El pozo que, según arqueólogos, tenía como finalidad enfermar a los lugareños

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En los últimos días del siglo 12, con Noruega sumida en guerras civiles, los bagler, una facción alineada con el Arzobispo, sitiaron Sverresborg, el castillo fortaleza del Rey Sverre Sigurdsson.

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El monarca estaba fuera, por lo que los sitiadores saquearon el castillo, incendiaron casas y envenenaron el suministro de agua al arrojar el cadáver de uno de los hombres del rey de cabeza al pozo y llenarlo de piedras.

Esta primera guerra biológica está registrada en “La Saga de Sverris”, una biografía contemporánea del Rey, quien gobernó gran parte de Noruega de 1184 a 1202.

Durante mucho tiempo, eruditos han debatido la veracidad de esta crónica como documento histórico, pero un estudio publicado recientemente en la revista iScience relata cómo investigadores exhumaron el cuerpo del “Hombre del Pozo” y, con la ayuda de ADN antiguo, han ofrecido nuevos detalles sobre quién era.

“Es la primera vez que se han identificado con certeza los restos de una persona o personaje descrito en una saga nórdica”, afirmó Michael D. Martin, un genómico evolutivo del museo de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. “También es el caso más antiguo en el que hemos recuperado la secuencia completa del genoma de una persona específica mencionada en un texto medieval”.

El Hombre del Pozo era poco más que un mito hasta 1938, cuando arqueólogos excavaron un pozo abandonado en las ruinas, a las afueras de Trondheim, en el centro de Noruega. En el fondo, a unos 6.4 metros de profundidad, hallaron restos humanos intactos. Pero los investigadores carecían de la tecnología para hacer algo más que un simple reconocimiento visual.

“No hay registros de la excavación, salvo una fotografía”, dijo Anna Petersén, arqueóloga del Instituto Noruego de Investigación del Patrimonio Cultural, en Oslo. “No hay agendas, diarios ni nada”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la investigación se detuvo abruptamente cuando el Ejército alemán ocupó la zona y el Hombre del Pozo quedó en el olvido.

Transcurrieron otras siete décadas antes de que se realizara una segunda excavación. Esta vez, el Hombre del Pozo fue exhumado parcialmente. Datación por radiocarbono de un fragmento de sus costillas determinó que vivió hace unos 800 años, una época que coincide con la incursión descrita en la saga.

En el 2016, un proyecto de seguimiento encabezado por Petersén expuso los postes de madera y el revestimiento del pozo y desenterró el esqueleto de un hombre de entre 30 y 40 años. Sólo llevaba puesto un zapato de cuero perfectamente conservado y le faltaba un pie, un brazo y un omóplato. “Me pareció que había sido gravemente herido antes de ser arrojado al pozo”, dijo Petersén.

El equipo de investigación trabajó con deCODE Genetics, una compañía islandesa con datos sobre genealogía, genotipos y fenotipos. ADN extraído de sus premolares dejó entrever que tenía ojos azules, piel clara y cabello rubio o castaño claro.

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