobiernos de la UE comparten dudas tanto económicas como políticas. Entre las primeras, inquieta al Viejo Continente que China salga a venderles barato lo que ya no puede exportar fácil a Estados Unidos, causándoles daño a industrias europeas como la automotriz. Y en cuanto a las segundas, el apoyo de Pekín a Putin tras la invasión a Ucrania también es causa de desconfianza.

Lo primero puede comenzar a resolverse vía negociación, de modo que varios contenciosos comerciales acumulados encuentren una salida en esta nueva coyuntura donde los dos se necesitan. En lo político, Pekín acaba de hacer un interesante guiño. El Ministerio de Exteriores chino expresó hace pocos días que la UE debe “participar activamente” en un eventual acuerdo de paz en Ucrania, lo que contrasta con el desprecio de Trump y de su vicepresidente, J. D. Vance, frente al papel de los europeos en ese asunto.

A mediados de marzo, el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, apostó por un “trabajo conjunto” de su país y la UE para mejorar y consolidar las relaciones comerciales. “China ofrece oportunidades, no amenazas”, dijo hace poco Ou Shi, un analista conocido en los medios de Pekín y cuyas posturas suelen identificarse con las del Gobierno. En mayo, con ocasión de los 50 años del establecimiento de relaciones entre Bruselas y Pekín, habrá una cumbre de los dos bloques, y será entonces cuando se empiece a aclarar qué tanto es posible acercar posiciones.

Pero China también está moviendo fichas en su propio continente. Como informaba hace pocos días el semanario francés L’Express, “Corea del Sur, Japón y China ya acordaron acelerar sus discusiones en procura de un acuerdo de libre comercio”. Además, el presidente Xi visitará Hanói para profundizar los lazos comerciales con Vietnam, país que por décadas desconfió de China, pero que, al resultar golpeado por los aranceles de Trump, luce más dispuesto a acercarse a su vecino. La gira de Xi se extenderá a otros países de la zona, como Malasia y Camboya.

Montaje con fotos de AFP

Las bolsas cayeron tras tensión comercial entre Estados Unidos y China. Foto:Montaje con fotos de AFP

Mientras estos acercamientos avanzan, la economía mundial se sigue sacudiendo por la guerra comercial abierta por Trump. Las bolsas asiáticas cayeron con fuerza, entre 6 por ciento y 13 por ciento, el lunes, y lo mismo ocurrió con las europeas, aunque en menor medida, entre 3 por ciento y 6 por ciento. Infructuosos resultaban los esfuerzos de voceros de la Casa Blanca y de la Secretaría del Tesoro, por tranquilizar a los mercados, invitando a los inversionistas a no vender.

Hará falta mucho más que la ironía de Navarro para frenar las críticas, a las que el lunes se unieron respetados gurús de Wall Street como Bill Ackman, quien apoyó el año pasado la campaña de Trump. Ackman, cabeza del fondo Pershing Square, alertó contra “un autoinfligido invierno nuclear económico” por las medidas del Gobierno

La semana pasada, el índice Dow Jones perdió un 7,9 por ciento; el S&P, un 9 por ciento, y Nasdaq, un 10 por ciento, como resultados del alza de aranceles. Pero el lunes, cuando entraron en vigor las subidas con que China respondió (34 por ciento para las exportaciones de Estados Unidos hacia el mercado del gigante asiático), y tras el bajonazo de las bolsas de Asia y Europa, Nueva York abrió a la baja, y luego se movió de manera nerviosa e inestable, siempre en terreno negativo.

Cinco sectores estadounidenses lucen en grave riesgo por el alza de aranceles con que respondió China: los productores agrícolas –en especial los de soya, que exportan a ese país 18.000 millones de dólares al año–, automóviles y autopartes, aeronaves y componentes de aviación, semiconductores y productos químicos.

Los mercados estadounidenses, cuyo índice de volatilidad VIX, conocido como ‘índice del miedo’, saltó en la apertura del lunes de 20 a 58 puntos –un nivel que no se veía desde la pandemia–, temen que el país caiga en la peligrosa mezcla de inflación con recesión, un riesgo que advirtió a inicios de semana el presidente del banco JP Morgan, James Dimon. La inflación se daría por el alza de precios de los productos importados fuertemente gravados, y la recesión, porque el agro y la industria de exportación frenarían por el alza de las tarifas aduaneras que otros países están imponiendo como retaliación.

El fin de semana, el hasta hace poco alter ego de Trump, el multimillonario Elon Musk, cuya firma de carros eléctricos Tesla ha perdido más de un cuarto de su valor por el derrumbe accionario, se apartó del discurso de la Casa Blanca y abogó por el libre comercio y por “una asociación muy estrecha” entre Estados Unidos y Europa, para llegar a “una situación de aranceles cero”. El asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, le respondió en forma despectiva: “Él es un fabricante de vehículos”.

Hará falta mucho más que la ironía de Navarro para frenar las críticas, a las que el lunes se unieron respetados gurús de Wall Street como Bill Ackman, quien apoyó el año pasado la campaña de Trump. Ackman, cabeza del fondo Pershing Square, alertó contra “un autoinfligido invierno nuclear económico” por las medidas del Gobierno. Todo esto mientras China, golpeada por el alza arancelaria a sus productos, espera con paciencia que Trump se estrelle contra la realidad o que, asustado, haga reversa, mientras Pekín aprovecha la coyuntura para aumentar su influencia en el mundo.

MAURICIO VARGAS

ANALISTA

EL TIEMPO

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