Hozier, un artista fiel a su esencia que no ha dejado de evolucionar

hace 3 horas 15

Andrew Hozier-Byrne se dio a conocer en la escena musical global en 2013 con una canción que no solo lo catapultó al estrellato, sino que se convirtió en un himno de libertad y resistencia: Take Me to Church.

Hoizer, como es conocido artísticamente, no se limita a componer, cantar o tocar canciones. Como todo músico irlandés, él logra crear paisajes sonoros que exploran la espiritualidad, el deseo, la injusticia social y el amor en todas sus formas.

Su formación musical abarca desde el góspel y el blues hasta la música coral. Él combina su herencia irlandesa con una sensibilidad poco común. Sus canciones no solo se escuchan, se leen, porque lo que hace es también poesía. Las composiciones están atravesadas por referencias literarias, filosóficas y políticas, y eso, sin lugar a duda, lo distingue de muchos de sus contemporáneos.

Además, su voz inconfundible, sus letras cargadas de poética y la profundidad emocional que le impregna a su música parecen ajenas al contexto que vivimos en la industria. Hozier es, en definitiva, un aire fresco para los oídos.

Hijo de artistas irlandeses, a lo largo de su carrera ha demostrado que es posible habitar en los primeros puestos de Billboard sin renunciar a la profundidad y al compromiso social. Habla de lo humano sin caer en lugares comunes, cuestiona lo político sin hacer proselitismo y se mantiene fiel a su esencia sin dejar de evolucionar.

En esta conversación íntima, a tan solo días de su presentación en el Movistar Arena de Bogotá el 21 de mayo, el artista reflexiona sobre su relación con la fama, la responsabilidad de ser escuchado, el peso de su país en su obra y la urgencia de crear belleza en un mundo cada vez más complejo.

'Take Me to Church' se convirtió en un himno de resistencia e identidad. ¿Alguna vez pensó que esa canción iba a tener un impacto tan grande?

La verdad es que no. Cuando la escribí, no tenía contrato con ninguna discográfica. Era una canción de la que me sentía orgulloso, que para mí capturaba exactamente lo que quería expresar. Y con eso me bastaba, ¿sabes? La canción me parecía suficiente en sí misma. Pero lo que una canción llega a significar para otras personas es algo que no se puede prever ni anticipar. Se convirtió en una parte muy importante de mi carrera, y ver lo que representa para los demás… es un regalo. Un regalo perpetuo.

Si hubiera podido elegir una canción para lanzar su carrera, ¿sería esa u otra?

No elegiría otra. Me siento muy orgulloso de Take Me to Church, porque fue una canción que fue abrazada de una manera que me hizo y me sigue haciendo muy feliz. No podría estar más agradecido. Es una carta de presentación con la que me siento profundamente identificado, incluso después de todo este tiempo.

Cuando lo escucho hablando o cantando, siento que usted es un alma vieja. ¿Cómo navega la fama, el éxito y las expectativas del público siendo una persona tan sensible y profunda?

Torpemente, diría (risas). La realidad es que la fama y el éxito no me resultan atractivos por sí mismos. Cuando uno tiene un hit como Too Sweet, que tuve el año pasado, hay un aumento de atención, de interés, de curiosidad... Y ese interés incluye la fama. Ese no es un espacio en el que me sienta del todo cómodo. Entonces, trato de mantenerme enfocado en el trabajo, en lo que hago y en mi propósito. Soy feliz cuando el foco está puesto en el trabajo. Pero, fuera de eso, trato de volver de nuevo al centro, de no perderme en lo otro.

Uno de los aspectos que más admiro de su obra es la forma en la que constantemente referencia la literatura. ¿Qué escritores o mitos siente que han moldeado más su composición?

¡Uy! Son muchos, y muchos de ellos son irlandeses. James Joyce fue uno, especialmente al principio. Retrato del artista adolescente me dio muchos ánimos y apertura mental, como si me abriera ventanas en la cabeza. En esa novela escribió: ‘salgo a forjar en la fragua de mi alma la conciencia no creada de mi raza, de mi pueblo’. Y luego están poetas como Samuel Beckett y Seamus Heaney. Este último es, en muchos sentidos, una estrella del norte para mí, una brújula, una guía interior. Todos ellos le dieron sentido a Irlanda en el siglo XX y trataron de entender qué significaba ser irlandés. Y eso es una tarea enorme. La obra de ellos me fascina y me deja perplejo.

Su música es muy internacional, pero también profundamente irlandesa. ¿Se siente parte de esa tradición artística de rebelión, poesía y 'folk'?

No lo sé. Siento que, si empiezo a pensar que soy parte de algo así, empiezo a contaminar mi cabeza con historias sobre mí que no me ayudan en mi trabajo. Prefiero enfocarme en las influencias que me formaron y trabajar con honestidad en lo que tengo para dar. Hay una entrada y una salida: lo que entra en ti por tu historia, tu cultura, tu entorno, y lo que sale a través del arte. Y si eso resuena con una tradición, que así sea. Pero no es algo que me proponga de forma consciente.

Muchas veces uno espera demasiado de lo que puede lograr con su obra o de lo que uno es como artista, pero yo espero que mi trabajo refleje el tiempo que nos tocó vivir

Irlanda ha dado al mundo una cantidad impresionante de artistas. ¿A qué se debe eso?

En Irlanda, hay una larga historia de narrativa oral, de contar historias. Y con eso viene la canción, la poesía, la literatura. Por el contrario, Irlanda no ha sido un país de narración visual, sino de narración oral. Durante la ocupación, se prohibieron muchas formas de expresión nacional, y la gente tuvo que buscar formas de contar sus historias, la historia de la nación, de su gente, de una manera creativa que esquivara las leyes opresivas. Y eso generó una urgencia, una necesidad desesperada de narrar, de contarse a sí mismo. Creo que eso creó un contexto donde la gente se volvió realmente buena para contar historias.

Todo es político, incluso decidir no tomar postura es un hecho político. ¿Cómo ve su rol como compositor en un mundo que parece estar en llamas?

Comparto esa visión. La gente tiende a pensar que la política es algo que sucede en un edificio o que tiene que ver con hacer campaña o con elegir un bando. La política moderna es un tipo de tribalismo: un partido contra otro y todo eso. Pero la verdad es que todo lo que somos y todo lo que experimentamos tiene una dimensión política. Todas las formas en las que nos expresamos, incluso cómo nos vestimos, tienen significado político. Muchas veces uno espera demasiado de lo que puede lograr con su obra o de lo que uno es como artista o como persona pública..., pero lo que yo esperaría es que –partiendo de la base de que yo creo que todo arte es un documento del tiempo en que fue creado– mi trabajo refleje el tiempo que nos tocó vivir.

ÚRSULA LEVY

Para EL TIEMPO 

X: @Uschilevy

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