‘Vale la pena poner a un lado las diferencias y encontrar cómo transformar a Colombia’

hace 1 mes 203

El comunicado de prensa de la Academia Real de Ciencias de Suecia expedido el pasado lunes informó que el premio Nobel de Economía de 2024 había sido otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, por “haber demostrado la importancia de las instituciones de una sociedad para la prosperidad de un país”. Dicha aproximación, que toma elementos de otras disciplinas, ayuda a entender el motivo de que distintas naciones, las cuales fueron colonias en el pasado, hayan tenido tránsitos diversos desde su independencia.

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Premio Nobel de Economía

El premio Nobel de Economía de 2024 fue otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson

Foto:AFP

La noticia tuvo especial resonancia en Colombia, objeto de numerosos trabajos académicos de los laureados. En su momento, el libro Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza -escrito por Acemoglu y Robinson- llegó a ser uno de los más vendidos localmente cuando apareció hace algo más de una década, entre otras porque hace múltiples referencias a la realidad nacional.

No hay duda de que el principal responsable de tales observaciones es Robinson -nacido en Gran Bretaña- quien, al poco tiempo de haber obtenido su doctorado en economía en la Universidad de Yale en Estados Unidos, se vinculó como profesor de la escuela de verano de la Universidad de los Andes en donde enseñó durante 28 años. Sus alumnos se cuentan por centenares, incluyendo a aquellos colombianos que han estudiado en la Universidad de Chicago en donde reside y tiene su cátedra usual.

Y aparte de lo anterior están los amigos que le mostraron desde un comienzo una realidad muy distinta a la de Bogotá. Eso, además de estar casado con la economista y politóloga uniandina María Angélica Bautista, también dedicada a la academia.

Por cuenta de ese cúmulo de circunstancias, el nuevo Premio Nobel habla con propiedad sobre Colombia. Su visión del país la complementa con un profundo conocimiento de América Latina y África subsahariana, en la cual se concentra actualmente. El miércoles, en medio de una agenda que ahora apunta a ser todavía más intensa tras el reconocimiento otorgado, conversó con EL TIEMPO.

¿Cómo reacciona usted a la afirmación según la cual lo que más importa en la economía es la política?

Así lo creo. De alguna manera en eso se ha concentrado mi trabajo a lo largo de los pasados 30 años, que busca entender el papel de la política en el desarrollo.

James Robinson, doctor en Economía, actualmente da clases en la Universidad de Chicago (Estados Unidos) y por 28 años enseñó en Colombia, en la Universidad de los Andes.

James Robinson, doctor en Economía, actualmente da clases en la Universidad de Chicago (Estados Unidos) y por 28 años enseñó en Colombia, en la Universidad de los Andes.

Foto:AFP

¿Por qué se enfocó en este campo?

Estudié economía y obtuve mi doctorado. Siempre me fascinó el análisis de la política y nunca entendí por qué no se hablaba de ella en esa época. Intenté tomar clases de ciencia política, pero la aproximación metodológica en aquellos días era muy distinta y fue difícil para mi procesar la información. Solo hasta que terminé la universidad y comencé a hacer investigación, elaborar modelos y recolectar datos entendí lo crítica que es la una respecto a la otra.

Hay quienes señalan que al leer sus trabajos nace una especie de desesperanza respecto a ciertas sociedades en donde la política funciona mal y se vuelve casi imposible cambiar las instituciones para que las cosas mejoren…

No se trata de la topografía o de la herencia católica en el caso de ustedes, sino de las instituciones, que son las estructuras formales o informales que guían el comportamiento individual y colectivo

Sé que hay personas que dicen eso, pero siempre pensé que los análisis que hemos hecho tienden a ser más optimistas. Por ejemplo, muchos colombianos dicen que el país es relativamente pobre porque tiene montañas y selvas, que hacen difícil su geografía. Y eso con seguridad no se puede cambiar. Nuestra teoría sostiene que lo que importa es cómo las personas organizan sus sociedades. Entonces no se trata de la topografía o de la herencia católica en el caso de ustedes, sino de las instituciones, que son las estructuras formales o informales que guían el comportamiento individual y colectivo, las cuales incluyen la ley, pero también una serie de reglas no escritas respecto a lo público o la manera de actuar colectivamente.

¿Cuál es la salida?

El punto en el que nos concentramos es que si la gente se enfoca en cambiar las instituciones para que funcionen mejor lo puede hacer. Ese ha sido el caso en muchos lugares, aunque reconozco que existen fuerzas que llevan a la persistencia de ciertas instituciones así no convengan. También argumentamos que las realidades de hoy tienen raíces profundas que vienen del pasado y responden a la manera en que se construyeron las economías coloniales, algunas más extractivas y otras más incluyentes.

¿Qué le dice ese enfoque en el caso de Colombia?

Que sirve para entender muchos de sus problemas: la concentración de la riqueza, la debilidad de las instituciones políticas, la larga historia del clientelismo, las falencias del Estado, entre otras características.

Salir del círculo vicioso resulta todo un desafío…

Acepto que cambiar eso no es fácil, pero hay ejemplos que demuestran que es posible. Chile, para hablar de un caso latinoamericano, en los años 60 del siglo pasado tenía un sistema electoral en el que había corrupción extrema, que incluía compra de votos y fraude. Después de la dictadura surgió un sistema mucho más limpio, en mi opinión. En el resto del mundo sitios como Corea del Sur, Emiratos Árabes o las islas Mauricio han evolucionado para mejor. Entonces el mensaje es que se puede hacer, pero no hay una receta simple sobre cómo hacerlo. Entre otras porque el diablo está en los detalles.

¿De dónde viene su interés en este país?

La tesis con la que me gradué del doctorado fue sobre economía matemática, algo muy abstracto. La hice porque quería entender esa rama y dominarla, pero realmente mis intereses estaban en otro lado. Había otras cosas que me llamaban la atención en el mundo, pero no sabía cómo estudiarlas. Supongo que no tenía la confianza para hacerlo porque se salía de lo que aprendían los economistas usualmente.

¿Y qué pasó?

Había terminado mis estudios en Yale y Juan Ricardo Ortega (hoy presidente del Grupo de Energía de Bogotá), quien había sido compañero mío, me escribió para decirme que estaba dando clases en los Andes y propuso que viniera a enseñar durante el verano en Estados Unidos. En ese momento necesitaba profundizar mi conocimiento del mundo y acepté. Realmente me gustó: los estudiantes, la universidad. Me sentí en casa. A partir de ahí, comencé a tener estudiantes colombianos en Chicago y hubo un mecanismo de retroalimentación porque venían con ideas de investigación y empecé a escribir documentos con ellos, con lo cual todo se fue escalando. Así duré 28 años, aunque ahora me dedico a hacer algo parecido en África. Tres décadas atrás a lo mejor me necesitaban en Colombia. Ahora ya no.

James Robinson, doctor en Economía, actualmente da clases en la Universidad de Chicago (Estados Unidos) y por 28 años enseñó en Colombia, en la Universidad de los Andes.

James Robinson dio clases en la Universidad de los Andes por 28 años.

Foto:Universidad de los Andes

¿Por qué?

Porque tienen gente muy capaz e inteligente. Jóvenes brillantes. Ahora hay muchos que son mejores que yo enseñando, de manera que ya era hora de seguir adelante.

Para usted habría sido muy fácil quedarse en Bogotá en cada temporada allá…

Tuve mucha suerte. La periodista María Teresa Ronderos, mi amiga, me convenció de acompañarla a diferentes lugares. Fuimos al Magdalena Medio o a los Montes de María y entonces me encontré con una Colombia muy distinta, como otro mundo. Nada que ver con la sociedad “rola”. Desde entonces, he sido muy afortunado de contar con personas que me han mostrado múltiples realidades, como Juanita León o Paula Moreno, con quien estuve en Quibdó. Fui muy cercano a Malcolm Deas quien también amó profundamente el país y me insistió en que había que conocer el territorio, en lugar de quedarse en la Zona Rosa y pretender que uno entiende la lógica que prevalece.

¿Cómo nos describe?

Ustedes son como un archipiélago. Pienso que existen muchas Colombias, muchas identidades, muchas regiones. Todo eso se mantiene unido por cuenta de las conexiones sociales y las redes de diverso tipo, en un lugar muy heterogéneo. Obviamente hay una identidad colombiana por cuenta de la música, la cultura o el fútbol. Por cierto, no creo que esa diversidad sea un impedimento para que las cosas cambien.

¿Hay una razón para que sea optimista respecto al país?

Creo que el presidente Petro realmente recibió un mandato democrático para hacer algo distinto, pero no veo que sea capaz de proveerlo. Tiene exactamente el mismo problema de cualquier otro gobierno previo, que es la incapacidad de implementar.

No hay muchos motivos en estos momentos, lamentablemente. Creo que el presidente Petro realmente recibió un mandato democrático para hacer algo distinto, pero no veo que sea capaz de proveerlo. Tiene exactamente el mismo problema de cualquier otro gobierno previo, que es la incapacidad de implementar. Puede no haber nacido en Bogotá, pero su mentalidad es la misma de sus predecesores que es asumir que pasar una ley o sacar un decreto basta.

Es la tierra del 'publíquese y cúmplase'…

Y para un inglés como yo eso es desconcertante. Consiste en la ausencia de la experiencia empírica. Las cosas nunca se hacen y se asume que así está bien. Basta con pasar más leyes o escribir una constitución y la vida sigue. Casi que podría describirse como una utopía constante que permite imaginar que se pueden resolver los problemas sin construir las instituciones necesarias para reconfigurar la sociedad. El proceso de paz con las Farc es un ejemplo de ello.

¿Son los líderes que elegimos?

Creo que hay algo más fundamental. Es la manera en que el Estado interactúa con la sociedad. Nunca existe el impulso político o el programa que cambie la situación. Hasta ahora no veo nada de eso en el gobierno de Petro.

¿Lo vio en alguien?

La única persona que tenía un plan real de cómo cambiar las cosas fue Uribe, como queda claro cuando se lee su autobiografía. Su problema es que solo le interesaba derrotar a las Farc. Pero hay unas verdaderas lecciones que se derivan de lo que hizo bien y cómo lo estructuró.

¿Qué es lo que más le cuesta trabajo cuando viaja a Colombia?

La gente que cree que han escrito una historia de éxito. Ir allá significa ajustarse a considerar como normales cosas que no lo son.

James Robinson, doctor en Economía, actualmente da clases en la Universidad de Chicago (Estados Unidos) y por 28 años enseñó en Colombia, en la Universidad de los Andes.

James Robinson, doctor en Economía.

Foto:Universidad de los Andes

¿Nos parecemos al resto de América Latina?

Sí y no. Por supuesto que en otras naciones de la región hay elementos similares. También en África aparecen fenómenos del mismo estilo, pero es imposible hacer generalizaciones.

¿Cuál es su explicación del auge del populismo?

La personalización de la política usualmente viene acompañada de una desinstitucionalización y eso usualmente nunca acaba bien

Tiene que ver con la desilusión respecto a la democracia, causada por la menor movilidad social o la desigualdad. Ahora que lo vemos en lugares tan distintos como Hungría, Filipinas, India o Estados Unidos, encontramos ese tipo de líderes que parece que traen una solución y hablan horas desde un podio. Gente que tradicionalmente se ha sentido excluida de pronto se ve representada, pero la personalización de la política usualmente viene acompañada de una desinstitucionalización y eso usualmente nunca acaba bien.

Uno de sus trabajos sostiene que la democracia a la larga hace a la gente más próspera que cualquier otro sistema…

Así es, como lo muestran los datos. Parte de la explicación es que el sistema democrático permite ensayar soluciones y devolverse si estas no funcionan, en lo que debería ser un proceso continuo. Se trata de un permanente aprendizaje que toma tiempo, pero da resultados.

¿Qué mensaje le gustaría enviar para Colombia?

Hay algo fantástico acerca del país, de su sociedad, de la creatividad que uno encuentra. Todo eso puede florecer

Que hay que seguirlo intentando. Hay algo fantástico acerca del país, de su sociedad, de la creatividad que uno encuentra. Todo eso puede florecer. Tienen tanto potencial que la pregunta es cómo desatarlo. Hacerlo requiere seriedad, planeación, capacidad de implementar, definir prioridades. Por eso vale la pena poner a un lado las diferencias y encontrar cómo transformar a Colombia, para bien de la mayoría.

RICARDO ÁVILA

Analista Sénior

Especial para EL TIEMPO 

En X: @ravilapinto

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