Antes de su muerte, la ausencia en el debate de Mario Vargas Llosa y su retiro de la escritura en tiempos tan políticamente erizados y cambiantes dejaron a muchos lectores sin una brújula. Eran pocas las voces con un recorrido vital suficiente, bagaje intelectual sólido y principios claros que permitían orientarnos en el nuevo entorno, tan extraño e incierto. Por eso, como lo advirtió el ensayista, compilador y prologuista de la obra periodística del Nobel peruano, Carlos Granés, más que nunca una voz como la de Vargas Lleras hará falta.
En sus ensayos, Vargas Llosa calificó a Donald Trump como un ‘imbécil racista’ o ‘un personaje ridículo’. ¿Qué hubiese escrito sobre Trump de sus primeros meses de su segundo gobierno?
Hubiese sido más duro y crítico. Porque lo que está haciendo Trump es traicionar todos los valores estadounidenses. Mario defendía mucho a EE. UU. porque en el corazón de su credo político estaban la libertad y la democracia liberal. Pero Trump traiciona esa esencia. ¿Cómo? Al traicionar a Europa y al legado de la posguerra, uniéndose con Putin, la antítesis de todo ello. Ahora, con el ‘Trump 2.0’ mucho más radical, incierto y desafiante para Occidente, si Mario hubiera escrito, sería aún más pesimista.
En un ensayo escrito en el 2003, a propósito de la coalición de EE. UU. con Inglaterra y España en la invasión de Irak, Vargas Llosa alertó de la posibilidad de “convertir a Europa en una asociación de países dóciles liderados por un eje franco-alemán, enfrentados contra EE. UU.”. Parece profético.
El nobel peruano, Mario Vargas Llosa. Foto:Pierre-Philippe Marcou / AFP
Sí. Hoy Europa está pagando su ceguera geopolítica. Durante mucho tiempo, Mario fue muy crítico con ese sentimiento antiyanqui que se advertía sobre todo en Francia. También fuimos ingenuos creyendo que la alianza con EE. UU. iba a ser eterna. Ahora Europa despierta con miedo, dándose cuenta de que era una ingenuidad creer que siempre sería así. Europa anda a la deriva buscando liderazgos que logren unirla, consolidarla y comprometerla en cosas muy incómodas para la población, como es el rearme. Europa se definió a sí misma en los últimos años como un continente más allá de las guerras, pensó que podía desentenderse de la carrera armamentista. Con la Otán, creía que un paraguas nuclear era suficiente. Pero en cuestión de dos meses, el tiempo que lleva Trump en el poder, Europa empieza a buscar un nuevo líder y metas más claras.
Siempre se vio la relación de Vargas Llosa con Cuba como su mayor giro ideológico. Pero otro gran cambio tuvo que ver con su vínculo con Israel, especialmente ante la cuestión palestina. ¿Cómo analiza esos cambios?
Él descubre Israel siendo un intelectual de izquierda a mediados de los años 70, ya decepcionado del castrismo tras el Caso Padilla. Vivía un período de orfandad, se había quedado sin referentes. Entonces inició una búsqueda de nuevas ideas que le permitieran orientarse. En Israel descubrió algo parecido a una utopía hecha realidad: una población al punto del exterminio, que logra construir en un pedazo de desierto una sociedad moderna, próspera y democrática. Sin embargo, muy pronto Vargas Llosa se dio cuenta de que esa utopía tenía un gran lunar: el conflicto eterno con Palestina. Intentó intervenir en el debate público buscando una solución sensata y democrática. Fue a Gaza y vio el horror. Escribió ensayos sumamente críticos con el gobierno de Sharon, que hoy parece una paloma al lado de Netanyahu. Hoy en día, viendo lo que está pasando, sería doblemente crítico.
En Israel descubrió algo parecido a una utopía hecha realidad: una población al punto del exterminio, que logra construir en un pedazo de desierto una sociedad moderna, próspera y democrática. Sin embargo, muy pronto Vargas Llosa se dio cuenta de que esa utopía tenía un gran lunar: el conflicto eterno con Palestina
Carlos GranésEnsayista colombiano.
¿Podríamos decir que su desencanto del socialismo se repitió con el sionismo?
No lo sé. Hay ciertos elementos del sionismo que aún podría defender. Me imagino que hoy Mario seguiría en la línea de la política de los dos Estados, aunque ya nadie hable de ella. La situación ha dado un giro tan dramático que ya no sabemos si Palestina podrá sobrevivir. Si el delirio trumpista de convertir la franja de Gaza en una ribera con casinos es solo una boutade o si hay algo detrás. ¡Todo puede pasar!
Mario Vargas Llosa en México. Foto:EFE
El tercer volumen de su obra periodística, ‘El reverso de la utopía: América Latina y Oriente Medio’, incluye dos libros breves: ‘Israel-Palestina’ y ‘Diario de Irak’. ¿Cómo influyó en el escritor la visita a ambos territorios en conflicto?
En estos libros se ve con mucha más claridad su faceta como reportero. Hizo lo mismo en Nicaragua y en Cuba. Estas experiencias le permitieron ver las cosas de manera directa, los estragos de la historia en el terreno, hablando con sus protagonistas y con sus víctimas. Allí donde fue, la historia lo persiguió.
Otro gran tema de Vargas Llosa fueron sus reflexiones sobre el terrorismo internacional...
En sus novelas, la figura del fanático capaz de inmolarse por una idea le pareció siempre compleja y fascinante. Era lógico entonces que el fanatismo real le causara gran interés. El dilema que supusieron los islamistas suicidas iba más allá: la posibilidad de la convivencia de poblaciones musulmanas en las sociedades occidentales, sin que los Estados presionaran para su integración. El terrorismo islamista demostró que esa política tenía fracturas, pues en el corazón de Occidente podían crecer fanáticos dispuestos a atentar contra la sociedad que los acogía. La libertad de aprender o no el idioma, o de integrarse o no al país de acogida, empezó a engendrar monstruos. Y de alguna forma, Vargas Llosa abordó ese debate.
En sus novelas, la figura del fanático capaz de inmolarse por una idea le pareció siempre compleja y fascinante. Era lógico entonces que el fanatismo real le causara gran interés
Carlos GranésEnsayista colombiano.
Hay temas que a Vargas Llosa le resultó difícil predecir las consecuencias. El caso cubano, por ejemplo. Creyó que, tras la muerte de Castro, el régimen no sobreviviría un minuto.
Sí, había algo de wishful thinking en ese ensayo, más un deseo que un análisis frío. Aunque entiendo ese cálculo. Lo que mantenía sosegada a una población sin libertad, sin comida y sin luz, era la presencia de Fidel Castro, quien tenía aún un aura mística. Sin él, era esperable que la gente perdiera el miedo y se rebelase. Sin embargo, antes de morir, Castro hizo algo inteligente: retirarse del poder. Con eso garantizó la sucesión y el control del partido. En el 2016, yo estaba con Mario el día que murió Castro. Estábamos en la Feria del Libro de Guadalajara, y desayunamos con la noticia de su muerte. ¿Y qué pasó? Nada. Ningún escritor se volvió a su habitación a escribir un artículo sobre las posibilidades de cambio en Cuba. Todos sabían que en Cuba no iba a pasar absolutamente nada. Fue una muerte intranscendente. Cuba seguiría exactamente igual. Castro murió dejando todo bien atado.
ENRIQUE PLANAS (*)
El Comercio (Perú) - GDA
(*) El texto original se publicó el 23 de marzo, días antes de la muerte de Mario Vargas Llosa y EL TIEMPO lo republica por su valor.