Estrategia de Trump con Putin: ¿apuesta para debilitar a Rusia y China o remezón geopolítico?

hace 6 horas 11

En el arco de la historia hay cierto tipo de eventos que terminan transformado al mundo de una manera fundamental, a veces en un abrir y cerrar de ojos. Como, por ejemplo, la caída del muro de Berlín en 1989, los atentados terroristas contra Washington y Nueva York en el 2001 y, más recientemente, la irrupción de la pandemia del covid-19 en la primavera del 2020.

La fisura geoestratégica que se abrió esta semana entre Estados Unidos y Europa tras el realineamiento del presidente Donald Trump con la Rusia de Vladimir Putin es, quizá, un punto de inflexión semejante o, al menos, todo indica que así se verá tras el pasar de los años.

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El presidente ruso, Vladímir Putin y el presidente estadounidense Donald Trump. Foto:EFE

Este miércoles, luego de un encuentro de cuatro horas en Arabia Saudí entre el secretario de Estado Marco Rubio y el ministro de relaciones exteriores ruso, Sergei Lavrov, ambos países anunciaron el virtual restablecimiento de sus relaciones diplomáticas, así como el inicio de un “plan” para poner fin a la guerra en Ucrania sin la participación de Kiev o el Viejo Continente, por lo menos en esta primera fase, y la apertura de canales para una nueva era de cooperación económica entre las potencias.

La noticia, que aún está siendo procesada por los líderes del mundo, en especial los europeos, cayó como una bomba al otro lado del Atlántico, donde muchos lo vieron como el comienzo del fin de la arquitectura de seguridad que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y que, desde entonces, había definido al mundo occidental.

Al día siguiente, Trump le echó aún más leña al fuego al emprenderla contra el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, al que responsabilizó por haber desatado la guerra contra Moscú -a pesar de haber sido Rusia la que invadió ilegalmente a Ucrania- y de paso lo llamó un “dictador” acusándolo de haber embarcado a Estados Unidos en un conflicto que le ha costado a su país miles de millones de dólares.

Para echar más sal a la herida, este viernes, Washington se opuso a un borrador redactado por el G7 con motivo del tercer aniversario de la guerra, que se cumple mañana, por no estar de acuerdo en referirse a Rusia como el “agresor”.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en Washington.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en Washington. Foto:AFP

El claro giro estadounidenses a favor del Kremlin dejó en estado de shock a los líderes europeos, que convocaron a una segunda reunión de emergencia para coordinar una postura común frente al desafió existencial que les ha planteado la presidencia de Trump.

Y es que la incertidumbre solo siguió creciendo el viernes cuando se conocieron los detalles de una conversación entre Rubio y diplomáticos europeos en la que el secretario de Estado les insistió que EE. UU. no los estaba abandonado, aclarándoles que las conversaciones con Moscú eran solo un primer paso para determinar si Rusia realmente buscaba un acuerdo para poner fin al conflicto y que, en cualquier caso, Washington no tenía intención de imponerle a Europa o a Ucrania los términos de un acuerdo bilateral con Putin. Más aún, que tampoco había planes de levantar las sanciones que se le impusieron a Moscú tras la invasión y que esta posibilidad solo se consideraría si el Kremlin daba pasos concretos hacia la paz.

Este viernes, Washington se opuso a un borrador redactado por el G7 con motivo del tercer aniversario de la guerra, que se cumple mañana, por no estar de acuerdo en referirse a Rusia como el agresor

Sin embargo, sus palabras no fueron tomadas precisamente como un bálsamo, pues nadie sabe si Rubio, hasta hace poco todo un halcón frente a Rusia, está en la misma página que Trump.

De hecho, los expertos se debaten entre si tras la maniobra del presidente republicano hay una gran apuesta estratégica cuyo fin último es debilitar tanto a Rusia como a China, sus dos grandes rivales, o más bien obedece a una visión reduccionista y aislada del mundo en la que EE. UU. solo vela por sus propios intereses así estos conduzcan al sacrificio de Ucrania y, de paso, de una la alianza histórica con los europeos al propender el empoderamiento de Moscú y con ello la inestabilidad planetaria.

¿Qué ‘línea roja’ cruzó Trump y por qué lo hace?

Un mes antes de que Trump se posesionara, la teoría compartida por Washington y los europeos era que el mundo no podía permanecer impávido ante las ambiciones expansionistas de Rusia, que ya se tomó una quinta parte del territorio ucraniano desde su operación terrestre lanzada el 24 de febrero de 2022 y se había anexado Crimea la década pasada.

Presidente de los EE. UU., Donald Trump.

Presidente de los EE. UU., Donald Trump. Foto:AFP

Ucrania, en cierto sentido, era una “línea roja” de la cual dependía el equilibrio de fuerzas que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y la estabilidad del viejo continente, su principal aliado político, militar y económico.

Entre otras cosas -y ese había sido el eje de la política estadounidense de los últimos 70 años- porque una Europa bajo la amenaza de una Rusia renaciente era un mal negocio para sus propios intereses de seguridad nacional. Visión que, no sobra decirlo, unía tanto a demócratas como republicanos.

Trump ve en Ucrania un conflicto lejano que le ha costado a EE. UU. una fortuna (más de 100.000 mil millones de dólares) y cuyo desenlace no lo afecta directamente

Pero Trump dejó claro desde su primer mandato (2017-2021) y a lo largo de la pasada campaña electoral que no ve el mundo en esos términos.

De acuerdo con Charles M. Kupperman, asesor de seguridad nacional y diputado durante la primera administración del republicano, al presidente lo mueven primordialmente dos factores: uno transaccional y otro personal.

En primer lugar -sostiene Kupperman- “Trump ve en Ucrania un conflicto lejano que le ha costado a EE. UU. una fortuna (más de 100.000 mil millones de dólares) y cuyo desenlace no lo afecta directamente. Siente, además, que es una guerra que le corresponde tratar a los europeos, pues está en su patio de atrás y de allí su insistencia en que eleven su presupuesto de gasto militar”.

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El fin de las sanciones les abriría la puerta a millonarias inversiones en hidrocarburos. Foto:AFP

En ese contexto, una rápida resolución del conflicto, que además conduzca a una paz financiada por el viejo continente, le ahorraría a EE. UU. toneladas de recursos que podría invertir en otras prioridades internas y externas, como la contención de China.

Adicionalmente, el restablecimiento de relaciones con Rusia y el fin de las sanciones les abriría la puerta a millonarias inversiones en hidrocarburos y otros sectores a los estadounidenses.

Los riesgos de la estrategia de Trump con Rusia

Benjamin Jensen, experto en seguridad del Centro para los Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS), ve incluso que Trump está emprendiendo una audaz maniobra a cuatro bandas que suena seductora, al menos en la superficie.

“Las conversaciones con Rusia parecen girar en torno a un nuevo gran acuerdo que vincula una combinación de esferas geopolíticas de influencia y cuestiones transversales. Desde el acceso a los recursos naturales hasta el control de armas en el siglo XXI involucrando no sólo preocupaciones nucleares sino también una competencia en el espacio y el ciberespacio”, menciona Jensen.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto:AFP

En ese sentido, el experto considera que el equipo de política exterior de Trump parece estar aprovechando las negociaciones en torno a Ucrania como una especie de foro para negociar la reestructuración del sistema internacional.

“La teoría de la victoria es simple: utilizar un gran acercamiento con Rusia para socavar el eje autoritario que vincula a Moscú con China, Irán y Corea del Norte mientras se promueven los intereses económicos de Estados Unidos¨, afirma el analista.

Y, desde un punto de vista más personal, Andrea Kendall-Taylor, del Centro para la Seguridad Americana, destaca que a Trump también lo mueve el ego.

Hay que recordar que Trump prometió acabar con la guerra en 24 horas. Lo que busca es negociar un cese al fuego para poder decir que la acabó. No creo que le importe si con eso se corre el riesgo de un conflicto más grande en el futuro, o si eso debilita a Ucrania, o si conduce a un peligroso rearme de Rusia. Al fin y al cabo, estas son consecuencias a largo plazo con las que ya no tendrá que lidiar porque ya no estará en el poder”, advierte esta analista.

No creo que le importe si con eso se corre el riesgo de un conflicto más grande en el futuro, o si eso debilita a Ucrania, o si conduce a un peligroso rearme de Rusia.

El problema, y en eso coinciden los expertos, es que las “consecuencias”, tanto de si se trata de un ambicioso plan estratégico para reordenar el mundo o de cumplir con sus ambiciones personales, son de gran calado.

De acuerdo con Jensen, si algo ha demostrado la historia es que los acuerdos donde se intercambia paz por tierra, por lo general, no conducen a una estabilidad a largo plazo.

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Jefes de la diplomacia de EE. UU. y Rusia en Riad. Foto:RUSSIAN FOREIGN MINISTRY / AFP

Y, adicionalmente, la supuesta paz en una región tampoco garantiza paz en otros. A veces, es todo lo contrario. De hecho, son decenas los analistas, entre ellos Jensen, los que han comenzado a equiparar la maniobra de Trump con la del ex primer ministro británico Neville Chamberlain que trató de contener el avance de Adolf Hitler aceptando su anexión de una parte de Checoslovaquia.

“Pedirle a Ucrania que ceda territorio será bienvenido en Moscú, pero a costa de exacerbar otras disputas territoriales en los países bálticos, el Cáucaso, China y Taiwán, o en Turquía, con los kurdos. Incluso, si Rusia da garantías de seguridad en Ucrania nada garantiza que no seguirá expandiendo su músculo con otros vecinos o impedirá que sus agentes continúen con ataques híbridos en Europa, operaciones cibernéticas globales dirigidas a intereses estadounidenses y un rearme militar”, sostiene Jensen.

También envía un mensaje desalentador para otros socios en Asia sobre la necesidad de contener a China

Para este experto, el principal error de aplicar la estrategia de “pax trumpiana” es no entender que el gran poder de Estados Unidos está la suma de sus alianzas.

“La ventaja de Estados Unidos -en comparación con todas las demás grandes potencias históricas-, dice Jensen, es esta red de asociaciones que, sí, significan compromisos y concesiones, pero también significan reducir costos para que los líderes estadounidenses puedan priorizar dónde aplicar el poder globalmente para promover sus intereses”.

De ahí que el analista advierte que la percepción de que se está dejando por fuera a Europa y Ucrania “socava esta ventaja y, por extensión, aumenta los costos y riesgos de posible acuerdo”. "También envía un mensaje desalentador para otros socios en Asia sobre la necesidad de contener a China”.

“El presidente Trump tiene razón al poner a Estados Unidos en primer lugar. Pero, lo que no tiene sentido, es que por lograrlo sacrifique las alianzas y las ventajas estratégicas que hoy tiene para lograrlo”, sentencia Jensen.

Entre tanto, otros expertos consideran que Trump parece estar emulando la gran maniobra del ex secretario de Estado Henry Kissinger en 1971 cuando visitó en secreto a China y sentó las bases para la apertura de las relaciones entre ambos países. Pero no sin antes de recordar que por cada Kissinger en Pekín hay un Chamberlain en Múnich y que las guerras frías tienden a recalentarse, precisamente, cuando hay un exceso de confianza estratégica, como el que hoy parece mostrar Estados Unidos.

SERGIO GÓMEZ MASERI - Corresponsal de EL TIEMPO – Washington @sergom68

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