El martes pasado estalló otro anuncio con los que Trump quiere arrodillar al mundo, esta vez fue el cierre de Usaid. El anuncio de la cancelación de varios programas financiados por esa institución sumado a la mención de una ayuda para el montaje una ópera trans en Bogotá desató en Colombia una avalancha de ruido mediático que me llevó a reflexionar sobre el mecenazgo y sus vicisitudes.
La financiación del arte ha existido desde siempre, ya sea financiando obras locales o apoyando proyectos artísticos de alcance mundial. Hay dos tipos de mecenazgo, uno es el que otorga libertad de creación al receptor de los fondos y otro el que define qué tipo de trabajo se debe realizar con ellos.
Estados Unidos ha mostrado tradicionalmente su lado amable con el apoyo a la cultura, y es en parte gracias a ese altruismo que han obtenido respeto internacional.
En el primer grupo figuran las fundaciones, las universidades, los centros culturales, algunas iglesias y algunas entidades estatales. En el segundo grupo se incluyen los gobernantes con intereses de figuración que realizan montajes y eventos artísticos con objetivos panfletarios. O los administradores de teatros e instituciones culturales que favorecen a unos artistas sin mérito y vetan a otros que sí son talentosos. También hay empresarios disfrazados de mecenas que solo buscan el lucro.
¿Qué puede salir mal con estos drásticos anuncios del director del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental, Elon Musk? Habrá represalias de la gran mayoría de países que no comulgan con el credo de Trump, como sucedió en la ciudad de Toronto durante el partido de la NBA cuando sonó el himno de Estados Unidos; el público canadiense reaccionó con una monumental chiflada. Seguramente los estadounidenses van a recibir un trato humillante en el extranjero por estas alevosas medidas.
Estados Unidos ha mostrado tradicionalmente su lado amable con el apoyo a la cultura, y es en parte gracias a ese altruismo que han obtenido respeto internacional. Con estas medidas esa imagen se va a derrumbar en segundos y pasarán a ser los victimarios de turno. De la tesis de la zanahoria y el garrote, se van a quedar solos con el garrote.
Por el momento, las consecuencias de esa decisión serán fatales para el sector científico, social, educativo y cultural en muchos países que dependen de estas ayudas. Pero la medida puede ser revertida sorpresivamente, como sucede con los arrebatos de Trump.
Óscar Acevedo
Crítico musical
acevemus@yahoo.com