¿Por qué la democracia enfrenta, a nivel mundial, su mayor crisis en 80 años? / Mauricio Vargas

hace 2 horas 11

En 2024, los electores de más de 60 países fueron llamados a las urnas, un verdadero récord que debería ser síntoma del avance de la democracia en el planeta. Pero no es así: en siete de cada diez elecciones, candidatos y tendencias autoritarias se impusieron y, en muchos casos, los gobiernos que resultaron de las votaciones están dando pasos firmes hacia el desmonte de las garantías democráticas, del equilibrio de poderes y de muchas libertades ciudadanas.

Desde regímenes claramente dictatoriales como China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Cuba y Venezuela hasta democracias con una evidente deriva autoritaria como India, Turquía y Hungría, pasando por las inquietantes tendencias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la preocupación crece entre los analistas ante una evidencia contundente: unos 5.500 millones de personas a lo largo y ancho del globo viven hoy bajo regímenes autoritarios, en los cuales los derechos ciudadanos están amenazados o, simple y llanamente, han desaparecido.

Funcionarios del Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano realizan un tutorial de voto para los ciudadanos, el 11 de noviembre de 2021 en Caracas (Venezuela).

Funcionarios del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela realizan un tutorial de voto. Foto:EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

Aunque se advierte que, país por país, hay particularidades que conviene analizar con detenimiento, la directora editorial del prestigioso Institut Montaigne, con sede en París, Blanche Leridon, asegura que “después de décadas de progreso continuo desde la posguerra, la democracia está en retroceso”, y agrega que “la convicción considerada intangible de que ‘democracia’ y ‘liberalismo’ avanzarían de la mano se desmorona”.

Para la profesora Leridon, quien además dirige una cátedra en la reconocida Sciences Po de París, “los resultados observados este año –entre los que la reelección de Trump es el punto culminante– serían la elocuente manifestación de este fenómeno (retroceso de la democracia), su apogeo o, para algunos de los comentaristas más pesimistas, su punto de no retorno”.

Leridon destaca que las tendencias autoritarias avanzaron en debates electorales marcados por temas como la inmigración, o la inflación y la pérdida del poder adquisitivo que afectan a la clase media en países desarrollados, asuntos que son objeto de fácil manipulación y de oferta de soluciones facilistas, en especial gracias a “la influencia creciente, exponencial, léase incontrolable, de las redes sociales”. En contraste, temas complejos de explicar como el cambio climático han perdido importancia en la agenda.

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Elecciones en EE. UU. Foto:iStock

Los resultados observados este año –entre los que la reelección de Trump es el punto culminante– serían la elocuente manifestación de este fenómeno (retroceso de la democracia), su apogeo o, para algunos de los comentaristas más pesimistas, su punto de no retorno

Blanche LeridonDirectora editorial del Institut Montaigne

En la misma dirección apuntan los análisis del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (Idea), creado a iniciativa de Suecia, que en su documento sobre lo ocurrido en 2024 concluye sin ambages: “La democracia prosigue su debilitamiento”, algo que venía siendo advertido desde inicios de la década. El semanario The Economist, que ideó hace años un índice de la democracia basado en el seguimiento a los procesos políticos en más de 170 países, concluyó que, a fines de 2023, la nota que obtenía la democracia era de 5,23 contra 5,29 en 2022.

Para la analista argentina Luisa Corradine, corresponsal en Europa del diario La Nación de Buenos Aires, preocupan –y mucho– la calidad y la solidez de los procesos electorales. “Las curvas estadísticas –dice– son abrumadoras: la tasa de participación no deja de reducirse –menos de diez puntos en 15 años, de 65,2 por ciento a 55,2 por ciento a nivel mundial–, mientras que la negativa a aceptar el veredicto de las urnas aumenta en forma permanente y concierne hoy a más de un cuarto de las votaciones”.

Poderosos autócratas

La analista Corradine menciona un dato obtenido por el instituto V-Dem, de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, según el cual de 60 Estados lanzados en un cambio de régimen, 42 optaron por la vía de la autocratización. “Esto es peor que en los años 30 (cuando se consolidaron el fascismo en Italia y el nazismo en Alemania)”, asegura Staffan Lindberg, director del V-Dem.

La marca de fábrica es que muchos de esos dirigentes son elegidos en el marco de elecciones relativamente democráticas gracias a un discurso populista, nacionalista y reaccionario

Staffan LindbergDirector del V-Dem

La tendencia al triunfo electoral de candidatos autocráticos se ha agravado con el avance del siglo, desde la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela hasta la reciente reedición del triunfo de Vladimir Putin en Rusia, ambos por la vía electoral, un ejemplo que ha hecho carrera en Hungría, India y varias antiguas repúblicas soviéticas. Una vez al frente del gobierno, esos líderes se dedican a desmontar la separación y el equilibrio de poderes al tomar control del legislativo y de la justicia, y reducen poco a poco, y hasta mínimos, los derechos ciudadanos.

El presidente de Venezuela declara las motopiruetas deporte nacional.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Foto:Cortesía Prensa Presidencial

“La marca de fábrica es que muchos de esos dirigentes son elegidos en el marco de elecciones relativamente democráticas gracias a un discurso populista, nacionalista y reaccionario”, explica Lindberg. “Esto vale también para Trump”, agrega, aunque en el caso del presidente estadounidense otros analistas, como Andrés Oppenheimer, advierten que las instituciones democráticas de la primera potencia del planeta son resistentes y nada fáciles de desmontar.

Oppenheimer, columnista de The Miami Herald, aclaraba en uno de sus escritos hace pocos días: “No estoy entre quienes creen que Estados Unidos se convertirá de la noche a la mañana en una autocracia”. Y explica: “El autócrata turco, Recep Tayyip Erdogan, tardó dos décadas en desmantelar las instituciones independientes de su país, y el presidente húngaro, Viktor Orbán, un aliado cercano de Trump, necesitó un tiempo parecido para acumular poderes casi absolutos”. Concluye el columnista que “Trump, de 78 años, terminará su mandato siendo el presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos, y lo más probable es que no pueda destruir la democracia estadounidense en cuatro años”.

Hecha esa salvedad, en todo caso la personalidad y el tipo de liderazgo de Trump inquietan de manera creciente. Hace pocos días, en declaraciones al diario madrileño El Mundo, Michael Ignatieff, académico y escritor que fuera líder del Partido Liberal canadiense, hacía ver cómo “Trump trata a los líderes de las democracias como adversarios y a los de las autocracias como amigos”.

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Xi Jinping y Donald Trump. Foto:Archivo El Tiempo/ Agencias

Algunos analistas reparan en el parecido que tiene el mandatario estadounidense con los dos más poderosos autócratas del planeta, el ruso Putin y el presidente chino, Xi Jinping. Uno de los más agudos analistas internacionales de Francia es el editorialista de Le Monde Alain Frachon. Días antes de la posesión de Trump, en un editorial en que planteó las similitudes de los tres dirigentes, escribió: “Más allá de los conflictos que puedan oponerlos, estos tres tienen mucho en común”.

Y explicó: “Primero, el discurso dirigido al público interno en cada uno de sus países. Xi quiere hacer realidad el ‘sueño chino’, el ‘rejuvenecimiento de China’, en resumen, de manera confusa, algo que se habría perdido, que fue hermoso y grandioso, y que habría que recuperar.

Nostálgico de la Unión Soviética, Putin no se resigna a la Gran Rusia: llora por un imperio que fue y que ya no es. Con su mantra ‘Make America Great Again’ (...), Trump cultiva la nostalgia del ‘antes era mejor’, cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos parecía unido internamente y sin rival en el exterior”.

Multilateralismo

“En la historia de los pueblos, la búsqueda desesperada de recuperar una supuesta edad de oro no es necesariamente un buen presagio”, anotó Frachon. Suele suceder que esos líderes que pretenden devolver a su país a un tiempo de gloria asumen actitudes mesiánicas que, entre otras, los hacen verse a sí mismos y a sus países con una clara superioridad frente a sus vecinos, y como realizadores de un “destino manifiesto” de su país, algo no muy lejano de lo que Adolfo Hitler pensaba sobre Alemania y su Reich de 3.000 años.

En esa medida, no hay mucha diferencia entre las pretensiones expansionista de Xi en el Pacífico o su promesa de tomarse Taiwán, con la invasión ordenada por Putin a Ucrania. Y, claro, son inevitables las comparaciones con las amenazas de Trump de recuperar el control del canal de Panamá, o buscar la anexión de Groenlandia e incluso de Canadá. Los tres comparten también un marcado desprecio por el derecho internacional y las instituciones que lo salvaguardan, como Naciones Unidas o la Corte Penal Internacional, este última atacada por igual por Putin y por Trump.

Donald Trump

Nicolás Maduro y Donald Trump. Foto:Archivo EL TIEMPO / Agencias

Que Putin y Xi defiendan el derecho de las grandes potencias a tener ‘una zona de influencia’ más allá de sus fronteras, como herencia de la historia y, según dicen, condición para su seguridad, no es sorprendente

Alain FrachonEditorialista de Le Monde

“Que Putin y Xi defiendan el derecho de las grandes potencias a tener ‘una zona de influencia’ más allá de sus fronteras, como herencia de la historia y, según dicen, condición para su seguridad, no es sorprendente”, agregó Frachon antes de destacar que juntos plantearon “esta reivindicación en el documento que firmaron el 22 de febrero de 2022 en nombre de su ‘amistad sin límites’ ”.

“Lo interesante de Trump es que comparte en gran medida la filosofía del documento sino-ruso”, escribió Frachon. “El 7 de enero –prosiguió– reavivó a su manera la doctrina proclamada en 1823 por el presidente James Monroe: la zona de influencia exclusiva de Estados Unidos en el continente americano”. Un poco como les ocurre a Xi y Putin, a Trump “la promoción de los derechos humanos le importa menos que el equilibrio de la balanza comercial del país o su puntuación en el golf”, agrega el editorialista.

Para Frachon, así como para buen número de analistas europeos, “Trump se une a Putin y Xi en la crítica al orden liberal internacional instaurado por Washington en 1945”. Los tres otorgan “la misma prioridad a las relaciones de poder por encima del derecho” y los tres comparten “el mismo desprecio por el multilateralismo –básicamente, el sistema de la ONU...” y “la misma hostilidad hacia la Unión Europea”. Que se parezcan tanto no va a llevar a que se alíen. Al contrario, el autoritarismo expansionista que los caracteriza puede conducir, tarde que temprano, a que se enfrenten, con consecuencias impredecibles para la humanidad.

MAURICIO VARGAS

ANALISTA SÉNIOR

mvargaslina@hotmail / IG: @mvargaslinares

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