Minería de carbón: una labor en la que se está entre la vida y la muerte

1 semana ago 11

La tragedia que dejó 21 personas muertas en la noche del martes pasado, en una mina de carbón en Sutatausa, puso al descubierto las difíciles condiciones y la informalidad en las que trabajan al menos 2.000 personas en toda la provincia de Ubaté, en el nororiente de Cundinamarca.

En Sutatausa habitan 2.427 personas en el casco urbano y 4.270 en el rural. La economía del municipio, uno de los 91 con actividad minera en el departamento, depende en un 80 por ciento de la explotación de carbón, y en un 20 por ciento de la ganadería y la agricultura. Allá hay 100 bocaminas, 45 empresas y 16 títulos mineros.

En la vereda Peñas de Cajón, donde están las minas afectadas, ubicada a más de media hora del perímetro urbano del municipio, solo se puede llegar a pie o en vehículo. Las calles no están pavimentadas y a su alrededor solo se ven montañas. Es un clima frío, llueve con frecuencia y los zapatos se llenan de una sustancia espesa con residuos de carbón.

Allí, los mineros se internan en los socavones hasta cerca de un kilómetro y permanecen por 7 u 8 horas, cuando se supone que termina el turno, en un ambiente húmedo, caluroso y estrecho, y bajo el riesgo de morir en una explosión, como sucedió en la mina El Hoyo, y que terminó afectando a otras cinco: Llamada, Eléctrico, Los chocos, Golondrinas, Lucero, El pedregal.

No obstante, para muchos de quienes viven de la minería, eso es normal y parte de las situaciones a las que se exponen a diario. Incluso, hay quienes afirman que la seguridad también depende de cada uno. Pero otros consideran que hay muchas cosas que se pueden mejorar y que permitirían reducir los riesgos.

Se encomienda a Dios

A 840 metros bajo tierra, en la oscuridad absoluta, con un pico y encomendado a Dios, labora un joven minero de 27 años que prefirió ocultar su identidad y que llegó hasta las minas de Sutatausa por un conocido. El pasado jueves tuvo que despedirse de 21 amigos y compañeros de trabajo.

Este hombre dice que sus primeros días dentro de la mina fueron demasiado difíciles, el miedo era constante. “Uno se encomienda a Dios y a la Virgen todos los días porque uno sabe que entra, pero no si sale”.

El joven minero diariamente se prepara con su autorescatador (un dispositivo diseñado exclusivamente para este tipo de actividades y que lo protege contra elevados índices de monóxido de carbono). Ingresa por un socavón muy estrecho, sube a un vehículo que lo transporta hacia el interior de la mina y comienza a realizar sus labores durante ocho horas.

“Uno alista las cosas que necesita bajar y desde el primer momento en el que uno comienza a descender, le empieza a pedir a Dios. Uno a la mina va a ganarse la vida, pero no sabe si va a volver”.

Lo más profundo que ha estado es a 840 metros, cuatro veces lo que mide la torre Colpatria en el centro de Bogotá. Dentro de la mina todo es oscuro, cada vez el aire se hace más escaso y la temperatura comienza a subir. “Esto conlleva a que uno tenga más desgaste que en otros trabajos en superficie; entonces, uno tiene que limitarse y comer muy bien, uno puede comer antes de ingresar a la mina y allá toca hidratarse mucho”.

Luego de completar su turno, regresa a la superficie y depende de si es de día o de noche, sus ojos se pueden ver afectados. “Cuando uno sale a la luz del día y ha estado en la oscuridad mucho tiempo, eso es como una lámpara, los ojos le alcanzan a lagrimear”.

Este joven minero dice que el pago no es muy bueno. Mientras una tonelada de carbón vale entre 500.000 a 800.000 pesos, a un minero le pagan 20.000 por cada tonelada. Esto, sumado a la muerte de sus compañeros de trabajo, lo han llevado a considerar abandonar esa actividad en los socavones. Su familia también se lo ha pedido y eso no lo deja dormir por las noches.

Un experimentado minero

Pero no todos piensan lo mismo que el joven de 27 años. Uriel Bello es minero hace cinco lustros y a diario baja hasta unos 500 metros de profundidad para recoger carbón. Él explicó que para poder descender deben hacerlo con implementos como botas de seguridad, tapabocas, casco y linterna. Allá puede durar 6 o 7 horas y no se les dificulta la respiración debido a que la mina en la que trabaja cuenta con un sistema de ventilación, que, además, regula la temperatura. Pero eso no es en todas las minas.
En algunas esta ventilación, que es un asunto de vida o muerte, no es prioridad.

Si bien las condiciones laborales hoy en día han ido mejorando, porque los capacitan constantemente, este experimentado minero piensa que las empresas deberían tecnificar más la actividad, lo que ayudaría a reducir los riesgos.

Se refiere a que se cuente con “mejor maquinaria” y que los túneles de madera sean cambiados por arcos de acero y se amplíen.

Y aunque es consciente de los riesgos que se corren en ese trabajo, también señala que “cada quien evita las cosas” y todo depende de qué tan estrictas sean las normas.
En las minas de carbón de Sutatausa cada semana los trabajadores cambian de turno y hay varias donde se labora las 24 horas y cada minero puede ganar lo se proponga, eso depende de la cantidad de carbón que saque, según cuenta Bello, quien dice hacerse unos “tres mínimos quincenales”. Es decir, alrededor de tres millones de pesos.

La causa de la explosión

Aunque las autoridades y los empresarios de los socavones afectados han asegurado que tenían los papeles en orden, para expertos como Jhon Bastidas, director del programa de Ingeniería Industrial de la Universidad Manuela Beltrán, las tragedias de este tipo están asociadas, principalmente, con problemas de ventilación y esa situación se agrava cuando hay minas interconectadas, como sucede en la zona donde se presentó la tragedia en Sutatausa. Las siete minas afectadas están interconectadas con un sistema de túneles.

“Esto se pudo haber evitado haciendo un monitoreo permanente o mucho más periódico del nivel de gases que tiene la mina y haciendo una revisión de todo el sistema de ventilación que tiene cada mina”, explicó el experto.

Bastidas asegura, además, que es un problema que generalmente pasa cuando los administradores de las minas no tienen unos planes de monitoreo y seguimiento establecidos y que tampoco cuentan con una comunicación directa con las minas interconectadas.

El caso es que la Agencia Nacional de Minería cerró el título minero 1921T Minminer S. A. de 513 hectáreas —que había sido expedido con la resolución ambiental 2630 del 25 de noviembre de 2015—.

Esta decisión afecta a ocho minas y hasta que no se culminen las investigaciones técnicas en las que se confirmen los motivos de la explosión, no habrá una decisión sobre la continuidad de la extracción en la zona. No obstante, algunos mineros de la zona esperan que las labores se puedan retomar dentro de un mes.

Radiografía del sector en Cundinamarca

De acuerdo con la Asociación Colombiana de Minería (ACM), en Cundinamarca son 13 los municipios con actividad minera de carbón, sin embargo, los principales son Guachetá, Cucunubá, Lenguazaque y Sutatausa —el más importante—. Todos ubicados en la provincia de Ubaté.

La ACM indica que la mitad de las exportaciones de Cundinamarca provienen de la actividad minera de carbón. De hecho, en 2022, el 25 por ciento de las exportaciones del departamento fueron de coque —combustible obtenido de la calcinación o destilación seca de carbón mineral— y otro 25 por ciento de carbón térmico y metalúrgico. Según la Agencia Nacional de Minería (ANM), en Cundinamarca hay cerca de 848 títulos mineros otorgados con corte a mayo de 2022, es decir, aquellos que efectúan sus actividades legalmente. La práctica minera se lleva a cabo en 91 de los 116 municipios.

Es importante tener en cuenta que el 70 por ciento de la titulación minera se concentra en cinco provincias, que abarcan 39 municipios. Adicionalmente, de los 848 títulos mineros del departamento, solo 154 cuentan con instrumento ambiental aprobado, lo que implica números altos de informalidad.

El informe de gestión de 2022 de la Secretaría de Minas, Energía y Gas de Cundinamarca indica que existe un alto porcentaje de informalidad minera y con ello los riesgos laborales, accidentalidad y fatalidad, afectaciones ambientales, sociales y económicas.

Aunque no hay muchos registros sobre las fatalidades mineras en el país, el informe de emergencias y mortalidades mineras en el 2020, al corte del 19 de noviembre de ese año, Cundinamarca fue el cuarto departamento con más emergencias de este tipo.
Boyacá tuvo 51; Antioquia, 25; Norte de Santander, 20, y Cundinamarca 16. Las principales causas registradas fueron: atmósfera viciada, derrumbe, explosión e incendios.

LOREN VALBUENA Y PAMELA AVENDAÑO
EL TIEMPO
@BogotaET

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