Los hechos del pasado que indican que Washington se estaría equivocando con Rusia

hace 7 horas 11

Aunque el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, aseguró el jueves que “Europa está al borde de la paz”, refiriéndose a las negociaciones que Washington empezó con Rusia en Riad, para desescalar el conflicto en Ucrania, ni Kiev ni los líderes europeos ven con buenos ojos y menos con optimismo ese acercamiento entre Donald Trump y Vladimir Putin.

Las razones no se reducen al tipo de liderazgo de ambos presidentes, que tienen similitudes en cuanto a sus discursos populistas y divisorios, y personalidad autoritaria, según los describió Nina Khrushcheva, profesora de Política Internacional en The New School, en Nueva York, e investigadora del World Policy Institute, a la BBC hace un par de años.

De fondo lo que hay son unos hechos históricos preocupantes. Uno de ellos fue la falta de acción europea ante las anexiones que la Alemania nazi hizo sobre Austria y la antigua Checoslovaquia, que luego llevaron a la invasión de Polonia en septiembre de 1939, lo cual detonó la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, los hechos que preocupan a Europa no son de décadas atrás. Recientemente, organizaciones electorales alertaron sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones de Georgia y Moldavia de octubre del año pasado, para que los resultados se acomodaran a la medida de sus intereses políticos, en un momento en que ambos países estaban (están) en proceso de entrar a la Unión Europea.

La política de apaciguamiento

Tras el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania en 1933, el país empezó a desacatar y desconocer los acuerdos firmados tras la Primera Guerra Mundial. Su partido adoptó una política exterior agresiva que preocupó a los gobiernos aliados del Entente, que ganaron el conflicto que comenzó en 1914 y se extendió hasta 1918.

Hitler quería recuperar el territorio alemán perdido durante la Gran Guerra, reorganizar el ejército y convertir de nuevo al país en una potencia. El líder nazi manifestó públicamente sus intenciones expansionistas y la posibilidad de una guerra para cumplirlas.

Sin saber cómo proceder ante la situación, concentrándose en sus asuntos internos y creyendo que eventualmente se podía negociar con Hitler, las potencias optaron por una política de apaciguamiento, que implicó mirar de largo las acciones bélicas y antidemocráticas del líder alemán, como su retiro de la Liga de las Naciones en 1933, la creación de la fuerza aérea y la reinstauración del servicio militar obligatorio en 1935, la remilitarización de la frontera con Francia en 1936, entre otros hechos que confirmaban la inminencia de una nueva guerra.

Ocurrieron hechos más graves en los que ningún gobierno le puso el freno, como la anexión de Austria en 1938. A pesar de esta agresión, la comunidad internacional esperaba que allí terminaran los deseos expansionistas de Hitler, según recoge la Enciclopedia del Holocausto.

Pero no fue así y figuras como la de Wiston Churchill lo advirtieron. “Europa se enfrenta a un programa de agresión, deliberado y calculado, que se va desarrollando etapa por etapa y solo existe una opción abierta: someterse, como Austria, o tomar medidas eficaces”, dijo quien se convertiría en primer ministro británico en 1940.

Winston Churchill fue el primer ministro de Reino Unido de 1940 a 1945 y de 1950 a 1955. Murió el 24 de enero de 1965 en Londres.

Winston Churchill se convirtió en primer ministro en 1940. Foto:EFE

En efecto, luego de Austria, Hitler puso su mirada en otro objetivo: los Sudetes, una región de la antigua Checoslovaquia, país que mantenía alianzas con Francia y la Unión Soviética, por lo que, a nivel europeo, era necesario entrar a mediar.

Entre el 29 y 30 de septiembre de 1938, Reino Unido, de la mano del primer ministro Neville Chamberlain (quien intentó persuadir a Hitler de invadir los Sudetes por el interés regional que tenía Checoslovaquia); Francia con Édouard Daladier; Italia con Benito Mussolini, y Alemania con Hitler negociaron sin Checoslovaquia la cesión del territorio a cambio del compromiso de Hitler de no buscar anexionarse el país entero. A esto se le conoció como el Acuerdo de Múnich, en el que Reino Unido fue el principal actor y promotor de la política de apaciguamiento.

“Creo que esta es paz para nuestros tiempos”, se refirió a dicho acuerdo el primer ministro Chamberlain. El resto es historia: en marzo de 1939, cinco meses después de esa negociación, Alemania invadió Checoslovaquia y el 1 de septiembre de ese mismo año se tomó Polonia y se declaró la Segunda Guerra Mundial.

Los intereses de Putin

Vladimir Putin, al igual que Hitler, ha hecho alusiones a restaurar la grandeza e influencia del imperio. “El campo de batalla al que nos han citado la historia y el destino es el campo de batalla por nuestro pueblo y la gran Rusia histórica”, dijo el presidente ruso el 30 de septiembre de 2022, cuando firmó la anexión de cuatro territorios ucranianos.

“(Putin) alimenta el sueño de devolver a Rusia una pátina de grandeza imperial o del papel de superpotencia que tuvo en la URSS, y cultiva su misión de restablecer el control sobre los territorios que formaron aquella unión y sobre los ciudadanos que, sobre todo los eslavos, a los que considera un solo pueblo”, escribió la periodista María R. Sahuquillo sobre los 30 años de la caída de la URSS, en diciembre de 2021, en El País de España.

Dos meses después de ese aniversario, Putin invadiría Ucrania como respuesta a la cercanía de ese país con Europa. Pero este no sería la única agresión. En 2014, Rusia a través de un referendo cuestionado y liderado por ucranianos prorrusos en Crimea se anexionó ese territorio. De fondo, en Ucrania había agitación social y un deseo generalizado de muchos ciudadanos de acercarse a la Unión Europea y distanciarse de Rusia, lo que llevó, por ejemplo, al derrocamiento de Viktor Yanukóvich, cercano a Putin. Sobre la anexión de Crimea, el presidente ruso dijo que la región “está de vuelta en Rusia”.

Lo ocurrido en 2014 y de 2022, incurrió en una violación por parte de Rusia del Memorando de Budapest de 1994, con el que el país acordó junto al Reino Unidos y Estados Unidos respetar las fronteras de Ucrania a cambio de que Kiev le entregara las armas nucleares soviéticas al Kremlin.

A diferencia de la política de apaciguamiento con Hitler, Europa sí ha respondido a las violaciones rusas con sanciones, que “incluyen restricciones a la exportación de productos de doble uso, tecnologías avanzadas, vehículos, máquinas y bienes de construcción, a la importación de ciertos bienes que generan ingresos significativos para Rusia, así como diversas prohibiciones destinadas a proteger las infraestructuras críticas europeas y el espacio informativo europeo”, informó el año pasado el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia.

A la par de la agresión en Ucrania, Rusia también ha actuado en otros países del antiguo bloque soviético que han manifestado deseos de entrar a la Unión Europea, influenciando elecciones, como la de Moldavia y Georgia.

Según la comisión electoral de Moldavia, Rusia habría pagado por llevar ilegalmente a ciudadanos moldavos en ese país, Bielorrusia, Azerbaiyán y Turquía a los consulados para votar, con la intención de impedir la reelección de la candidata proeuropea Maia Sandu. Igualmente, hubo señalamientos de campañas de manipulacióne intento de compra de votos por parte del Kemlin. En última, se impuso Sandu. 

En Georgia, por el contrario, sí se impuso el partido prorruso, Sueño Georgiano. “Fuimos testigos y víctimas de una operación rusa especial, una forma moderna de guerra híbrida contra el pueblo georgiano”, denunció Salomé Zourabichvili, entonces presidenta de Georgia.

También hace un año, Rusia emitió orden de captura contra la entonces primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, por supuestamente insultar la historia soviética. Kallas ha sido una de las voces proeuropeas más fuertes de los países Bálticos. 

A pesar de este panorama y las intenciones manifiestas de Putin, Donald Trump parece que tiene todas las pretensiones de ofrecerle a Putin el escenario más ideal para él, y dejar fuera de la ecuación a Ucrania y la Unión Europea, un aliado estratégico de vieja data para Estados Unidos.

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