Gabriela Casuso, a sus 16 años, fue reconocida como una de las líderes del futuro, según Forbes

hace 4 meses 19

El sol golpeaba suavemente a Valentina Casuso mientras la brisa húmeda recorría su cuerpo. El rumor de las olas cayendo en la playa Caño Dulce de Barranquilla lo rompió José, su padre, con una frase que cambió su vida.

–Hija, ¿sabías que trabajé en el Instituto de Investigaciones Marinas en Cuba? –dijo.

Casuso, quien tenía en ese entonces 7 años, se sorprendió. No lo mencionó, pero esa fue “una de las florecitas del árbol de la curiosidad” que creció en ella.

Ese recuerdo se conecta con la primera vez que se enamoró de los animales marinos. Tenía cuatro años y la llevaron al Zoológico de Barranquilla, donde contempló cómo los manatíes se bañaban y un par de años después, justo en Cuba, el lugar en el que su padre había trabajado, los saltos de los delfines terminaron la misión, pero generaron la primera espina por su cautiverio.

“Esas visitas son la razón de mi amor por la naturaleza. En el acuario nació mi curiosidad en cuanto a la libertad de las especies”, asegura la joven, quien fue reconocida como una de ‘Los 100 latinos más comprometidos con la acción climática’ y la revista Forbes la incluyó entre ‘Los 70 Líderes del Futuro’.

Gabriela Casuso

Una de sus actividades favoritas es bucear.  Foto:Foto: Archivo Gabriela Casuso

“El océano es un mundo silencioso, pero majestuoso. Tiene tantas especies que cada una está ahí por una razón. Ver cada especie nadar y conocer ese entorno como su casa me deja impactada, feliz y con un sentimiento todavía más grande de pertenencia y compromiso con su protección”, cuenta la joven barranquillera, de 16 años.

Océano de curiosidad

Entre los primeros inconvenientes que surgieron a sus 10 años fue no encontrar cursos sobre el océano para niños.

“Es por ello que nace Proyecto Acuática, con la intención de promover la protección del océano con educación marina y cultura oceánica”, expresa.

Uno de sus sueños, dice, es lograr un título universitario como bióloga marina. Es por ello que, con Proyecto Acuática, creó el Festival Más Guardianes Acuáticos, con el que busca que más niños y jóvenes se interesen por el tema. 

“Este evento se realiza anualmente cada 8 de junio para celebrar el Día Mundial de los Océanos. Niños, niñas y jóvenes entre 8 y 14 años realizan videominutos de lo que deseen: una especie preferida o un ecosistema, por ejemplo, y así demuestran sus pasiones para unirse por el objetivo de proteger la vida marina”, relata.

Gabriela Casuso

Gabriela Casuso creó el Proyecto Acuática.  Foto:Foto: Archivo Gabriela Casuso

El océano, para Casuso, representa la conexión con la vida: esa inmensidad le recuerda lo efímero de los recuerdos y la necesidad de hacer algo valioso, que implique responsabilidad, pese a su corta edad.

“No siento un peso en la espalda. Sí debo dar un buen ejemplo, pero no es una presión porque es algo que me encanta. Solo busco dar bien la información y con seguridad”, expresa.

Impacto oceánico

Según Greenpeace, se registra un 32 por ciento de pérdida en hábitats costeros, manglares y corales en Colombia. Además, añade el estudio realizado por la organización, cada persona desecha 24 kilos de plástico anualmente. De esta cifra, el 74 por ciento pertenece a envases que terminan en rellenos sanitarios, contaminando mares y ríos.

“Esta casa azul debemos protegerla si queremos seguir viviendo en el planeta Tierra”, dice la joven.

Las decisiones solo pueden evaluarse en retrospectiva. Es por ello que una de las aspiraciones de Casuso, cuando tenga que mirar hacia atrás, es que “podamos ver un cambio real y visible: un océano más saludable y personas que guíen a las futuras generaciones. Es por ello que es tan necesario que las nuevas generaciones tengan espacios para conocer lo necesario con respecto a este tema”.

Gabriela Casuso

La joven barranquillera estuvo presente en la COP16 en Cali.  Foto:Foto: Archivo Gabriela Casuso

Añade que lo más importante está en dejar de ser espectadores y pasar a “convertirnos en ciudadanos responsables, oceánicos, comprometidos con la protección y conservación de esta inmensa y vasta casa hecha de agua salada”.

Sin embargo, recalca que no se requiere ser activista o científico para lograr realizar un cambio.

Ante esto, su madre asegura que “la humanidad ha normalizado malos hábitos por años y los dejamos pasar. La intención con Gabriela es en cómo hacer sencilla la ciencia del mar, convertirlo en formación que cualquiera pueda consumir”.

Recuerdos

Cuando tenía un año, su madre Aida Hernández la llevó a Playa Blanca, en Barú. En la memoria de Gabriela no está el rastro de ese día, pero su progenitora lo identifica como el inicio. La arena se convirtió en sinónimo de diversión.

“Mi esposo trataba de buscar playas limpias y así íbamos a Riohacha, Taganga, Rodadero, Barú o diversas playas para pasar tiempo en familia. A ella le gusta aprender cosas nuevas y compartirlas. Eso ha sido una constante. Si algo le interesa, lo investiga y luego lo comparte”, relata Hernández.

Incluso, una de sus actividades preferidas es bucear. Allí, en medio de esa inmensidad, se siente en paz y libertad.

“Es impresionante ver cómo cada especie se mueve de forma tan suave y grácil. Parece una danza. Las veces que he buceado me han dado más motivos y ganas de seguir difundiendo mi mensaje que consiste en que entre más conocemos, más queremos el océano”.

Gabriela Casuso

La joven ha sido reconocida por sus labores sociales. Foto:Foto: Archivo Gabriela Casuso

Los tiburones se convirtieron en su objeto de investigación. Las películas, pensó en ese entonces, no se acercaban a la realidad. Por ello empezó a ver documentales.

“Luego de verlos, buscaba información sobre esta especie y hacíamos presentaciones en Power Point para que la escucháramos”, expresa la madre de la joven.

Los recuerdos, en ocasiones, se asemejan a las olas: conmueven y estremecen. El silencio se expande y las burbujas de la marea, cuando finalmente mueren en la arena, conectan con otras épocas: ausencias, el paso de los años o una conversación que define el rumbo de la vida.

Gabriela continuará contando sobre los animales marinos, su sentido de pertinencia y la conexión con el océano. La vida seguirá su curso natural y, en unos años, ella recordará su génesis: la primera semilla que nació en la playa, en una historia de su padre en Cuba.

Su madre, por su parte, continuará viendo en ella a la pequeña que, con un año, estuvo en Playa Blanca, donde la arena fue sinónimo de amor.

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