Antonio Tarazona, su esposa Lourdes García y su bebé de tres meses iban en su carro por las calles de Paiporta, en Valencia, cuando fueron sorprendidos en la noche del martes por el agua que inundó decenas de localidades de esta comunidad del oriente de España como consecuencia del paso del fenómeno meteorológico llamado dana. Mientras intentaban salir del carro para salvarse, la tromba de agua se llevó a Antonio, y Lourdes y la pequeña quedaron atrapadas en el vehículo.
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“El carro empezó a flotar. Lo pudimos anclar a una señal, yo intenté bajar por la ventana, porque la altura del agua era de metro y medio, pero la fuerza era brutal. Intenté llevarme a la niña a una rotonda, no lo pude conseguir y me desprendí del carro. En el coche se quedaron Lourdes y la bebé”, le contó Tarazona al diario El País.
Lo último que vio Tarazona fue cómo su esposa pedía auxilio mientras la corriente arrastraba el carro cada vez más lejos suyo. Las buscó en refugios y esperó noticias de los rescatistas, pero los cuerpos sin vida de Lourdes y la pequeña fueron encontrados el miércoles dentro del carro y hoy hacen parte del trágico recuento de al menos 205 muertos –202 en la provincia de Valencia– que deja la emergencia en España.
La dana, también conocida como gota fría, es una Depresión Aislada en Niveles Altos. El aire frío Mezclado con el más cálido y húmedo del mar Mediterráneo, provocó lluvias que alcanzaron niveles récord y que desbordaron ríos y torrentes que luego arrasaron con todo a su paso.
Según las cifras de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en municipios como Chiva cayeron hasta 491 litros de agua por metro cuadrado en solo ocho horas, lo que supone la cantidad de lluvia de casi un año entero.
La de esta semana ha sido la peor dana del siglo en España y ya es considerada una de las mayores tragedias causadas por las lluvias en todo el país en las últimas décadas. Y el saldo aún es preliminar…
Y es que, las calles de la Comunidad Valenciana son muestra de la pesadilla vivida: hay carros volteados, apilados y estrellados contra construcciones y andenes, calles anegadas, casas derruidas y puentes arrasados, además de animales atrapados, parqueaderos inundados, árboles desprendidos, postes derrumbados y ramas caídas. La escena también se resume en cables tirados y entrecruzados y objetos que navegan entre el agua color café.
Hicieron lo imposible. Bajaron y subieron hasta que ya no pudieron más porque el agua se llevaba a la gente
Aún más grave es el hecho de que hay localidades enteras que todavía están aisladas: no hay luz ni agua potable y escasea la comida. El barro llega a todos los rincones y es como si una guerra hubiera destruido la zona.
“El patio está tapado con coches y motos y es imposible salir. Y la gente mayor aquí no puede acceder a ir por comida, por agua o salir a la calle para respirar un poco de aire”, le contó un vecino de la localidad valenciana de Alfafar a RTVE.
En medio de ese panorama, las historias de los afectados se cuentan por decenas. Como los ancianos de una residencia en Paiporta, que estaban comiendo cuando entró una tromba de agua. Mientras los inundaba, y en medio de gritos de horror y auxilio, los empleados alzaron a muchos adultos mayores y los subieron por las escaleras. Eran 124 y murieron seis. Al día siguiente, solo quedaban silencio y desolación.
“Los ascensores no funcionaban. Hicieron lo imposible. Bajaron y subieron hasta que ya no pudieron más porque el agua se llevaba a la gente. También los abuelos aguantaron y aguantaron y fueron unos héroes”, contaron testigos a diarios españoles.
'La gente se agarraba a troncos, postes o árboles'
En Benetússer, un poco más al oriente, una familia se encontraba en el bar que administra cuando los sorprendieron las inundaciones. Los padres intentaron coger a sus dos hijos, pero no pudieron agarrar a la niña de 11 años y vieron horrorizados cómo la fuerza del lodo se la llevaba.
El nivel del agua era tal que esa noche la gente se agarraba a troncos, postes o árboles y se subía a plataformas altas para no ser arrasada por la corriente. Muchos incluso esperaron en los techos durante horas antes de ser rescatados.
Los parqueaderos también se convirtieron en una especie de trampas humanas. Como la mayoría están ubicados en sótanos, sus propietarios –con temor de que se fueran a inundar– acudieron a sacar sus carros. Pero muchos no solo no lo pudieron hacer, sino que quedaron atrapados.
Nicasio Cardona, en la población de Massanassa, por ejemplo, intentó salir con su mujer del garaje cuando fue arrasado por la corriente. Sus vecinos intentaron ayudarles, pero solo pudieron salvar a la mujer y él murió ahogado. En otro barrio, en La Torre, las autoridades encontraron ocho cadáveres en un solo parqueadero.
La tragedia también ha alcanzado a los colombianos, pues se calcula que unos 14.000 connacionales residen en Valencia, siendo el país latinoamericano con más ciudadanos en dicha ciudad.
El jueves, las autoridades confirmaron a Nelson Quijano, un bumangués de 59 años que había viajado a Valencia en julio para disfrutar un tiempo con su hijo, como la primera víctima mortal colombiana del fenómeno climático, tras quedar atrapado en un trancón en el momento de la emergencia.
(Nelson) terminó de hacer el recorrido, llegó un trancón sobre una autopista, llamó a mi sobrino y le dijo que estaba asustado
“Regresando de una paquetería pasó el imprevisto. (Nelson) terminó de hacer el recorrido, llegó un trancón sobre una autopista, llamó a mi sobrino y le dijo que estaba asustado, que estaba muy nervioso, fue lo último que le dijo al hijo”, contó su familia.
Otros 32 connacionales están desaparecidos, según informó el presidente colombiano, Gustavo Petro, y decenas más vieron sus casas inundadas y perdieron sus bienes por cuenta del agua.
Después del vendaval llegaron la tristeza y las culpas. Ahora, la gente busca a sus seres queridos y llora a sus muertos. Algunos saquean supermercados, pese a estar protegidos por guardias y policías. Otros arrasan con lo que encuentran, mientras se lanzan avisos para que compren con prudencia con el fin de no aumentar el desabastecimiento. Los militares rescatan víctimas por aire y tierra. Y todos se preguntan cómo pudo pasar esto y por qué no se tomaron medidas a tiempo.
¿Hubo fallas en las alertas?
La discusión se centra en si fue negligencia de la Agencia Estatal de Meteorología o de la presidencia de la Comunidad Valenciana. El sistema de avisos de fenómenos meteorológicos adversos en España funciona según el plan Meteoalerta. La Aemet emite los anuncios de varios colores, de acuerdo con la gravedad: verde, amarillo, anaranjado y rojo. Luego, la responsabilidad pasa a los servicios de emergencias, que dependen de las comunidades autónomas (departamentos). Son ellos los encargados de avisar a los ciudadanos los riesgos y las medidas que se deben tomar.
Hubo un aviso meteorológico con tiempo suficiente, y lo que falló fue la transmisión de ese aviso a la población
Aunque la Aemet advirtió desde el 20 de octubre de la llegada de la dana a la Península Ibérica y el martes, sobre las horas de la mañana (7:30 a. m.), lanzó una alerta roja indicando “un nivel de riesgo muy alto para la población”, no fue sino hasta las ocho de la noche cuando los ciudadanos de Valencia recibieron los mensajes que les indicaban que no debían desplazarse en la provincia, cuando ya varios se encontraban en las calles o rumbo a sus casas.
En algunos sitios, los mensajes llegaron más tarde, hacia las 9 de la noche, cuando la lluvia ya llevaba más de ocho horas y los ríos ya se estaban desbordando.
“Aunque la cantidad de agua que terminó por caer era imposible de prever, hubo un aviso meteorológico con tiempo suficiente, y lo que falló fue la transmisión de ese aviso a la población. Por eso la gente siguió haciendo vida normal pese a la alerta”, le dijo Jorge Olcina, climatólogo de la Universidad de Alicante, a la BBC.
Ese martes, hacia la una de la tarde, Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, alertó en redes sociales que había que tener prudencia en las carreteras, pero afirmó que se esperaba que el temporal disminuyera hacia las 6 de la tarde. Aunque ocurrió todo lo contrario.
El líder del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, al que pertenece el presidente de la comunidad, ha defendido el accionar de Mazón al afirmar que “un presidente autonómico gestiona en función de la información que recibe, y que depende de organismos con competencia exclusiva del Gobierno central, véase la Aemet o la Confederación Hidrográfica”.
Pero el gobierno de la comunidad de Valencia también ha recibido críticas por el desmonte de la Unidad Valenciana de Emergencias, el órgano destinado a responder rápidamente ante las catástrofes y que sacó del aire en 2023 afirmando que “no mejoraba ni ampliaba los servicios”.
Por lo pronto, mientras las discusiones políticas afloran tras la tragedia, unos 2.000 militares trabajan en las labores de rescate. 500 militares se sumaron el viernes a los 1.200 que ya estaban en Valencia y el sábado llegaron 500 más. Al tiempo, ha aflorado la solidaridad de los españoles. El viernes, cientos de vecinos, aprovechando el día festivo de Todos los Santos, partieron hacia las zonas afectadas para ayudar a cada uno de las víctimas de la crisis.
JUANITA SAMPER OSPINA - CORRESPONSAL EL TIEMPO - MADRID