De niño recuerdo que tomar un taxi era un lujo. Me sentía un lord cuando mi papá o mi mamá sacaban la mano en la calle para parar a uno de esos carros negros de techo amarillo, que llevaban un letrero en el panorámico: ‘Libre’.
Conforme a los criterios de
Con el paso de los años llegó la modernidad al ejercicio de tomar un taxi. Apareció el teléfono (las líneas telefónicas eran escasas y un lujo) y con él, la posibilidad de “llamar un taxi”: ahí me sentía doblemente lord por ir en un carro que, además, llegaba a la puerta de la casa gracias a la magia del teléfono y de un radioteléfono, el cual se iba escuchando adentro del taxi durante el viaje.
Internet y las aplicaciones hicieron lo suyo en este ecosistema del transporte, y aparecieron además nuevos competidores, nuevas formas de obtener un servicio de transporte que, además, beneficia a miles de familias de clase media que, sin trabajo, para el sustento diario, sobreviven gracias a plataformas como Uber, Didi, InDrive y otras.
El uso de la tecnología para el bienestar de la sociedad es uno de los derechos humanos fundamentales, y ese es el fondo estructural de un nuevo proyecto de ley, otro intento, que buscará nivelar la cancha del servicio de transporte con aplicaciones.
Esta vez, con esa premisa, el articulado busca, además, alinearse con la visión del mismísimo presidente Gustavo Petro que aboga siempre por la economía popular, por que las normas, las leyes y la acción de la Policía no vayan en contra de un pueblo que se rebusca su sustento.
De darles a los taxistas las herramientas para que se vuelvan como conductores de aplicaciones y no al revés, como tercamente insiste el Ministerio de Transporte: asfixiar a las apps bajo la rancia normativa de los taxis y el penoso modelo de ‘cupos’, con el que unos pocos se enriquecen y abusan de personas (escuche, Presidente) a quienes les arriendan sin protección laboral sus carros con ‘cupos’ que acumulan y que se supone pertenecen al Estado, no a ellos.
Los taxistas merecen el trato digno, la justicia de ingresos, la protección laboral y los seguros que tienen los conductores de aplicaciones. Eso busca este proyecto.
¿Será esta vez la vencida? Gracias, senadora María del Mar Pizarro; gracias, senadores Alfredo Deluque y Heráclito Landínez, por su valentía y por pensar en el derecho fundamental que tenemos todos de aprovechar la tecnología para nuestro bienestar y derrumbar inequidades.
JOSÉ CARLOS GARCÍA R.
Editor Multimedia
@JoseCarlosTecno