Desde muy pequeño, Daniel Duplat, también conocido como el ‘Príncipe de Chapinero’, se sumergió en el universo del piano, enfrentándose a la rigurosidad del conservatorio. Creció al compás de un piano Pleyel que resonaba en su hogar, tocado por su padre, y esas primeras notas no solo le inculcaron una profunda conexión con el instrumento, sino también el deseo de ir más allá de la música clásica y ser un cantante.
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Paradójicamente, en ‘Mosaico Pirata’, su más reciente producción, el artista se planteó cómo la calidad de grabación debe ser fundamental, frente a aquellos compilados de discos piratas que marcaron esa infancia.
Con influencias de la música 'disco', 'pop', rock en español -especialmente el legado de Argentina- y 'funk', el cantante buscó diseñar una obra hilada, un álbum conceptual, más que simplemente reunir un conjunto de sencillos independientes.
Sin embargo, dentro de esta propuesta, se destacan tres cortes: ‘Fresa’, una canción en colaboración con su amigo y colega Manuel Medrano; ‘Mosaico Pirata’, un sencillo con Juan Pablo Vega, y ‘El Truco’, con Santiago Cruz.
Con el piano y el saxofón como ejes principales de su propuesta musical, Duplat compone con la intención de darle un lugar protagónico a Bogotá, su ciudad natal, en la escena cultural colombiana, que está dominada por géneros de otras regiones del país.
Asegura que nunca buscó encajar en el molde del cantante colombiano tradicional: “No soy la voz más afinada y no sé bailar. Escribo desde mis experiencias de vida, como mi pésimo intento de triunfar en el amor y mi propia identidad bogotana”.
Tras el estreno del álbum, el cantautor habló con EL TIEMPO acerca de su proceso de creación y la trascendencia de esas nuevas piezas.
Cuando vas siguiendo el tren de las tendencias te pegas fácil pero en un año a nadie le importa
¿Hay alguna historia detrás del nombre del álbum ‘Mosaico Pirata’?
Todo viene de unos discos que existían en mi casa que se llamaban “mosaico pirata”. Eran unos compilados de canciones que hacía mi papá con temas de pop y rock en español ‘noventero’, ‘ochentero’ y ‘setentero’. Abarcaban temas como ‘Un beso y una flor’, de Nino Bravo; ‘How deep is your love’, de los Bee Gees, tendría ‘Eye in the Sky’, de Alan Parsons, pero también tendría ‘Pasos de Cero’, de Alborán, que es música que mucha gente asocia a su infancia o a su juventud. Había cinco o seis volúmenes en la casa y los discos tenían un diseño gráfico ‘dosmilero’ con fotos pixeladas de piratas “re feas” y el tracklist escrito con letra comic sans. Me encontré estos discos hace un año y medio o dos y, apenas los vi, desbloqueé mil recuerdos.
¿Qué tan importante ha sido esta creación para su identidad artística?
Ahora la gente piensa en ‘qué chimba’ crecer y ser adulto, pero igual creo que todos anhelamos un poquito volver al pasado y para mí eso está simbolizado en ese tipo de canciones porque las oigo y me transportan a esa era. El tipo de música de esos discos pirata es la que influyó en el sonido que hago porque ahí están mis referencias musicales y quiero hacer música así. En el momento de descubrir los discos, sentí que estaba en un punto de mi carrera donde ya tenía los recursos y la experticia para poder hacer ese tipo de arreglos y de música. Antes no entendía cómo funcionaba un estudio, no entendía cómo era la estructura de una canción y no se me ocurría cómo organizar la batería, el bajo y al guitarrista al mismo tiempo.
¿Cómo logró cohesionar las influencias tan variadas, como el rock argentino, el pop, el funk y la música clásica, en un solo concepto?
En el 2022 hice una gira por Alemania, Holanda y Austria con la Orquesta Filarmónica Joven de Colombia, dirigida por Andrés Orozco Estrada. Yo era el pianista de la orquesta en esa gira y vi por primera vez la fuerza de un grupo musical como ese. Si se mira la historia de los formatos musicales, la orquesta llegó a un máximo de tamaño. Hoy, lo más popular (en formatos grandes) son las 'big bands' de jazz, pero estas siguen siendo más pequeñas que una orquesta sinfónica.
De ahí, siempre he querido traer influencias de la música clásica a la mía, pero es muy difícil de hacer bien porque puede quedar de mal gusto. Por ejemplo, sé que si incluyera melodías de Brahms en la música, a nadie le importaría y a nadie le gustaría. Entonces este hilo de pensamiento me llevó a buscar música que tuviera instrumentaciones muy ricas como el 'disco' o el 'funk', que es música que tiene violines, tiene vientos, tiene arreglos espectaculares que te permite usar instrumentos sinfónicos en música pop y te permite ser muy refinado.
¿Podría contarnos quién es Uriel Dorfman y cómo fue la colaboración con él para alcanzar ese sonido tan característico?
Tengo un amigo que se llama Augusto Tamayo, y él es un pianista y arreglista que dejó su huella en la ola de 'pop' de antes, en la música de Cepeda y de Carlos Vives. Ahora tiene un sitio que es como un ‘rematadero’ donde hay piano y aguardiente ilimitado todos los viernes. Muchos cantantes van allá y ahí he conocido mucha gente. Me conocí con Manuel Medrano y en una de esas tertulias santafereñas ‘mamertas’ estaba Uriel Dorfman, un argentino flaquito con cara de buena gente y de ‘musicazo’.
Es un ingeniero de grabación que trabajó mucha música de Cerati y de Soda Estéreo. Lo conocí, hubo mucha química y yo sí dije: “Quiero la experticia de alguien que sabe mucho para grabar. Quiero que mi disco suene clásico”, no quería emular el sonido, sino que quería traer a alguien que tuviera la experticia de primera mano del sonido del rock argentino. Sin duda, el disco suena fenomenalmente bien gracias a él.
¿Qué le atrajo de trabajar con artistas como Santiago Cruz, Juan Pablo Vega y Manuel Medrano y cómo influye eso en su proceso creativo?
Hay una moda rara en el mundo. Es una una dinámica en la industria musical de ‘vamos a juntar estos dos artistas porque van a pegar’. Pero la prioridad no es que haya una amistad real, no es que haya química real, sino es cómo estos dos proyectos pegan. La gente se da cuenta de eso porque salen colaboraciones entre dos artistas y no hay ni una fotico de los dos juntos o no salen los dos en ‘parche’ grabando. ¿Cómo hicieron? Mandaron las voces a estudio en diferido y un productor en Miami mezcló y ya. Me parece muy desconectado ese proceso, por eso invité a mis amigos a estar en el disco: compartimos el mismo amor por la música y todos son unos grandes cantantes.
¿Qué descubrió en el proceso creativo de ‘Fresa’ y cómo cree que Bogotá se refleja en esta canción?
Yo quería que esta colaboración realmente fuera un terreno común de las dos personas. Quería también homenajear el legado musical tan impresionante que él tiene y hay un factor común que nosotros encontramos y es el 'disco' y el 'funk'. Son géneros que vengo queriendo explorar hace mucho tiempo y que él también viene trabajando hace mucho tiempo. Por otra parte, estaba el tema de reflejar el ‘bogotanismo’. Sí siento que Bogotá es hipócrita y me incluyo absolutamente. Somos una cultura hipócrita porque no nos decimos las cosas en la cara pero somos muy cordiales. Siento que esta música refleja ese espíritu ‘rolo’ de música súper fiestera y esa ‘vibra’ nocturna de una ciudad muy viva.
¿Cómo su propuesta visual complementa la narrativa sonora de ‘Mosaico Pirata’?
Para mí, lo ‘vintage’ es lo que se ve en la forma natural, porque es muy importante lo orgánico, lo instrumental. Quiero que mi espectáculo sea siempre un montón de músicos tocando de verdad y que no sea un guión preparado con pantallas y pólvoras, sino que sea música. El solo hecho de querer centrarse en hacer cosas que sean más música, más tocar y menos producción audiovisual, automáticamente es una práctica ‘vintage’.
Hoy, el estándar es lo digital, las sesiones de composición son en estudio con un MacBook y el computador hace todo. En el espectáculo, la cantante está con el micrófono y se inventaron una experiencia audiovisual tremenda donde sale un bosque y todos tienen unas luces en la pulsera. Por eso, esta manera de hacer música de todo en vivo ya de una vez es una cosa de antes porque yo quisiera que la música en sí ya fuera suficientemente interesante y para eso hay que hacer formatos que llamen mucho la atención.
¿Qué espera que la audiencia se lleve al escuchar ‘Mosaico Pirata’?
La palabra clave es nostalgia, ese sentimiento de extrañar otra época. Pero a través de este disco quiero compartir algo y es que he tenido que vivir cada vez más la realidad de la industria musical. La pintan como un sitio donde la gente es feroz e implacable, no importa la plata, es muy superficial, muy político y, a pesar de que el 100 por ciento no es así, bastante sí lo es. Por eso es tan importante para mí hablar del contraste de la época de antes, del ser un niño feliz y tranquilo, con la época de ahorita de estar envuelto en un panorama completamente frívolo y superficial.
Muchas canciones del disco hablan de eso, por ejemplo ‘Fresa’ tiene un espíritu de “vámonos de fiesta y no pensemos en nada”, y es algo bonito, pero a la vez es algo que me produce cierta culpa. Otro ejemplo es ‘Inminente’, que habla de las fiestas malas, pero igualmente siempre estoy allí. Es un momento en mi vida, que verdaderamente espero que sea una etapa que pase.