Eduard Fernando Casallas Iguavita tenía 28 años, una vida llena de sueños y un futuro prometedor por delante. Había encontrado en Kelyn Angélica Guiza Torres no solo una pareja, sino una compañera de aventuras.
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Desde que se conocieron, compartían el mismo deseo de recorrer el mundo, de conocer nuevos lugares, de sumergirse en cada paisaje como si fuera el último.
Aquella conexión especial los llevó a planear un viaje a Santa Marta, donde los dos, amantes del mar, se proponían disfrutar de unas vacaciones inolvidables. Lo que no sabían es que aquel viaje, el que tanto habían esperado, se convertiría en el último para uno de ellos.
El dolor de su madre
Blanca Iguavita, madre de Eduard, aún lucha por encontrar las palabras en medio de su dolor. "Era mi hijo menor, un muchacho sano, sin vicios, lleno de vida", cuenta entre lágrimas.
Era mi hijo menor, un muchacho sano, sin vicios, lleno de vida
Desde Bogotá, donde era oriundo, Eduard trabajaba a distancia para una empresa de carga en Estados Unidos. Era ingeniero electromecánico, una carrera que le permitió construir una vida estable, dedicada a su trabajo, su familia y, en los últimos años, a su pasión por los viajes. Santa Marta era solo un destino más en la lista de aquellos lugares que deseaba conocer con Kelyn.
La emoción de Eduard por este nuevo viaje era evidente. Su madre recuerda cómo hablaba del Parque Tayrona, de las playas que no podía esperar para descubrir junto a su novia.
Cada detalle del viaje había sido planeado con cuidado, como si fuese una aventura más, una de tantas. Pero el destino les tenía preparado un giro inesperado.
Incendio arrasó con apartamento
Lo que debió ser una simple rutina, encender el microondas, terminó en un desastre. Según las primeras versiones, una fuga de gas provocó una explosión repentina que lo cambió todo en un abrir y cerrar de ojos.
Kelyn, aún hospitalizada en una clínica de quemados en Barranquilla, recuerda con dolor la rapidez con la que sucedió todo. "Fue tan rápido, apenas entendimos lo que pasaba", ha relatado a su familia.
Eduard, pensando en ella, rompió una ventana y la ayudó a escapar. No importaba que estuvieran en un segundo piso, lo único que pensaba era salvarla. Kelyn cayó desde la ventana, y Eduard, poco después, hizo lo mismo. Pero el daño ya estaba hecho. Las llamas lo habían alcanzado.
La presunta negligencia médica
Ambos quedaron heridos en la calle, esperando ayuda que parecía no llegar nunca. La ambulancia que fue llamada de inmediato no apareció, y los minutos se hicieron eternos. Las heridas de Eduard eran graves, quemaduras que cubrían más del 80% de su cuerpo, y aunque luchó con todas sus fuerzas, la espera fue demasiado larga.
Carlos Casallas, el hermano mayor de Eduard, no puede contener la rabia cuando habla de lo que ocurrió después.
Mientras Kelyn por tener salud prepagada fue trasladada rápidamente a Barranquilla, Eduard fue atendido en una clínica en Santa Marta, que no tenía los equipos ni los conocimientos para tratar a una persona en su estado.
"Mi hermano estaba más grave, y aun así la EPS no ordenó su remisión oportuna. Perdieron tiempo valioso, tiempo que pudo haberle salvado la vida", denuncia Carlos, con el dolor y la impotencia de quien ha perdido a un ser querido por negligencia.
La lucha de Eduard por vivir fue intensa, tanto como lo fue su vida. A pesar de sus ganas, su cuerpo no resistió.
Su traslado a Barranquilla llegó solo hasta el miércoles en la madrugada, demasiado tarde, según los propios médicos que lo recibieron en la unidad de quemados. El sábado por la mañana, su familia recibió la noticia que temían: Eduard había fallecido.
Murió como un héroe
Hoy, su madre Blanca, sus hermanos y todos aquellos que lo conocieron, intentan encontrar consuelo en medio del dolor.
Blanca recuerda a su hijo como un joven noble, trabajador y generoso, alguien que, sin pensarlo, dio su vida por la mujer que amaba.
"Siempre fue así, siempre pensaba en los demás primero", dice, mientras sus lágrimas caen, incontrolables.
Eduard Casallas era el menor de cinco hermanos, un joven con una carrera sólida, pero sobre todo, con una vida llena de sueños.
“No tomaba, no fumaba. Era muy sano y alegre. Compartía los gustos y personalidad con su novia. Por eso no es justo este final tan cruel para él”, lamenta su hermano Carlos.
Nadie en su familia imaginó que el viaje que tanto había anhelado terminaría así, en una tragedia que dejó marcados a todos.
Las vacaciones soñadas se convirtieron en una pesadilla. Hoy, el mar que tanto amaba queda como un triste recuerdo de lo que pudo ser. Pero su sacrificio, su valentía y su amor perduran en la memoria de quienes lo conocieron.
Eduard se ha ido, pero su acto heroico, ese último gesto de amor por salvar a Kelyn, será recordado siempre. Este lunes, familiares y amigos le darán el último adiós en la ciudad de Bogotá.
Por Roger Urieles
Para EL TIEMPO Santa Marta
En X: @rogeruv