Es principios de 1967 y un pueblo sin nombre al norte de México recibe la noticia de que en menos de un año el agua poblará de nuevo la tierra para convertirla en una presa. Violeta se resiste a la idea de abandonar el lugar donde están enterradas sus muertas y se opone a cualquier compensación económica para salir de su casa a otro rumbo.
Ante las presiones, los resignados aceptan el dinero y se van con sus ropas, ollas y otros objetos, hacia un nuevo destino. Detrás dejan sus casas que se convierten en cadáveres. Entre los que se quedan, están los que ansían un mejor acuerdo económico con las autoridades, los que tienen temas pendientes con el pasado que les impide pensar en un futuro, los que quieren esperar hasta que el agua les llegue a los tobillos y Lina, una recién aparecida que llega al pueblo sin nada en los bolsillos a la que Violeta le tiende una mano amiga, que, en el fondo, es una mano materna.
En el plazo por desalojo, Violeta presencia la violencia en un pueblo en el que no pasaba nada y en cuestión de un año vive todo: decisiones arbitrarias del Estado, un feminicidio, la venganza por la muerte, la condena a la naturaleza, el despojo, el ahogo. Nosotras es un retrato de las promesas vacías que trae el desarrollo para un lugar polvoriento y olvidado.
Suzette Celaya Aguilar pone en esta historia a las mujeres en el centro, como defensoras del territorio y la naturaleza, en una sociedad que no entiende de otras formas que no sean la violencia. Con un estilo propio, nutrido por la lectura de otras autoras, Nosotras también recuerda, si se quiere, un realismo mágico, que tiene más de realismo que de mágico.
EL TIEMPO conversó con la escritora y periodista mexicana, que estuvo en la Feria Internacional del Libro de Bogotá promocionando su ópera prima que a Colombia llega de la mano de la editorial Hachette.
Portada de la novela 'Nosotras'. Foto:Hachette
¿Qué autores y autoras y de qué estilos lee?
Últimamente y sin ningún ánimo de exclusión, leo solamente a mujeres. Una te lleva a la otra hasta que ya no puedes parar. Me gusta mucho leer historias ambientadas en lo rural. Y en una autora que pienso es en Selva Almada. Ella escribe historias que parecen sórdidas o en ambientes periféricos, alejados de los grandes centros urbanos, donde creemos que no pasan cosas, pero pasan cosas muy profundas, donde habitan personajes marginales y periféricos. También me gustan las historias con carga social, y con esto no estoy deseando que toda la literatura tenga que ser así. Enlazándola con una escritora contemporánea se me viene a la cabeza Mariana Enríquez. En sus cuentos de terror siempre encontraremos una carga social. Me encanta cómo logra mezclar lo uno con lo otro. Y, por último, ando leyendo mucho todo lo que tiene que ver con maternidades. Ariana Harwix es una escritora que me fascina porque aborda las maternidades extremas, lejanas al arquetipo de la buena madre, cariñosa y amorosa.
Le hice esa pregunta porque al leer ‘Nosotras’ noté tintes del realismo mágico. ¿Tuvo inspiración en ese género, en algún autor o autora? Aunque las autoras del 'boom' fueron muy invisibilizadas...
Cuando empecé a escribir esto nunca dije ‘quiero que suene así’, ‘quiero que pertenezca a esto’ o ‘quiero que se diga esto de mi historia’. Tengo 42 años y por supuesto que me formé leyendo a hombres en su mayoría. Y en 2009, hace 15 años, cuando estudié Creación Literaria, también la mayoría de autores que leía eran hombres. Sí te puedo decir, por ejemplo, que escritoras como Elena Garro o María Luisa Bombal fueron lecturas importantes. En Nosotras, puede que haya algo del realismo mágico, pero en la historia no sucede nada mágico. A mí me gusta jugar con la ambigüedad y que el lector tenga cierta libertad o espacio para que decida lo que crea. En los clubs de lectura, sale mucho el personaje de Isidra, que es la mujer que parece que no deja de arder. Pero eso pudo haber sido un truco de los hijos. El lector puede pensar lo que quiera. Y ese es el juego que propongo. Me gusta jugar con la realidad. Eso lo hace mucho también Samanta Schweblin, que deja muchos signos de interrogación. Y jugar con la ambigüedad puede llevar a estas corrientes como el realismo mágico.
En 'Nosotras', puede que haya algo del realismo mágico, pero en la historia no sucede nada mágico. A mí me gusta jugar con la ambigüedad y que el lector tenga cierta libertad o espacio para que decida lo que crea
Suzette Celaya AguilarEscritora mexicana.
El escritor y guionista mexicano, Guillermo Arriaga, dijo que usted bien podría ser la heredera de Juan Rulfo. ¿Qué piensa al respecto? ¿Cree que es mejor que le digan que es la heredera de una Elena Garro o una Rosario Castellanos?
No es cierto. Es algo que me parece muy fuerte de afirmar. Me causó presión que se me ligara con esta gran figura porque yo apenas estoy empezando. No sé si mi próxima novela irá sobre este feeling, sobre este color y sobre esta tesitura. La duda siempre está, así como el síndrome de la impostora. Trato de no pensar mucho en esa comparación o en lo que dijo Guillermo. Le agradezco las palabras y las porras que me ha hecho llegar, que, en lo personal, me han hecho sentir que voy por buen camino. Él fue jurado del concurso de Amazon, en el que ganó mi historia.
Con el título del libro, de entrada, se entiende que las protagonistas son las mujeres. Y quisiera hablar de las mujeres como figuras de resistencia, que es la posición en la que están ellas.
Esta historia nació entre el 2013 y 2014. Antes de empezar a leer únicamente a mujeres. Recuerdo que hice varias pruebas de voces y empecé con la idea de un personaje masculino, pero me sentía muy incómoda. Y ahí cambié a un personaje femenino. Y la historia fluyó como si la empujaras en un camino de mantequilla. Cambió radicalmente cómo me sentía, y la historia empezó a fluir. Me pareció todo más orgánico. Las mujeres han tenido una gran responsabilidad en muchos procesos de mantenimiento de un territorio y de una comunidad, pero han sido invisibilizadas. Por ejemplo, yo vivo en zona fronteriza con EE. UU. y es normal ver a los hombres que se van a hacer dólares y las mujeres se quedan sosteniendo una casa. Cuando estudio más sobre el desplazamiento forzado en mi región, encuentro que las mujeres han sido las grandes defensoras del agua y de la tierra, y siempre han estado en pie de guerra. Aunque la historia transcurre en 1967, en 2025 podría replicarse, porque las violencias siguen igual. Lo único que ha cambiado es la organización social y la mayor visibilidad a esas luchas. Hemos desarrollado otras formas de resistencia. Y las mujeres siguen defendiendo la tierra, el agua y los recursos, porque son las que saben muy bien qué hacer con ellos, cómo administrarlos y cuidarlos.
Celaya Aguilar tiene una maestría en Ciencias Sociales y estudios en Escrituras Creativas. Foto:Joel Garcia
Habla de las violencias y en ‘Nosotras’ se evidencian muchas formas de violencia. Quizás la única que no aparece es la violencia narco, pero no sé si en 1967 ya se presentaba ese tipo de violencia en México...
El tema de la violencia, junto a las mujeres, el agua y la muerte, era uno de los grandes ejes que me interesaba narrar. Lo del narco en algún momento me lo planteé, pero, así como el pueblo no tiene un nombre, no quería que la historia se ligara a un territorio y se ligara a una literatura del norte, a una literatura narco. Me quería alejar de eso. Entonces empecé a desarrollar diferentes tipos de violencia: hacia el personaje, el pueblo, los muertos... La historia ocurre en 1967, pero, como dije, también podría ocurrir en 2025, porque sigue la violencia estatal, las violencias hombres-mujeres y mujeres-mujeres. Sobre esto último, no quería una historia en la que los hombres fueran los únicos que ejercieran violencia, porque creo que las mujeres también ejercemos violencias. Quería personajes humanos, con tropiezos, errores, autoengaños y mentiras.
No solo humanizó a sus personajes, sino a los objetos. Escribe de las casas cadáveres. ¿Cuál es la intención de darles esa connotación de seres vivos en un proceso de desalojo?
Por la misma razón que el agua es un tema central, no quería centrar la historia solamente en las personas. Cuando las personas se ponen en el centro afecta a otras presencias, es decir, a la naturaleza. Por eso quería nombrar otras existencias de manera consciente como el árbol, la tierra, el río, la tierra del cementerio...
Cuando las personas se ponen en el centro afecta a otras presencias, es decir, a la naturaleza
Suzette CelayaEscritora mexicana.
El agua debería de ser una preocupación de toda la humanidad, pero, en su caso, ¿hay algo en particular que la impulsara a ponerla en el centro?
Vengo de un contexto de escasez de agua muy fuerte. En Sonora tenemos un gran problema con la disponibilidad de agua, en cómo se reparte y se usa, que son dos temas distintos. De ahí creo que podría partir esta reflexión de la centralidad del agua porque es un problema con el que yo he crecido. El agua seguirá siendo un tema en los proyectos a desarrollar porque es un problema grande y será una cuestión para determinadas regiones.
¿El final del libro es una reafirmación a la identidad y al arraigo de la protagonista por su pueblo, al que no quiere abandonar?
Tuve muy claro cómo iba a empezar y a terminar la historia. No sabía cómo se iba a desarrollar. Yo quería que Violeta terminara enraizada, y eso me permitió jugar con las figuras de los árboles y las raíces durante toda la historia. También para que el final no se sintiera forzado, sino que se sintiera como el único final posible para ella.
También hacia el final se entienden mejor los motivos de por qué la protagonista no quiere abandonar el pueblo. Y con ello introduce un tema que, en momentos de desalojos, muy pocos se detendrían a pensar. ¿Qué pasa con los muertos ante un desplazamiento forzado? ¿Se les condena a una doble muerte?
La cuestión del desplazamiento, bien sea por la guerra o un proyecto de desarrollo, te obliga a dejar atrás muchas cosas que no puedes llevar contigo, como los muertos. A mí me parece duro que un desalojo te aleje de donde tienes enterrados a tus seres queridos. Y para muchas personas, esos espacios donde reposan los restos son importantes. Y yendo mucho más, son las mujeres las que reclaman su importancia. Pienso, por ejemplo, en las madres buscadoras de los desaparecidos de México o en las abuelas de Argentina.
Quiero hablar de la relación entre Violeta y Lina, que en un momento parecían antagonistas, pero terminan hermanadas.
Lina curiosamente es un personaje del que no me preguntan mucho o que no suele salir tanto en las charlas. Lina, de alguna manera, sí es un antagónico de Violeta porque hace todo lo opuesto a Violeta. Con ambas quería mostrar cómo se vive un mismo suceso de diferentes formas, cada una muy válida mientras uno esté satisfecho y seguro de las decisiones que está tomando. Pero Lina también le permite a Violeta ejercitar cierta maternidad, después de que no lo pudo hacer con su hija. Eso quería yo.
En la historia también aparece un periodista que le interesa más la historia de Isidra, la mujer en llamas que no dejan de arder, que el desalojo de un pueblo para inundarlo. ¿Con ese personaje critica al periodismo actual, ese que le da prioridad al clic sobre otras cosas más importantes?
No al ejercicio periodístico como tal. Sino a la creencia de que como el pueblo no era un gran centro urbano no importaba. Soy comunicadora y reconozco que nosotros tenemos mucha responsabilidad sobre lo que elegimos comunicar y cómo hacerlo. Un suceso como el que se narra en el libro puede tener muchas lecturas. Y la labor de un periodista en un caso como ese es esencial para crear consciencia, para brindar información no sesgada. También el periodista terminó siendo el testigo de lo que sucedió, el que creó una memoria al respecto.