El Popol Vuh, escrito hacia el año 1550 en el altiplano occidental de Guatemala, es la obra más emblemática de la literatura indígena de Mesoamérica y el texto sagrado de la civilización maya, según el Museo Popol Vuh, de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.
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Esta compleja y brillante sociedad del continente americano dejó plasmada su cosmovisión en este manuscrito, considerado de vital importancia para el estudio de los pueblos indígenas. Así lo destaca el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, que subraya su relevancia tanto mitológica como histórica.
El relato de creación que contiene este libro sagrado empieza de manera enigmática con las siguientes palabras: “Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo, no había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía”. Esta descripción refleja el vacío que precede la creación del mundo, según la mitología maya.
El origen del mundo, según el Popol Vuh
El Popol Vuh relata cómo, en el inicio de todo, únicamente existían el cielo y el mar en calma. No había tierra ni ningún ser viviente. Todo estaba envuelto en la oscuridad y en la quietud.
Sin embargo, los dioses Tepeu y Gucumatz, conocidos como los "Progenitores", habitaban en este entorno y decidieron dar origen al mundo. “No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado”, afirmaron los dioses antes de comenzar su obra.
Primero, formaron la tierra separándola del agua, creando montañas, valles, y los alimentos necesarios para sustentar la vida. Así dieron paso a la claridad del día, pero aún faltaba lo más importante: la creación de los seres vivos. Inicialmente, dieron vida a los animales, pero estos no lograron hablar ni adorar a los dioses como esperaban. Por esta razón, fueron condenados a servir de alimento para los humanos que aún estaban por venir.
La creación del ser humano
Tras este primer intento fallido, los dioses intentaron formar al hombre a partir del lodo, pero el resultado tampoco fue satisfactorio: “Vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, ni fuerza, se caía; estaba aguado. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento”.
Ante este nuevo fracaso, los Progenitores pidieron la ayuda de Ixpiyacoc e Ixmucané, su abuelo y abuela, quienes sugirieron emplear semillas de maíz y tzité, un frijol rojo, como materia prima para crear al ser humano.
Aunque esta tentativa logró crear figuras que se parecían al hombre y que incluso hablaban, carecían de "alma y entendimiento". Sus manos y pies no tenían consistencia ni sangre, lo que llevó a los dioses a destruirlos. Después de varios intentos fallidos, finalmente dieron con la fórmula adecuada: con la mazorca de maíz amarillo y blanco lograron crear la carne y la sangre de los primeros humanos verdaderos.
La importancia del Popol Vuh en la cultura maya
El Popol Vuh, considerado el libro sagrado de los mayas, sigue siendo un pilar fundamental en la cosmovisión de este pueblo ancestral, incluso en la actualidad. La iniciativa Tahina-Can, del Gabinete de Comunicación y Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, subraya la relevancia de esta obra en tiempos modernos. "Los valores que el libro transmitía siguen vigentes entre la civilización maya, que sigue abanderando el respeto a la naturaleza y la tradición", asegura el proyecto.
“Nuestra historia de la creación nos enseña que los primeros abuelos de nuestra gente fueron hechos de maíz blanco y amarillo. El maíz es sagrado para nosotros porque nos conecta con nuestros antepasados. Alimenta nuestro espíritu al igual que a nuestros cuerpos”, explica Juana Buatz Puac, una maya quiché y contadora del tiempo del calendario maya.
Cuándo se escribió el Popol Vuh?
El Popol Vuh original, cuyo paradero se desconoce, habría sido escrito en el siglo XVI en idioma quiché, pero utilizando el alfabeto español. La versión más antigua que ha llegado hasta estos días es una transcripción realizada a principios del siglo XVIII por el fraile dominico Francisco Ximénez, quien además hizo la primera traducción conocida al español.
Este manuscrito se conserva actualmente en la colección Ayer de la Biblioteca Newberry, en Chicago. Antes de llegar a dicha colección, el documento fue extraído de la Biblioteca de la Universidad Nacional de Guatemala por el abate francés Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, quien lo publicó íntegramente por primera vez en 1861.
La Prensa Gráfica (El Salvador) / GDA
Diego Guevara.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Prensa Gráfica (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.