¿Existe en Estados Unidos un callado rechazo a elegir a una mujer para el cargo de presidenta?

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ERIE, Pensilvania — Con las elecciones del martes en Estados Unidos, una gran pregunta se cierne sobre la campaña por la Casa Blanca, y no tiene nada que ver con la economía o la andanada de ataques entre el ex Presidente Donald J. Trump y la Vicepresidenta Kamala Harris en materia de juicio, carácter y aptitud mental.

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Es el género.

El tema rara vez es abordado directamente por ninguno de los candidatos. Sin embargo, la cuestión del género de Harris —y su potencial para hacer historia como la primera Presidenta de Estados Unidos— está definiendo la campaña, creando una contienda que es, de maneras abiertas y sutiles, un referéndum sobre el papel de las mujeres en la vida estadounidense.

En encuesta tras encuesta, una diferencia en los patrones de votación basados en el género invade a todos los grupos demográficos.

Y en conversaciones a voz baja, algunas mujeres que apoyan a Harris no pueden sacudirse la incómoda sensación de que los hombres en sus vidas están batallando por apoyar a una mujer —particularmente a una mujer negra y del sur de Asia— aún si no quieren admitirlo.

“Si ella fuera varón, ¿estaría tan reñida esta contienda?”, preguntó la Gobernadora Janet Mills, de Maine, a un grupo de mujeres demócratas después de hacer campaña a favor de Harris en un suburbio de Pensilvania. Joyce Reinoso, una de esas mujeres, respondió: “Ay, hace tres semanas que habría ganado”.

Quienes tienen décadas de estudiar los patrones de votación dicen que nunca antes habían visto una contienda presidencial en la que el género sea tan central para las perspectivas electorales de cada candidato —ni siquiera en el 2016, cuando Hillary Clinton se convirtió en la primera mujer en lograr una nominación de un partido importante. Citan una serie de factores: la bien documentada denigración de las mujeres por parte de Trump, el potencial de Harris para romper barreras, opiniones sexistas de mucho tiempo respecto a las mujeres en el poder y, tal vez más centralmente, la revocación por parte de la Suprema Corte de EU de un derecho constitucional al aborto hace dos años.

Una encuesta realizada por The New York Times y Siena College en octubre muestra que la brecha de género se ha ampliado a medida que las mujeres mantienen su apoyo de años a los demócratas y los hombres se acercan a Trump. Harris tiene una ventaja de 16 puntos porcentuales entre las probables electoras femeninas, mientras que Trump tiene una ventaja de 11 puntos entre los probables votantes masculinos.

Gran parte de la división de género está impulsada por la generación más joven de electores: la encuesta muestra que el 69 por ciento de las mujeres de entre 18 y 29 años favorecen a Harris, en comparación con el 45 por ciento de los hombres jóvenes —una diferencia que supera con creces la de cualquier generación mayor de electores.

Los demócratas creen que Harris enfrenta una clase de sexismo profundamente arraigada que luce diferente de los ataques del pasado, cuando las líderes femeninas eran cuestionadas abiertamente en función de su género y descritas en tropos clásicos de ser demasiado agresivas o demasiado emocionales —y a veces ambas cosas.

Estados Unidos ha cambiado desde el 2016, con más mujeres ascendiendo a puestos de poder político, incluyendo a Harris, que es la primera mujer Vicepresidenta. Pero a diferencia del 2016, cuando los liberales se deleitaban con la perspectiva de la primera Presidenta, los ansiosos demócratas ahora tienen pocas dudas sobre el poder persistente del sexismo en las mentes de algunos electores.

Harris desestima las preocupaciones de que el sexismo pueda perjudicar sus posibilidades y dice que el País está “absolutamente” preparado para elegir a una Presidenta.

Ninguna campaña está cediendo un género completo a la otra.

El Senador JD Vance, el candidato a Vicepresidente de Trump, insistió en una entrevista reciente en que la campaña republicana no había renunciado a ganar electoras.

Pero la campaña de Harris espera aprovechar la coalición de electoras enérgicas y enojadas que ha impulsado a su partido a victorias en las elecciones desde que Trump asumió el cargo en el 2017.

Conscientes de sus déficits con los hombres —en particular con los más jóvenes— los demócratas apuestan a que pueden lograr nuevos avances con las mujeres blancas de todo nivel de educación, clase e incluso afiliación partidista.

Harris rara vez menciona su género o su raza, lo que refleja tanto su enfoque personal hacia los roles de romper barreras como las ansiedades demócratas internalizadas por la derrota de Clinton.

“La gente puede ver con sus propios ojos —es mujer”, dijo la Senadora Laphonza Butler, demócrata de California y buena amiga de Harris. “Ella elige centrarse en lo que considera más importante —y no es su raza o género. Es lo que es importante para el pueblo estadounidense”.

Su silencio sobre el tema, dicen algunos estrategas, ha invertido algunas de las tradicionales dinámicas políticas de la brecha de género. Si bien los demócratas definitivamente están cortejando a las electoras, la fórmula republicana está impulsando el cisma vía comentarios incendiarios sobre las mujeres y las continuas expresiones de orgullo de Trump por su papel en la anulación del derecho al aborto, después de haber nombrado a tres de los jueces de la Suprema Corte que votaron en la mayoría.

La campaña de Trump cree que su camino hacia la victoria lleva a movilizar a hombres que tienen menos probabilidades de votar. Ha adoptado un tipo de hipermasculinidad, con exluchadores profesionales arrancándose las camisetas en la convención de su partido, sus apariciones en una serie de podcasts que son populares entre los hombres más jóvenes y sus elogios al tamaño del pene de un golfista famoso en un mitin reciente.

Hasta los llamados de Trump a las mujeres han estado teñidos con matices de roles de género tradicionales: “Ya no estarás abandonada, sola ni asustada”, dijo Trump en un mitin en Pensilvania en septiembre. “Estarás protegida y yo seré tu protector”.

La estrategia de Trump puede ser más peligrosa desde el punto de vista electoral, dicen algunos expertos que estudian a los electores más jóvenes. Las electoras han visto cómo la política puede afectar directamente sus vidas, y muchos Estados conservadores aprobaron restricciones al aborto después del fallo de la Suprema Corte.

Aún no está claro si los hombres jóvenes que se sienten desilusionados por las instituciones políticas e ignorados por una cultura que ha acogido el empoderamiento de las mujeres, sienten la misma motivación para convertir su apoyo a Trump en votos reales.

Y si bien Trump promete ser el “protector” de las mujeres, las partidarias de Harris dicen que las mujeres pueden protegerse a sí mismas.

Algunos demócratas creen que los electores están recurriendo a eufemismos sobre las políticas y la visión de Harris para disimular su incomodidad con apoyar a una mujer —un argumento que el ex Presidente Barack Obama esgrimió recientemente durante la campaña electoral.

Mills, la Gobernadora de Maine, dijo preguntarles a los electores: “Imagina que Kamala Harris es Ken Harris; si fuera un hombre, un hombre de mediana edad, ¿pensarías de manera diferente al respecto? No es misoginia, pero la gente de ciertos segmentos de la población está acostumbrada a ver a un hombre blanco en ese puesto ejecutivo, y siempre ha sido más difícil para las mujeres demostrar capacidad ejecutiva, que Kamala posee”.

Dan Faingnaert, de 71 años, y su esposa, Marilyn Shields, de 72, de Monaca, Pensilvania, que publican juntos un periódico centrado en las motocicletas, coinciden en su apoyo a Harris y consideran que Trump es “destructivo” en el escenario internacional (palabras de Faingnaert), o simplemente “demente”, como expresó Shields.

Pero aunque Faingnaert dijo que pensaba que Harris estaba en una posición más fuerte que Biden en el 2020, Shields tenía sus dudas. Cuando se le preguntó por qué, respondió sin rodeos: “porque es mujer”.

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