Este martes, mientras se dirigía a los israelíes a través de una alocución televisiva para hablar del alto al fuego con Hezbolá en el Líbano, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, hizo una lista de los logros que el ejército había logrado en los frentes de batalla, destacando los duros golpes asestados, precisamente, a la cúpula de la milicia chií proiraní.
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Los logros son indiscutibles y superan en gran medida lo que se pensaba que se conseguiría, pero para no pocos israelíes no son suficientes como para justificar ahora un alto el fuego.
Las críticas principales vienen de parte de los jefes de consejos locales y municipalidades en el norte del Estado hebreo, especialmente en la zona llamada “línea de enfrentamiento”, los distritos que tienen poblados pegados a la frontera con Líbano y que fueron por ende los más atacados en los últimos casi 14 meses por los misiles, cohetes y drones lanzados por Hezbolá desde Líbano hacia territorio israelí.
David Azulai, jefe del consejo local Metula, uno de los pueblos más dañados por los ataques que destruyeron gran cantidad de casas, está furioso.
“Esto es un acuerdo de rendición, inaceptable. El ejército hizo un trabajo impresionante, pero el gobierno no está a su altura y cede ahora en lugar de imponer una nueva realidad”, dijo en una entrevista al canal N12 de la televisión israelí.
Esto es un acuerdo de rendición, inaceptable. El ejército hizo un trabajo impresionante, pero el gobierno no está a su altura y cede ahora en lugar de imponer una nueva realidad
Azulai, que meses atrás aún sonaba optimista al ser entrevistado por los medios israelíes y sostenía que el norte se reconstruirá y volverá a ser una perla del país, no entiende cómo es que Israel aceptó algo que sea menos que la destrucción de Hezbolá.
“También los libaneses quieren eso para vivir con normalidad”, asegura. “Pero con esto, es sólo cuestión de tiempo hasta que las cosas vuelvan a estallar”.
También el teniente coronel retirado Gidi Harari, ex oficial de inteligencia y residente en el norte del país, cree que habrá otras guerras y que el acuerdo logrado no es el comienzo de la paz.
“La agenda de Hezbolá no cambia y la de Irán tampoco”, sostiene en conversación con EL TIEMPO. “Pero ahora debemos recordar que el declarado objetivo de la guerra no era destruir totalmente a Hezbolá sino terminar con la infraestructura terrorista armada de la primera línea de aldea usadas por Hezbolá para sus planes de atacar la Galilea. Y eso fue logrado indudablemente”.
A nivel personal, en su localidad Shaar Yashuv en el consejo regional Mevoot HaHermon, hubo numerosas alarmas indicando que cohetes estaban en camino.
Claro que saber que no hay que resguardarse alivia, pero lo que cuenta, sostiene, es que, si hay violaciones del acuerdo, Israel responda y no permita que Hezbolá recupere todo su poderío militar.
Los otros relatos de las familias israelíes afectadas por la guerra contra Heszbolá
Tal Lavi vivía hasta el comienzo de la guerra, con su familia, en la localidad Admit, prácticamente pegada a la frontera. Este no sólo fue uno de los numerosos blancos de los cohetes disparados en el último ya más de un año. Habría sido -sin duda- uno de los primeros blancos de ataque de la fuerza Radwan, si Hezbolá hubiera podido concretar el plan de conquista de la Galilea que ya tenía planificado.
Sabiendo claramente que hallaron los soldados israelíes en las aldeas libanesas aledañas a la frontera, Tal Lavi rechaza en forma terminante que se pueda confiar en lo pactado.
“Creo que es una locura. Vivimos a 400 metros de la frontera, estamos en la mirilla de los terroristas, no lo puedo aceptar y así no podré volver con mis hijos”, dice a este diario.
“Nuestro kibutz está ubicado en un sitio del cual para ir a los estudios o al trabajo, hay que viajar en una carretera que es absolutamente espacio abierto, uno está expuesto. No puedo volver así”, acota.
Pero también Tal deja la puerta abierta al regreso. Dado que ella se dedica a un trabajo relacionado al turismo, no puede volver a Admit en una zona en la que todo se ha paralizado y tanto debe ser reconstruido. “Después veremos cómo funciona todo y si se puede regresar”
De fondo está la desconfianza, la convicción que Hezbolá encontrará la oportunidad para reconstruir todo lo que Israel logró neutralizarle y que hará todo el esfuerzo necesario para instalarse en el sur, cerca de la frontera con Israel, a pesar de lo pactado.
Hay también quienes reaccionan con cierta expectativa de que las cosas mejoren, aunque nadie está libre de preocupación.
Luis Blejer, residente en Mitzpe Gilon, quien por su trabajo ha tenido que circular constantemente también pegado a la frontera y ha vivido situaciones dramáticas, comenta que “lo bueno del alto el fuego es que es importante este respiro porque es muy difícil vivir así, todo el tiempo bajo cohetes y amenazas”.
El acuerdo es razonable, obviamente no perfecto” agregando que “la prueba estará en implementación
Por otra parte, también él considera que “seguramente tendremos que luchar nuevamente y entrar al Líbano en uno o dos años”. Con aire casi se resignación llena de dolor, resume: “Parece que el pueblo de Israel está destinado a tener que seguir luchando y a defenderse”.
Y Asaf Orion, experto en el Líbano y seguridad del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, dice a EL TIEMPO que “el acuerdo es razonable, obviamente no perfecto” agregando que “la prueba estará en implementación”.
Analiza que “en las circunstancias actuales , ya más de un año de guerra, desgaste, tantos reservistas reclutados y tantos problemas más, no estoy seguro que se justificaría pagar un precio más alto de un operativo militar más prolongado ni que eso conduciría a un acuerdo mejor”.
En los medios israelíes se han manifestado últimamente numerosos ciudadanos del norte sobre la situación. Nadie tiene confianza en Hezbolá, pero muchos sostienen que volverán a sus casas porque confían sí en lo que logró el ejército en el terreno. La condición de todos es que el gobierno cumpla su promesa de reaccionar con fuerza a cualquier violación del alto el fuego por parte de Hezbolá.
“No se puede permitir que volvamos a tener un monstruo armado del otro lado de la valla fronteriza”, sostienen todos.
JANA BERIS
PARA EL TIEMPO
JERUSALÉN