En 2009, Santiago Cruz lanzaba el que, sin lugar a dudas, se convirtió en uno de los discos más importantes de su carrera: Cruce de Caminos. El álbum marcó un antes y un después en la música colombiana y, por supuesto, en la vida del cantautor nacido en Ibagué.
Producido por el español Nacho Mañó (histórico productor del pop español de Mecano, Presuntos Implicados, Alejandro Sanz) y con once temas de su autoría más uno coescrito con Fernando Osorio, el álbum no solo le abrió las puertas de manera contundente, sino que lo consolidó como una de las voces más honestas y profundas de la escena pop latinoamericana. Cruce de Caminos fue nominado al Latin Grammy en la categoría Mejor Álbum Cantautor, obtuvo Disco de Oro y Platino en Colombia, y le permitió a Cruz llevar su música a nuevos escenarios.
Más allá de los premios y reconocimientos, el disco representó un momento de valentía: el de apostar por canciones sinceras, a contracorriente de las modas del momento, y defender con convicción una voz propia.
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Este año se cumplen 15 años de su lanzamiento, por lo que Cruz le hizo un homenaje para celebrar este hito con Quince de Caminos, un proyecto que reinventa el anterior en un formato íntimo, emotivo y poderoso: grabado en vivo, en audio y video, ante un público selecto.
Acompañado por una banda de lujo —que incluye a su grupo base y a músicos destacados de la escena independiente latinoamericana como Juan Pablo Vega, Juan Galeano y Daniel Álvarez (Diamante Eléctrico), y Daniel Duplat—, Cruz les da nueva vida a estas canciones. La producción estuvo nuevamente a cargo del reconocido Nacho Mañó, asegurando que la esencia del álbum se mantuviera a la par de su reinvención sonora.
Como parte de esta gran celebración, Cruz presentará Quince de Caminos en vivo el próximo 17 de octubre en el Movistar Arena de Bogotá, en un concierto que promete ser una noche inolvidable para todos los que han acompañado su camino durante estos 15 años.
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Hace 15 años, ¿usted qué esperaba que pasara con 'Cruce de Caminos'?
Es muy curioso, porque recuerdo el momento. Fue un poquito antes, en el estudio en España con Nacho. Estaba escuchando Baja la guardia, que aún no estaba completa, pero gran parte ya estaba armada. Recuerdo estar ahí con una sensación muy agridulce, porque tenía la certeza de que era una canción muy afortunada, al tiempo que le decía a Nacho: “Y pensar que esta canción no la va a poner nadie en Colombia”. Y él me preguntaba que por qué. Yo le decía que en Colombia sonaba otra cosa. En ese momento, el tropipop lo dominaba todo, y si no tenía percusión latina y acordeón, no tenía espacio. Y Nacho me decía: “¿Entonces por qué la estamos haciendo?”. Y yo le decía: “Porque es lo que yo quiero hacer”. Las expectativas eran bajísimas; y las espirituales, en cambio, eran el sueño de hacer música. Todo lo que pasó con Baja la guardia fue maravilloso. Y sigue pasando, porque la seguimos tocando y la gente sigue emocionándose. Es de esas canciones que la gente dice: “¿Yo por qué me sé esta canción?”.
¿Qué le diría hoy al Santiago que hace 15 años estaba en el estudio con Nacho?
Que tenía razón. Que sí era por ahí. Que sí valía la pena la defensa de esa voz y de esa idea de canción.
¿No le dio un poquito de miedo rehacer las canciones para 'Quince de Caminos'?
No, para nada. Porque al final se trata de tener apetito de curiosear, de investigar, de explorar, de ver qué podemos hacer distinto. Además, después de cantar una canción durante 15 o 20 años, hay momentos en los que quieres darle otra sonoridad. No es que uno se canse, porque siempre es mayor la dosis de agradecimiento a la canción que de hastío. Y además, sé que la gente quiere oírla. Siempre está el reto de si a la gente le va a gustar la nueva versión o no. Pero no se trata de competir con la original, porque la gente arma vínculos personales muy profundos con las canciones. Creo que el público que me sigue tiene una relación conmigo que permite ese tipo de exploraciones y las recibe con los brazos abiertos. Nunca hubo miedo de versionar; al contrario, hubo ilusión. La ilusión de sumar a Junior Zamora en 6am, por ejemplo. Porque con la voz que tiene, en una versión más cercana a la original, se iba a lucir, pero no de la misma manera.
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¿Cómo ha cambiado o evolucionado en estos 15 años como músico y como persona?
He evolucionado como músico porque he evolucionado como persona. He crecido en el entendimiento de la unión que tenemos todos con todo. Así como se habla de la huella de carbono, todos tenemos una huella energética. Y mi decisión ha sido que esa huella sea lo más positiva, constructiva, respetuosa y digna posible. También he entendido el respeto por este oficio. He estado en una pelea constante con el cínico que esta industria despierta en uno. Hace poco vi una entrevista a un director de cine que decía: “Yo sé que tengo un viejo adentro, y mi trabajo diario es huir de ese viejo”. Bueno, esta industria despierta un cínico muy grande, y mi trabajo ha sido huir de él y conectarme con el mero disfrute de hacer música. Y este proyecto fue eso.
Después de cantar una canción durante 15 años, hay momentos en los que quieres darle otra sonoridad. No es que uno se canse, porque siempre es mayor la dosis de agradecimiento que de hastío
Cuando grababa 'Cruce de Caminos', lo único que sonaba en Colombia era el tropipop. Hoy, ¿cómo ve el panorama musical?
Bueno, está claro que hoy hay una avalancha de urbano y regional mexicano. Pero también hay proyectos muy interesantes en la música colombiana. Gente haciendo pop, hip hop, con una comunidad fiel. A nivel latinoamericano también: artistas venezolanos como Lagos, Lasso, Joaquina… Y los de Morat, que están haciendo una gira mundial con estadios llenos. Aunque sigue fuerte el urbano, ya no es tan restringido el espacio. El espectro se ha abierto mucho más. Uno tiene que decidir ver ese otro lado del espectro.
El gremio de lo urbano mostró lo potente de juntarse. ¿Cómo se siente tras grabar este nuevo disco con gente que significa tanto para usted?
Me siento feliz. Esa fue una gran lección del mundo urbano, y por suerte ya la entendimos. Este proyecto fue como sentarse con los amigos del colegio a cantar. Antes lo hacíamos con canciones de otros, ahora lo hacemos con canciones mías. Y la diferencia es que ellos se las tuvieron que aprender. Quise celebrar el disco así. Se puede celebrar un disco de muchas formas, pero decidimos hacerlo tocando en vivo. Por lo que se escucha y se ve, fue lo que realmente pasó ese día.
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Hoy pareciera que hacer solo música, sin fuegos artificiales, es ser el rebelde del sistema…
No sé si soy un rebelde del sistema. Lo que sí sé es que era lo que se me antojaba hacer. Hay una frase en Credo, una canción de Cruce de Caminos, que dice: “Creo en la doctrina del salmón”, que tiene que ver con Andrés Calamaro y con esa idea de ir contra la corriente. La escribí hace 17 años, y muchas veces uno se siente así. Pero yo quiero quitarle a eso el matiz de lucha, de fricción, de heroicidad. En una de las canciones inéditas del proyecto, Un intento permanente, empiezo diciendo: “Siempre he sentido que en ningún lugar encajo, pero a mí ya no me importa, que se vayan pa’l carajo. Tengo un lugarcito propio que me he armado con trabajo”. Muchas veces uno dice: “No encajo”. Pero no se trata de encajar, sino de construir tu propio lugar. Y eso lo entendí ahora.
¿Tres palabras que usaría para definir 'Quince de Caminos'?
Orgullo, agradecimiento y nostalgia.
ÚRSULA LEVY
Para EL TIEMPO