No son pocos los que aseguran que Sting ‘flota’ sobre los demás mortales. De hecho, señalan algo de ello como motivo de la ruptura, en 1984, de The Police, la agrupación rock de los años 70 y principios de los 80 por la cual lo ama la mitad de su público (la otra mitad, por los álbumes conceptuales y sofisticados que entregó a partir de 1985). No al nivel tóxico de otros británicos célebres, como el irascible Ginger Baker, considerado en su momento el mejor baterista del mundo, pero lo suficiente para crear un mito alrededor de su ego.
“Una vez conocí a Sting y juro por Dios que se tiró un pedo delante de mí –cuenta el doctor en astrofísica Teddy Oglethorpe, un personaje ficticio de la película 'Don’t look up' (Adam McKay, 2021)–. No interrumpió el contacto visual y ni siquiera se disculpó. Y el asunto es que se salió con la suya porque, aún así, me pareció encantador”.
Semejante retrato de su personalidad, que se replica en otros productos culturales del cine y la televisión, no tiene la capacidad de romper el hechizo que enmarca a Gordon Matthew Sumner, Sting, el músico de 73 años que vuelve hoy a Bogotá, esta vez en formato banda con su espectáculo ‘Sting 3.0’. Con esta propuesta, sus fanáticos sienten que será más parecido al sonido de The Police.
“La cosa con Sting es que es arrogante, testarudo, hipócrita y pretencioso, ¿o no?”, se preguntaba hace 13 años la periodista Elizabeth Day, de The Guardian, quien lo visitó en Francia durante su gira ‘Symphonicity’ (2011) y pudo notar que todo parece ser una fabricación cultural: “Cinco minutos después, Sting ya ha demolido el mito de comer frijoles mungo y ser la respuesta de la música pop al Dalai Lama. Lo siguiente que descubriré es que está harto del sexo tántrico”.
La cosa con Sting es que es arrogante, testarudo, hipócrita y pretencioso, ¿o no?”
Elizabeth Day, de The Guardiandel diario The Guardian
¿Es realmente Sumner tan engreído como dicen o es un personaje elaborado? Por ejemplo, en la comedia 'Only murders in the building', en la que se caracteriza a sí mismo en escenas hilarantes, una de ellas en un ascensor junto al actor Martin Short, en la que el músico deja entrever su fastidio al perro de su vecino, que le huele la pierna: “¡Contrólalo!”, le dice, a lo que Short responde: “Perdona, es que Winnie es tu mayor fanática”. Sting le responde: “¡No me gustan los perros!”, pero Short le pregunta, intrigado: “¿No tienes un perro?” Y Sting le aclara –mientras evita mirarlo–: “Tengo un perro… y tampoco me gusta”.
El pasaje es apenas un abrebocas para insinuar en esa comedia que Sting podría ser el principal sospechoso de un crimen en el edificio Arconia y que su éxito 'Every breath you take' no es una canción romántica, sino la confesión acosadora de un asesino. Solo Sting podría burlarse de sí mismo con tal humor negro.
Cancionero incómodo
El tema con 'Every breath you take' es que fue, desde 1983 con The Police, un éxito dedicado por décadas entre enamorados hasta que el despertar feminista empezó a evidenciar la impertinencia de su letra: “Cada respiro que tomes, cada movimiento que hagas, cada vínculo que rompas, cada paso que des, te estaré observando (…) ¿No puedes ver que me perteneces?” … La cosa no supera los filtros de la cultura woke ni de cerca.
Paradójicamente, otra canción problemática de su catálogo es otro éxito de The Police: 'Don’t stand so close to me', que traduce “no estés tan cerca de mí” y que cuenta la historia de un profesor que evita las tentaciones de una alumna de colegio que tiene la mitad de su edad.
No es un detalle menor que Sumner fue profesor por dos años en la escuela St. Paul de Cramlington antes de 1974, aunque sobre este tema ha dicho en varias ocasiones que no era una canción biográfica; pero para calmar las aguas, decidió no volver a cantarla (lo hace brevemente en 'Only murders in the building').
Hablando de historia, el artista nació en la población minera de Wallsend, en el noreste de Inglaterra, reconocida también por ser una ciudad constructora de barcos tipo crucero. Este entorno marcó tanto a Sting que llevó esa historia a un musical titulado 'The last ship' en 2013.
Precisamente, su música ha sido también un canal político. En 1985, en su álbum debut en solitario, incluyó la canción Russians, en la que hace referencias al comunismo, a la Guerra Fría y a la necesidad del desarme nuclear. En su letra incluye la frase 'We will bury you', que es una cita de Nikita Khrushchev.
En el mismo álbum también estaba presente 'We work the black seam', que era una oda a los trabajadores de las minas de Wallsend y, en general, a los mineros que entraron en huelga en el Reino Unido.
Aguijón entre Londres y Nueva York
Mientras las canciones de su carrera solista se caracterizan por la forma en que la voz se integra a la armonía, casi como un instrumento más, el repertorio de The Police es el de una banda de rock, con Sting como frontman -el hombre líder al frente-. Más exactamente, la fórmula de un ‘power trío’.
Por eso, la construcción de la gira ‘Sting 3.0’ es un retorno a esa dinámica: Sting toma el bajo y salta al escenario junto al guitarrista Dominic Miller y el baterista Chris Maas, como lo hacía antes con Andy Summers y Stewart Copeland.
El sonido de The Police, que se estableció hacia 1978 con el álbum 'Outlandos d’amour', era una fina mezcla de las raíces jazz de Summers –quien además ya había vivido el cierre psicodélico de los años 60 con The New Animals, pero también había sido apoyo sonoro de Neil Sedaka– y Copeland, que le pertenecía más al rock progresivo. Sting traía, por su parte, influencias del jazz. Pero se juntaron en medio de una Londres que estaba envuelta en el punk de los Sex Pistols y The Clash, ambas bandas muy lejanas de cualquier intención de sobriedad: la Londres de ganchos nodriza en orejas y chaquetas, pero también la del desencanto por una sociedad industrializada en la que el desempleo iba en crecimiento.
Sin embargo, empezaba a extenderse también el new wave, una ola sonora que tenía un pie en el pop y otro en las herencias del punk y el rock progresivo.
Ese sonido, mezcla de las exploraciones en otros géneros, creó a The Police. Pero por eso mismo, su aparición en el Reino Unido no estuvo marcada por el éxito inmediato. Fue una gira a Estados Unidos la que impulsó su carrera y la convirtió en una de las primeras bandas “de estadio”, es decir, que sus espectáculos ya no cabían en los escenarios convencionales, sino que empezaron a ser fichados para tocar en estadios.
La vida de The Police fue breve: de 1977 a 1986, aunque es un periodo tan corto como el que tuvieron los Beatles para hacer historia.
De la primera mitad, en los años 70, son éxitos como 'Roxanne', 'So lonely', 'Can’t stand losing you', 'Hole in my life', 'Message in a bottle', 'Walking on the moon', 'Reggatta de blanc', 'The bed’s too big without you', 'De Do Do Do De Da Da Da' o 'Don’t stand so close to me'.
Luego vendría la etapa de los años 80, con solo dos discos, pero éxitos como 'Every little thing she does is magic', 'Invisible sun', 'Demolition man', 'Spirits in the material world', 'Tea in the Sahara', 'Wrapped around your finger', 'Synchronicity I y II' y la mentada 'Every breath you take'.
Gran parte de este repertorio hará parte del concierto de este domingo en Bogotá.
Estos últimos dos álbumes de The Police definieron gran parte de la línea que seguiría Sting en solitario, una carrera que ya suma 15 álbumes, entre el pop y el 'world music', con experimentos como 'Desert rose', que grabó con la cantante argelina Cheb Mami, o con el violinista taiwanés Ray Chen.
También, en su momento, duetos muy singulares como un álbum completo junto a Shaggy, que fue el que lo trajo a Bogotá en 2018, con la gira ‘44/876’. La primera vez que vino fue en 2010, en una de las fechas del concierto múltiple ‘Buchanan’s forever’.
Ese, el Sting prolífico, quien no ha perdido su nivel ni ese reconocimiento mundial, estará hoy en el Movistar Arena de Bogotá.
CARLOS SOLANO
EL TIEMPO