Estados Unidos votó la semana pasada y Donald Trump estará, a partir del 20 de enero, por segunda vez al mando de la mayor potencia del planeta y el supuesto faro global de la democracia. Las consecuencias, y más a la luz de los primeros nombramientos que está anunciando, son impredecibles para el mundo, en especial para Europa.
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El miedo inmediato se refiere a Ucrania. La pesadilla de la Unión Europea se está convirtiendo en realidad. Al menos, para enfrentar al Donald estadounidense, la Unión Europea puede contar con su Donald europeo.
Se apellida Tusk, es polaco, primer ministro y es la antinomia europea de Donald Trump, de su pensamiento estratégico y de su visión iliberal de la democracia. Tusk, además, es el adversario declarado del húngaro Viktor Orban, admirador del Donald estadounidense, cuyos partidarios ha reunido en el Parlamento Europeo dentro un grupo político, los Patriotas, que se ha convertido en la tercera fuerza de la Eurocámara.
No tengo dudas de que, en el nuevo juego global, Europa será uno de los principales actores o un peón. Esta es la única verdad alternativa. Para ser el sujeto y no el objeto de la política global, Europa debe estar unidad económica, política y también militarmente como nunca. Para decirlo de manera simple: o estamos juntos o no seremos
Con su experiencia – Tusk fue presidente del Consejo Europeo entre 2014 y 2019, coincidentemente durante el primer mandato del Donald estadounidense -, el Donald europeo puede ser el líder que saque a la Unión Europea de su actual apatía. Con la condición de que logre liberarse de la herencia del trumpismo de su país.
Tusk es uno de los pocos líderes que intervino en la campaña electoral estadounidense. Pero su mensaje fue más bien dirigido a sus colegas europeos: “¿Harris o Trump? Algunos sostienen que el futuro de Europa depende de las elecciones estadounidenses, mientras que depende ante todo de nosotros. Con la condición de que Europa finalmente crezca y crea en su propia fuerza. Cualquiera que sea el resultado, la era de la externalización geopolítica ha terminado”, dijo en ese entonces.
Tusk venía a decir que a la Unión Europea le toca tomar su destino en sus manos. Incluso, si hubiera ganado Kamala Harris, porque desde la época de las administraciones de Barack Obama, Estados Unidos se estaba retirando de Europa para concentrarse en el Indo-Pacífico.
Incluso, en 2018, Tusk escribió en X (entonces Twitter): “Queridos Estados Unidos, aprecia a tus aliados, después de todo no tienes tantos”.
Al final de su experiencia como presidente del Consejo Europeo, Tusk explicó en una entrevista al alemán Die Zeit que Trump “es quizás el desafío más difícil” para la Unión Europea porque “por primera vez en la historia, hay un presidente estadounidense que está abiertamente en contra de una Europa unida. Apoyó el brexit y reza por la implosión de la Unión Europea”.
Pero Tusk ve alguna ventaja en Trump. En 2018, también decía que “Europa debería estar agradecida al presidente Trump, porque gracias a él nos hemos liberado de viejas ilusiones. Nos ha hecho entender que si necesitas una mano encontrarás una al final de tu brazo”. La Unión Europea sabe que ya no puede contar con Estados Unidos.
Ese mismo año, Tusk también dijo: “No tengo dudas de que, en el nuevo juego global, Europa será uno de los principales actores o un peón. Esta es la única verdad alternativa. Para ser el sujeto y no el objeto de la política global, Europa debe estar unidad económica, política y también militarmente como nunca. Para decirlo de manera simple: o estamos juntos o no seremos”.
La Unión Europea y Estados Unidos en el presente
Seis años y medio después la Unión Europea se encuentra en la misma situación. La experiencia de la administración Biden – el retiro de Afganistán, la falta de paz comercial, las políticas proteccionistas contra la inflación, las vacilaciones en Ucrania- han confirmado que Europa debe aprender a actuar sola, independientemente de quién esté en la Casa Blanca. Lamentablemente, la UE no se ha preparado durante los seis años transcurridos.
Tusk pesa en Europa, pero tiene una difícil tarea interna: la de restaurar el Estado de derecho y liberar a Polonia del legado iliberal de una década de gobiernos del PiS, de extrema derecha. Sólo le queda una etapa, las elecciones presidenciales de mayo de 2025, cuando Tusk espera liberarse también de Andrzej Duda, el presidente (del PiS) que, con sus vetos, representa el principal obstáculo para las reformas a favor del Estado de derecho.
Tusk gana peso porque desde la guerra rusa contra Ucrania y la caída del PiS, el conocido como “Triángulo de Weimar” (Francia, Alemania y Polonia) se ha convertido en central en la Unión Europea. Pero los otros dos vértices están cojos.
El francés Emmanuel Macron se debilitó a sí mismo disolviendo la Asamblea Nacional y ahora debe convivir con el conservador Michel Barnier. El alemán Olaf Scholz vio caer su coalición con liberales y ecologistas y el 23 de febrero Alemania irá a las urnas.
Tusk lo sabe y ante esta situación ha emprendido el proceso de dotar a Polonia de un ejército poderoso, bien equipado, capaz de comprometerse dentro de la Otán, pero también en beneficio de la UE si Estados Unidos falla. Y ha iniciado la construcción del escudo del Este, una red de fortificaciones defensivas en la frontera con Rusia.
Tusk es probablemente ahora mismo el líder más fuerte con el que puede contar la Unión Europea para construir la soberanía europea en torno a los principios de la democracia liberal y para hacerla autónoma de los caprichos de quienes ocupan el Despacho Oval en la Casa Blanca.