Queridos amigos de Fenalco:
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Hace 4 meses me invitaron a Chile a presentar un libro que habían escrito los cuatro expresidentes sobre su visión de Chile para el año 2050. Era un homenaje al presidente Piñera, recién fallecido. Al evento fue el presidente Boric. Ahí dije que eso era un ejemplo para el resto de la región, donde los expresidentes, como en mi país, infortunadamente viven peleando como perros y gatos.
Por eso me hubiera gustado mucho asistir en persona a este evento organizado por Fenalco y me excuso de no estar en Barranquilla, a la que siempre he considerado mi novia, y en este lindo centro que construimos juntos. Me pidió el doctor Cabal que enviara mis palabras por esta vía y lo hago con gran gusto.
Para construir un mejor futuro hay que aprender de las lecciones del pasado. El presidente Petro dijo recientemente que todos los expresidentes salimos muy tristes al final de nuestros mandatos. Quisiera aprovechar esta oportunidad para aclararle que en mi caso no fue así, que salí contento, muy contento, y les voy a decir por qué.
Después de 54 años de guerra con la guerrilla más antigua y poderosa del hemisferio occidental entregamos un país sin las FARC, gracias a un proceso de paz que es destacado como un ejemplo en el mundo entero.
Los demás grupos armados los habíamos reducido a su mínima expresión, con unas Fuerzas Armadas legitimadas y fortalecidas como nunca antes.
2017 fue el año más seguro para los colombianos en los últimos 50 años. Se respiraba paz y tranquilidad hasta en las zonas más violentas, como el Cauca o el Chocó.
En materia económica y social obtuvimos los mejores resultados de los últimos tiempos. No es sino ver las cifras.
No solo bajamos el desempleo a un dígito, sino que lo mantuvimos ahí durante los ocho años. Creamos más de 3 millones y medio de empleos –más de la mitad de ellos formales.
La inflación, el peor impuesto para los pobres, la controlamos y mantuvimos en un promedio de 3,8%, una cifra nunca antes vista.
A pesar de sufrir el peor choque externo desde la Gran Depresión por cuenta de la caída en los precios del petróleo, el promedio de crecimiento del PIB fue del 3,7%.
Tuvimos los niveles de inversión más altos de las últimas décadas. Nuestra preocupación fue la reactivación económica, y elevar la inversión pública y privada como eje fundamental para el crecimiento económico.
Establecimos la regla fiscal, introdujimos en la Constitución el criterio de responsabilidad fiscal y logramos, después de muchos años, recuperar el grado de inversión ––que infortunadamente se perdió en el gobierno siguiente.
Fuimos pioneros en la introducción del Índice de Pobreza Multidimensional, que redujimos a casi la mitad, lo mismo que la pobreza extrema, gracias a un programa articulado de inversión social para esta población.
La pobreza monetaria bajó 10 puntos porcentuales y, según la CEPAL, fuimos el país que más redujo la pobreza en la región.
Otro indicador muy importante, el coeficiente Gini, que mide la desigualdad, alcanzó su nivel más bajo desde que se utiliza esta medición.
En educación, pusimos en marcha un ambicioso programa para proteger la primera infancia, que benefició a más de 1.2 millones de niños. Decretamos la gratuidad en los colegios públicos hasta el grado 11. Y se aumentó el acceso a la educación superior de 37% en el 2010 a 52% en el 2018.
Logramos que miles de adolescentes de los estratos más bajos estudiaran en las mejores universidades con el programa Ser Pilo Paga, que infortunadamente también acabaron. Los profesores mejoraron su capacitación con el programa Todos a Aprender, y todo esto se pudo gracias a que por primera vez en la historia la Educación tuvo el mayor presupuesto, por encima del asignado a Seguridad y Defensa.
Convertimos la salud en un derecho fundamental, logramos la cobertura universal y equiparamos el régimen subsidiado con el contributivo con una muy generosa oferta de tratamientos.
Pusimos un control de precios a los medicamentos que le ahorró al sistema y a los pacientes más de 5,5 billones de pesos. También manejamos las epidemias del Zika y el Chikunguña con impecable eficiencia, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud. Según los estándares internacionales, teníamos uno de los mejores sistemas de salud. Por desgracia, ahora está en cuidados intensivos.
En el campo internacional, los conocedores sostienen que Colombia nunca había logrado tanto. Nos eligieron en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con una votación sin precedentes, ingresamos a la OCDE, creamos la Alianza del Pacífico, logramos el acceso a mercados internacionales de varios productos ––como el aguacate en Estados Unidos––, nos quitaron las visas en más de 60 países y propusimos los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se convirtieron en la agenda del mundo.
La lista sigue, pero la frase del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, pronunciada durante la Asamblea General, lo resume todo: “Colombia es la mejor noticia que hoy tiene el mundo”.
En infraestructura construimos y contratamos 1.500 kilómetros de dobles calzadas ––más de lo que se había construido desde nuestra Independencia––. Construimos y repotenciamos más de 470 puentes, y muchos kilómetros de vías terciarias por todo el país. Renovamos 58 aeropuertos: ¿se acuerdan cómo era El Dorado, o lo que era aterrizar en Leticia o en Quibdó? Semejante revolución de la infraestructura, como la llamó Juan Martín Caicedo, se hizo para beneficio de todos los colombianos ––no solo de los ricos.
En la construcción de vivienda ustedes recordarán que vivimos un verdadero boom: se construyeron 1,7 millones de viviendas y logramos la meta de 300.000 gratis para familias que nunca habían soñado con una vivienda propia.
En política ambiental, pasamos de 13 a 31 millones de hectáreas protegidas. Cumplimos con la meta Aichi, delimitamos los 37 páramos y dejamos una eficiente institucionalidad. En cultura, apoyamos financieramente a las bibliotecas en todo el país, a nuestros artistas, a festivales y carnavales, al cine, y programas de lectura y escritura.
En muchos otros frentes se lograron también grandes resultados. Hasta el desempeño deportivo contribuyó a que termináramos el gobierno muy contentos, muy satisfechos y muy agradecidos.
La única tristeza que puedo tener como expresidente es no haber podido hacer más, y la no continuidad de muchos programas exitosos en los siguientes gobiernos.
¿Cómo se lograron estos resultados? ¿Qué lecciones dejan para el futuro?
Para comenzar, construimos sobre lo construido. Los tres pilares del gobierno anterior –– seguridad, confianza inversionista y cohesión social–– los fortalecimos como nunca antes, como lo demuestran los hechos.
Aplicamos los preceptos de la Tercera Vía, que se resume en una frase: el mercado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario. Es lo que hicieron Clinton en Estados Unidos, González en España, Blair en Inglaterra, Cardoso en Brasil o Lagos en Chile, que obtuvieron los mejores resultados de la historia reciente en sus respectivos países.
Al nombrar a mis rivales de campaña en el gabinete ––siguiendo el ejemplo de Abraham Lincoln–– logramos con sus partidos políticos una amplia mayoría en el Congreso, lo que nos dio la necesaria gobernabilidad para aprobar las reformas que se requerían. Los acuerdos políticos son necesarios en cualquier democracia.
Al sector privado lo consideramos y tratamos siempre como un aliado indispensable, y aplicamos -–donde era posible y conveniente–– el principio de concertación que aprendí a valorar en mi paso por la Federación Nacional de Cafeteros. Los empresarios, y los comerciantes como ustedes, son los que producen empleo, riqueza y recursos fiscales a través de sus impuestos para adelantar políticas sociales. No hay que olvidarlo.
Con las Cortes y los jueces mantuvimos una relación de respeto y acatamiento a sus fallos y decisiones.
Las peleas entre los poderes públicos ––como la polarización entre las personas o entre los partidos–– dificultan sobremanera el buen funcionamiento de las democracias. Eso es lo que infortunadamente está pasando en el mundo entero.
Nombramos ministros y funcionarios capacitados y honestos a los que les exigíamos resultados, pero también los guiábamos y coordinábamos. Siempre estimulamos el trabajo en equipo, y estos resultados son producto de un esfuerzo colectivo.
Una prioridad de cualquier gobierno debe ser tener una economía sólida. Fuimos conservadores en lo fiscal para ser ambiciosos y generosos en lo social, y cuidamos mucho a los inversionistas y a las calificadoras de riesgo.
Respetábamos a los críticos y a la oposición a pesar de la virulencia, y muchas veces incongruencia, de sus ataques. La crítica hay que considerarla como una ducha de agua fría que muchas veces despierta a los gobernantes para que vean mejor la realidad. Como periodista siempre defendí la libertad de expresión.
Por supuesto, la seguridad es otra condición necesarísima para lograr buenos resultados. El liderazgo presidencial es muy importante, no solo para generar confianza en la ciudadanía y estimular su colaboración, sino para mantener la moral y la efectividad de la tropa.
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Unirnos para construir un mejor futuro ––que es la invitación que nos hace Fenalco–– es fundamental. Divididos perdemos todos. Para unirnos, se requiere un diálogo constructivo, donde las partes escuchen y aprendan de los otros, en lugar de imponer su criterio, insultar o pontificar.
Lograr acuerdos es más fácil de lo que parece. ¿Quién se puede oponer hoy a fortalecer nuestras instituciones democráticas? ¿A cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible?
¿A implementar el Acuerdo de Paz? ¿A recuperar la seguridad y el control territorial que se ha perdido en casi la mitad del país?
¿A regular la inteligencia artificial? ¿A salvar el sistema del salud? ¿O a recuperar la salud de las finanzas públicas para poder hacer justicia social y justicia ambiental?
Hay muchos posibles puntos de encuentro para construir un mejor futuro, pero eso requiere buena voluntad, generosidad, poner a Colombia por encima de cualquier diferencia personal o ideológica, cierta dosis de humildad, y utilizar lo que Nelson Mandela denominaba el arma más poderosa que existe: sentarse a hablar.
JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN
Expresidente de Colombia entre 2010 y 2018