Un año antes de que la ira de los electores estadounidenses por el costo de la vida ayudara a Donald J. Trump a ganar la Presidencia, sentimientos similares en Nueva Zelanda instalaron al Gobierno más conservador del País en décadas.
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Ahora, Nueva Zelanda guarda poco parecido con el País liderado recientemente por Jacinda Ardern, cuyo estilo de política progresista la convirtió en un símbolo global del liberalismo anti Trump.
El nuevo Gobierno —una coalición del principal partido de centroderecha y dos más pequeños y más populistas— ha revertido muchas de las políticas de Ardern. Ha rescindido una vanguardista prohibición de fumar para las generaciones futuras, derogó normas diseñadas para abordar el cambio climático y colocó a un ex cabildero de la industria armamentista a cargo de reformar las estrictas leyes sobre armas del País.
Y en un País que ha sido celebrado por elevar el estatus de los maoríes, su pueblo indígena, ha desafiado sus derechos y la prominencia de su cultura e idioma en la vida pública, abriendo una brecha en la sociedad de Nueva Zelanda y desencadenando oleadas de protestas. El 19 de noviembre, decenas de miles de manifestantes —incluyendo algunos vistiendo trajes tradicionales maoríes— se reunieron en el Parlamento.
“Esto no es más que tener que defender que existimos”, dijo Debbie Ngarewa-Packer, colíder del partido Te Pati Maori, antes de que los manifestantes llegaran a Wellington, la capital.
Este giro a la derecha refleja, en cierto modo, el complicado legado de Ardern en casa. Sus políticas contra el coronavirus fueron elogiadas inicialmente, pero terminaron generando división. La pandemia también dejó al País con un costo de vida doloroso. Cuando Ardern renunció como Primera Ministra en enero del 2023, antes de que terminara su segundo mandato, la inflación rondaba el 7 por ciento.
Unos meses más tarde, los electores emitieron su veredicto sobre el mandato de Ardern: no había logrado el cambio transformador que había prometido.
“Se siente que estuvo hace mucho tiempo”, dijo Richard Shaw, profesor de política en la Universidad Massey. “Nos sentimos como un país radicalmente diferente”.
Dirigido por Christopher Luxon, del Partido Nacional, el Gobierno conservador ayudó a moderar la inflación al 2.2 por ciento reduciendo el gasto público, dijo Dennis Wesselbaum, profesor asociado de economía en la Universidad de Otago. Pero la economía también se ha desacelerado, afirmó.
Queda por ver si el Gobierno puede estimular el crecimiento económico, afirmó Wesselbaum. Pero tiene un plan mucho más claro para hacerlo que el Gobierno de Ardern, añadió, señalando sus políticas destinadas a fomentar la inversión extranjera, recortar impuestos y reducir la burocracia. El Gobierno está promoviendo un proyecto de ley que permitiría que algunos proyectos de infraestructura —como minas, carreteras y viviendas— eludan las evaluaciones ambientales normalmente requeridas.
Ha prometido derogar algunas medidas de la era Ardern —como gravar las emisiones de metano de los animales de granja y prohibir la exploración de petróleo y gas en alta mar, argumentando que perjudican los resultados financieros de las empresas. Y ha ampliado las operaciones mineras, que, según afirmó, podrían convertirse en “una oportunidad atractiva para los inversionistas y una fuente de prosperidad económica”.
Durante los ocho años que el Partido Laborista de Ardern estuvo en el poder, algunos se desencantaron con los esfuerzos del Gobierno para abordar las desventajas que enfrentan los maoríes, que representan alrededor del 20 por ciento de los 5.3 millones de habitantes de Nueva Zelanda.
Para estos electores, medidas como un organismo de salud maorí especializado y la acción afirmativa para los indígenas eran “ventajas especiales” injustas, dijo Lara Greaves, profesora asociada de política en la Universidad Victoria, en Wellington.
“Estamos viendo cómo nuestra democracia se erosiona a través de la imposición de un tono ideológico y cultural que existe sólo para servir a la camarilla izquierdista de élite de la nación”, dijo Winston Peters, líder de New Zealand First, durante el mandato de Ardern.