La geopolítica europea está entrando por aguas turbulentas, en lo que podría considerarse una de las más graves crisis desde los tiempos de la posguerra, en un momento en que EE. UU. —el gran aliado y garante de su seguridad por más de seis décadas— le está dando la espalda a la región.
En un mes en el poder, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha cambiado la narrativa internacional al poner en entredicho la Alianza del Atlántico Norte (Otán), quitar su respaldo a Ucrania, invadida por Rusia desde hace tres años, y tender puentes con Vladimir Putin.
“La Unión Europea (UE) se enfrenta a una crisis existencial. Si Washington se aleja (de la Otán), Europa tendrá que asumir un liderazgo que aún no está preparada para desempeñar”, así lo advirtió Mark Leonard, director y fundador del European Council on Foreign Relations, con oficina en Londres (Reino Unido).
Los antecedentes
Desde su fundación en 1949, la Otán ha sido el pilar fundamental de la seguridad transatlántica. Sin embargo, la alianza ha enfrentado desde hace un tiempo una serie de desafíos estructurales y políticos que ponen en duda su solidez y eficacia. Factores como la dependencia económica de Europa de la financiación militar estadounidense, el auge de nuevas potencias globales y la cambiante política exterior de Estados Unidos han llevado a la organización a una encrucijada sin precedentes.
Logotipo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Foto:AFP
“La crisis actual con la Otán llega en tiempos en los que las entidades multilaterales tienen menos respaldo de EE. UU. Este año, el país se salió de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero en la primera administración de Trump, este socavó la Organización Mundial del Comercio durante la entonces naciente guerra comercial con China. Hoy le toca a la Otán, y EE.UU. no ha tenido que abandonarla para debilitarla”, dijo a EL TIEMPO Isaac Vásquez, experto en economía política y egresado de King’s College de Londres.
Esto deja a Europa en una posición incómoda: sin ejércitos preparados para dar apoyo militar a Ucrania, si así lo decidiera, ante una escalada del conflicto, y con una capacidad de producción de equipamiento militar incluso inferior a la de Ucrania en cuanto a drones y artillería. A ello se suma el gasto militar. Si bien ha aumentado del 1,3 por ciento del PBI en 2014, cuando Rusia se anexó Crimea, una región de Ucrania, al 1,7 por ciento en 2023, según datos del Banco Mundial, es todavía un porcentaje alejado de las necesidades del bloque para estar preparado ante un aumento de las hostilidades.
A juicio de Vásquez, “la UE se encuentra ahora en el lento debate sobre qué hacer y con posturas dispares de miembros como Polonia y España, que dieron una negativa al envío de fuerzas de paz, o con el pedido del presidente de Ucrania sobre crear unas fuerzas armadas europeas que no termina de calar en el bloque y que no se ajusta en estos momentos a la capacidad operativa ni financiera de la UE en el corto plazo”.
Los presidentes de Estados Unidos y Rusia podrían llegar a un acuerdo. Foto:Agencias
Aumentar el gasto
Es el caso de Alemania, que podría debatir próximamente una propuesta de reforma para retirar el gasto militar de su valla presupuestal, porque, de lo contrario, le sería difícil igualar el 2 por ciento del PBI que destinó en 2024, que fue un incremento respecto al 1,53 por ciento de 2023, pero distante del 5 por ciento que Trump está pidiendo a los países de la Otán y del 3,3 por ciento promedio del gasto militar alemán en la Guerra Fría. Hoy, ir más allá del 2 por ciento o incluso alcanzarlo implicaría endeudarse o hacer recortes en otros sectores. Y así están otros países.
Suponiendo que todos los miembros de la Otán pudiesen hallar mecanismos de financiamiento para elevar el gasto en defensa a corto plazo, aún les quedaría uno de los principales retos: acelerar el consenso y la toma de decisiones dentro del bloque.
La falta de inversión no solo afecta el equipamiento militar, sino la capacidad operativa de la organización y la coordinación. Ejercicios militares recientes han demostrado que las fuerzas de la Otán tendrían dificultades para responder de manera coordinada y efectiva a una agresión en su flanco oriental. “Hemos llegado a un punto en el que la disuasión ya no es tan efectiva como antes. Rusia y otras potencias perciben estas debilidades y actúan en consecuencia”, advierte Camille Grand, ex secretario general adjunto de la Otán.
Un votante sostiene un sobre en la ranura de una urna en el centro de voto de Alemania. Foto:EFE
El experto en seguridad internacional Daniel Fiott, del Instituto de Estudios de Seguridad de la UE, señala que “los ejércitos europeos tienen estándares y doctrinas distintas, lo que dificulta la interoperabilidad y reduce la capacidad de respuesta ante crisis”. Este desorden es evidente en la falta de una cadena de mando común y la ausencia de planes operativos conjuntos que permitan una respuesta inmediata en caso de una crisis militar en las fronteras del continente.
Por otro lado, la guerra en Ucrania ha revelado las limitaciones logísticas de los ejércitos europeos. “No tenemos suficientes reservas de municiones y nuestros sistemas de defensa antiaérea son insuficientes”, afirma Camille Grand. El conflicto ha evidenciado la necesidad urgente de reforzar la capacidad industrial militar, algo complejo ya que las empresas de defensa de cada país se resisten a perder autonomía en la producción de armamento. Sin una unificación es muy difícil competir con la industria de defensa estadounidense.
En un intento por amainar la crisis, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, viajarán esta semana a Washington para hacer entrar en razón a Trump y evitar la debacle europea y la entrega de Ucrania a manos rusas. Además, llevan bajo el brazo un plan de creación de una fuerza de seguridad puramente europea (no de la Otán), que sirva de garante en caso de un acuerdo negociado de paz entre Ucrania y Rusia.
Sin embargo, la percepción que tiene Trump sobre los líderes europeos no lo hará cambiar de idea fácilmente. “No han hecho nada para poner fin a la guerra. Macron es amigo, y me he reunido con el primer ministro Starmer. Es un tipo muy agradable... Pero nadie ha hecho nada”, dijo cuando le preguntaron por el viaje de sus colegas.
Algunos expertos proponen un enfoque más pragmático para la Otán en el que la Unión Europea asuma un rol más activo en su propia seguridad, complementando a la organización en lugar de depender exclusivamente de ella.
Emmanuel Macron le da la mano al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Foto:AFP
“No podemos asumir que Estados Unidos siempre será el garante de la seguridad europea. Europa debe prepararse para escenarios en los que deba actuar con mayor independencia”, advierte sobre este tema Sophia Besch, investigadora del Carnegie Europe.
Sin embargo, el camino hacia una mayor autonomía militar es incierto. Mientras algunos países apuestan por reforzar sus capacidades de defensa, como Francia y Alemania, otros dependen de la protección estadounidense, o ven a ese país como su principal garante, como es el caso de Polonia y los estados bálticos, lo que genera un dilema estratégico.
“El eje franco-alemán quiere una defensa europea más independiente, pero los países del flanco este no confían en esta estrategia porque saben que solo EE. UU. tiene la capacidad real de disuadir a Rusia”, explica Jana Puglierin, investigadora principal de políticas en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y directora de su oficina en Berlín.
A eso se añade el ascenso de partidos ultranacionalistas, que ha modificado el panorama político y podría tener consecuencias profundas en la política de defensa. Grupos como Agrupación Nacional en Francia o Alternativa para Alemania han expresado escepticismo hacia la Otán y han promovido una visión más pragmática en sus relaciones con Rusia.
Este fenómeno no es exclusivo de Europa occidental. En Hungría, el gobierno de Viktor Orbán ha mantenido una postura ambigua frente a Rusia y ha bloqueado sanciones clave en la UE. En Italia, el gobierno de Giorgia Meloni, aunque oficialmente alineado con la Otán, enfrenta presiones de sectores nacionalistas que abogan por reducir la dependencia de EE. UU. en materia de defensa.
Para colmo, la crisis económica derivada de la guerra en Ucrania ha puesto en jaque la estabilidad financiera de Europa. La dependencia energética de Rusia y países del Golfo, el aumento de los precios de la energía y la inflación han reducido los recursos disponibles para la inversión en defensa.
“Si los gobiernos europeos tienen que elegir entre gastar en defensa o en medidas para mitigar la crisis del costo de vida, la seguridad quedará relegada”, advierte François Heisbourg, asesor del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
Hay quienes consideran que existe espacio para el optimismo si los países europeos logran superar sus diferencias y aumentar su gasto en defensa para consolidar un bloque autónomo capaz de enfrentar los desafíos de hoy hacia el futuro. Ahora más que nunca, el continente debe encontrar su propia voz y fortalecer su capacidad de defensa antes de que sea demasiado tarde.