El pago por servicios ambientales, el papel del sector privado, la innovación o posibles canjes de deuda: de todos habla Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, al revisar el arsenal, o mejor (y para no usar términos bélicos) el baúl de herramientas que entidades financieras multilaterales están instrumentando para que quienes viven en medio de la diversidad biológica terminen cuidándola y sacando provecho de hacerlo.
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Jaramillo encabeza la delegación del Banco Mundial en la COP-16 en Cali, en donde este el lunes 28 de octubre mantiene reuniones bilaterales y participará en el Día Financiero y en el panel sobre inversión en bonos para la Amazonia. El directivo explica el papel de la entidad en la defensa del ambiente.
Los países en donde hay megadiversidad son presionados para que se esfuerzen por su conservación, y quienes presionan, países desarrollados, ricos, terminan siendo beneficiarios netos de los esfuerzos. Da la impresión de que las cargas son desequilibradas. ¿El Banco Mundial tiene una percepción similar?
Yo diría que sí. El problema de la disminución tan rápida de la biodiversidad afecta a todo el planeta, a toda la humanidad. Entonces no tiene sentido que paguen o que la carga le caiga solo a unos cuando los beneficios van a llegarle a todo el planeta. En ese sentido creo que parte de lo que el Banco Mundial hace es ayudar a equilibrar las cargas, tratando de conseguir recursos, muchos de ellos concesionales, subsidiados, y en muchos casos también recursos gratuitos. Por ejemplo, el principal programa que el Banco Mundial ha tenido en América Latina relacionado con esto es Paisajes Sostenibles de la Amazonia. En eso llevamos más de una década y hemos podido ampliar y ayudar a crear 7 millones de hectáreas protegidas y de mejor manejo en todo el área, con recursos cien por ciento gratuitos obtenidos principalmente del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF). Con eso tratamos de equilibrar, porque sí estamos muy convencidos de que hay que hay que frenar esa destrucción de la biodiversidad.
Se repite que la biodiversidad es riqueza, pero en el sentido financiero no se nota. Los países que tienen esas ventajas de diversidad de especies, ¿cómo podrían convertir eso en fortaleza financiera, cómo podrían monetizarla?
Esa es, creo, la pregunta en la cual todos estamos centrados hoy en día. ¿Cómo hacer para que un árbol en el Chocó o en el Amazonas genere más retorno a las comunidades locales, afrodescendientes, indígenas, que valga más vivo y saludable que deforestando o talando? En eso hay muchos esfuerzos pilotos como pago por servicios ambientales, que hemos estado financiando en varios países. El pionero en eso ha sido Costa Rica, que ha logrado pasar de una tasa de deforestación de su territorio de casi el 80 por ciento, y hoy tiene más de 50 por ciento del territorio con bosques. Hay un montón de ideas que todavía está por probarse si se pueden universalizar, pero creo que esa es la tarea.
Hay una idea interesante que está promoviendo Brasil, el TFFF, Fondo para Financiar los Bosques Tropicales. Lula lo ha propuesto en el G20 y ha anunciado varias veces que hay una idea piloto que quisieran perfeccionar y lanzar en la COP de Belén el año entrante. Es la idea de una innovación financiera para poder hacer pagos anuales a los países que se comprometen y que efectivamente y con satélites y con tecnología moderna se verificaría que dejan de deforestar o reducen la deforestación.
Mientras tanto, el desarrollo, pero ni siquiera el desarrollo, la simple supervivencia de mucha gente entra en conflicto con la conservación, con la acción climática o con la defensa de la naturaleza en general, ¿Hay iniciativas para que no haya conflicto entre desarrollo y ambiente?
Claro que sí. Hoy (viernes 25 de octubre) precisamente estuvimos lanzando un nuevo programa ambicioso del Banco Mundial que se llama Amazonía Viva, con casi todos los ministros de los países amazónicos, y estuvo también el presidente del BID porque lo estamos haciendo muy coordinado con ellos. En el Amazonas viven casi 50 millones de personas, desde comunidades indígenas hasta las ciudades como Manaos. Hemos hecho proyectos por mucho tiempo ayudando a mejorar las condiciones de vida de esa población, dándoles salud, dándoles educación, agua potable, etcétera, Y el último componente es el de trabajos, de empleo, de sustento. Recibir ingresos y poder tener una manera de vida que sea sostenible y que no requiera destruir la naturaleza. Ahí es donde se está haciendo más esfuerzo. Amazonía Viva tiene los tres componentes: salvaguardar los activos naturales, oportunidades económicas inclusivas y mejorar el nivel de vida. Estamos tratando de traer sector privado interesado, que busque negocios, que promueva estas actividades.
¿Y qué ventajas financieras puede haber para las áreas comprometidas?
Sobre la importancia de proteger la biodiversidad tenemos unos estudios a nivel global que muestran que por cada dólar que se invierte en proteger las áreas protegidas y promover el turismo basado en naturaleza, se generan 6 dólares. Para los países, invertir en esa protección de la naturaleza tiene un retorno bastante alto.
¿El Banco Mundial está involucrado en proyectos con canje de deuda por naturaleza como el anunciado por la CAF y El Salvador por 1.000 millones de dólares?
El Banco Mundial históricamente ha estado involucrado en varios canjes de deuda por naturaleza. Está dentro del baúl de herramientas innovadoras que estamos mirando. Los volúmenes son pequeños y los estamos estudiando para ver qué impacto tienen. El de El Salvador que acabas de mencionar lo hemos estudiado. Les va a liberar algunos recursos que se han comprometido para invertir en la limpieza y el cuidado del río Lempa. El ahorro es relativamente bajo anualmente. Se necesita algo con un retorno más grande para la gente. Yo confío un poco más en mecanismos como el pago de los servicios ambientales. En resumen te diría que es bueno que se esté experimentando e innovando, pero todavía son muy pequeños para poder decirte si van a tener un gran éxito.
Cambiando de tercio, terminan las reuniones de otoño del Banco y el FMI donde se revisa el desempeño económico del mundo. Con la pospandemia llegó el brote inflacionario en todo el mundo, pero desde el año pasado se siente un alivio. ¿Cómo ven la evolución en este aspecto desde el Banco Mundial?
Ha evolucionado muy bien. Se disparó y hubo mucha preocupación tal vez por el pasado inflacionario de la región, pero anteriormente no se contaba con bancos centrales independientes fuertes y serios. Prácticamente en toda la región -con un par de excepciones- la inflación ha bajado muy rápidamente y de manera bastante firme. De pronto en algunos de los países no ha llegado todavía exactamente al nivel prepandémico. En unos ha sido mucho más rápido, en otros un poco más lento.
Nos preocupa, sí, lo relacionado con las tasas de interés. Los bancos centrales ya han podido bajarlas poco a poco, pero las tasas de interés internacionales han subido en el entretanto. Y ahora estamos preocupados porque la mayoría de los países adquirieron nuevas deudas en pandemia y pospandemia para sostener las economías y entonces todas están resentidas porque hay estos pagos de un servicio de deuda más alto, que es la combinación de una deuda mayor con unas tasas de interés más altas. Estamos pronosticando, aunque nunca tenemos certidumbre total, que esas tasas deberían empezar a bajar. Han empezado a bajar ya un poco, pero todavía no están en los niveles que las regiones necesitan para sentir un alivio.
¿Cómo Colombia debería enfrentar ese escenario de deuda que se encarece, cuando además el presupuesto que se decretará aumenta el gasto de manera significativa?
No he seguido en detalle ese proceso bastante particular de Colombia. Creo que en Colombia, como en una buena cantidad de los países, además de la independencia y seriedad de los bancos centrales ha habido estos mecanismos de las reglas fiscales que también han generado mucha confianza y certidumbre en que los países van a tener una política fiscal ordenada. En Colombia creo que ha funcionado relativamente bien. Sin conocer el día a día, espero y confío en que se siga respetando esos límites de la Regla Fiscal y que con eso se mantenga la tranquilidad no solo de los colombianos, sino de todos los que invierten en deuda colombiana y quieren invertir en el futuro.
¿Cómo están viendo el crecimiento en la región y en particular en Colombia?
Hombre, lamentablemente muy parecido a lo de hace seis meses y tal vez hace un año. La proyección que tenemos para América Latina es 1,9 por ciento. Es la región con el crecimiento más bajo de todo el planeta. Sí es positivo que haya un crecimiento y que esté cerca del 2 por ciento, pero muestra que nuestras economías no están moviéndose rápidamente para ir alcanzando a los países más ricos, que es algo a lo que muchos aspiramos. No son tasas de crecimiento que te reducen la pobreza rápidamente porque no te generan suficientes empleos; no le generan al gobierno suficientes ingresos para poder tener los programas necesarios que se necesitan para el futuro, sobretodo en capital humano, en nuevas habilidades digitales, fortalecimiento de la educación.
¿Y frente a ese 1,9 por ciento de la región, cómo luce Colombia?
Creo que es muy necesario hacer más reformas para aumentar la productividad. Es algo que hemos repetido y repetido en un buen número de estudios, y no es válido exclusivamente para Colombia.
En Colombia, la proyección de crecimiento para este año es de 1,5 por ciento, y un poco mayor para el 2025, alrededor del 3 por ciento. No son tasas de crecimiento a las que uno aspiraría para mejorarle la calidad de vida a la población más rápidamente.
¿Qué hacer ante ese ritmo de crecimiento insuficiente?
Creo que es muy necesario hacer más reformas para aumentar la productividad. Es algo que hemos repetido y repetido en un buen número de estudios, y no es válido exclusivamente para Colombia sino para muchos países de la región. Están en este círculo vicioso de falta de reformas de productividad, y crecimiento relativamente bajo.
¿En concreto en qué consistirían esas reformas relacionadas con productividad?
Depende del país, pero en la mayoría tienen que ver primero con tener un ambiente favorable para que se atraiga nueva inversión tanto de las empresas que existen como de nuevas empresas, y ojalá que aparezcan nuevas empresas en nuevos negocios. Y para que se genere empleo, cuando comparamos a América Latina con el resto del mundo, la carga regulatoria sigue siendo muy alta. Abrir una empresa, generar un empleo es costoso. Las tasas tributarias corporativas en Asia están alrededor de 18-19 por ciento en promedio. En América Latina, cerca al 25 por ciento. Muchos inversionistas prefieren irse a invertir en Asia.
Segundo, capital humano: lamentablemente cuando vienen a invertir en América Latina encuentran que muchos jóvenes tienen muy malos conocimientos básicos en aritmética. Las pruebas de lectura lamentablemente han sido afectadas por la pandemia. Ahora en la mayoría de los países estamos viendo que al 70 u 80 por ciento de los jóvenes les cuesta leer y entender un párrafo sencillo. Se perdió mucho con la pandemia, y eso hay que recuperarlo y es muy difícil tener empleos del futuro buenos de calidad, si estás produciendo con un sistema educativo en el que la educación básica no te está dando los fundamentos para el futuro.
La tercer área, que es muy importante, es el tema digital. Hoy en día se están generando tantas empresas nuevas y tantas oportunidades de negocios de servicios digitales, de empresas digitales. Ahí hay unas oportunidades enormes para que jóvenes bien entrenados capacitados, con ideas, se metan y se genere un polo grande económico y de exportación. Pero para eso necesitas primero infraestructura y que todos tengan buen acceso al tema digital y, segundo, buenas habilidades digitales.