El grupo de rock venezolano La Vida Boheme se formó en un jardín de Caracas, cuando Henry D'Arthenay, Sebastián Ayala y Daniel Briceño eran adolescentes. Siempre se han considerado desadaptados de la industria porque su sueño era construir un pueblo para ‘frikis’ en las montañas y no girar durante todo el año como una banda de rock.
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A pesar de esos sueños, han grabado cuatro álbumes de estudio, llevan más de 15 años en conciertos por el mundo y han logrado obtener dos premios Grammy Latinos y otras cinco nominaciones, incluyendo la de este año por su último disco ‘Diáspora Vol.1’. Su música ha estado en videojuegos afamados como FIFA y Grand Theft Auto V.
Desde 2016 tienen un estudio en Ciudad de México que se ha convertido en la excusa para encontrarse en un punto fijo. Henry D'Arthenay, vocalista, confiesa que desde que salió de Venezuela, con 17 años, no pasó más de veinte días en el mismo lugar hasta que cumplió 32. Ahora, con 36 años, recién llegado de Londres, dice que si no es por Google no sabría en qué hora está.
El músico caraqueño habló con EL TIEMPO antes de salir desde México hacía Santiago de Chile para la gira de ‘Diáspora Vol.1’, su primer álbum en vivo, con el que se presentarán el 26 de octubre en Bogotá en el Ace of Spades de la Avenida Boyacá.
¿Cómo fue grabar por primera vez un álbum en vivo?
No fue planeado en absoluto. Lo que pasó el día que comenzamos a grabar el álbum fue que nos dijeron, antes de montarnos al escenario, que las consolas en España tenían función de grabación. Costaba como 30 euros y dijimos que era perfecto. La banda estaba ensayada y la gente fue la protagonista de 'Diáspora', eso se nota.
¿Por qué querían hacer un álbum con las características de 'Diáspora Vol.1'?
El 2020 iba a ser el año de gira del álbum 'Caribe Caribe', pero llegó la pandemia y todo cambió. Dos años después se materializó una gira en España, donde se grabó 'Diáspora'. Para ese punto de la gira yo no sabía si quería volver a los escenarios. No había parado de girar hasta los 32 años y no tenía claro si La Vida Boheme era relevante como propuesta en el escenario cultural.
Durante la gira pasó algo que yo no había percatado y es que la gente empezaba a sumarse a las canciones como un coro griego. Entendí que era porque mis compatriotas habían estado esparciéndose como ramas por el mundo y me di cuenta que el servicio que estaba dando La Vida Boheme era ser el cancionero de la diáspora. ´Diáspora' se llama así porque el protagonista es el público y no nosotros. La banda es una mera excusa para que muchas personas se reencuentren con algo imaginario que es la cultura compartida.
¿Cómo plantea usted la idea de la cultura compartida?
Al final de nuestros tiempos no seremos más que el recuerdo de canciones, chistes, pequeñas curiosidades como el VHS y pequeños detalles que al final estarán todos confundidos a lo largo de nuestra vida. Nosotros somos neogranadinos. Creo que con Colombia tenemos una relación muy linda, donde podemos entender la dificultad de emigrar, crecer y vivir circunstancias que hacen que las familias se separen.
Cultura compartida es lo que pasa cuando estás en un local de salsa en Cali, por ejemplo, y suenan canciones con códigos que las personas conocen. Cuando suena 'Rebelión' de Joe Arroyo, no hay alma que no cante cierta parte de la canción. Parece que ocurre automáticamente en todos nosotros y no es algo escogido, es algo fortuito desde que nacemos. Con la banda poco a poco hemos entendido que la razón de grabar el álbum era que las personas tuvieran la fotografía de ese momento.
¿Sienten que la experiencia de cultura colectiva se ha acrecentado en los últimos años?
La primera vez que yo salí Venezuela no había ni un venezolano afuera. Yo estaba solito en España y yo perseguía a la gente que tenía mi acento. El venezolano, muchas veces, prefiere estar en Venezuela con sus cosas. De pequeño siempre te hablan de la familia. Somos latinos, estamos muy centrados en la familia, en los aspectos cercanos y yo creo que ha sido una prueba de vida para los venezolanos salir de la zona de 'confort' y expandir las visiones del mundo. La arepa al pastor es una realidad aquí en México y es por ese diálogo.
Es difícil dejar la casa, pero afuera veo más flores que desiertos y me niego a pensar que nuestra historia es una historia de tragedia. Yo prefiero que nos conozcan por nuestra cultura compartida a que nos conozcan por algo tan superfluo como un gobierno de turno.
¿Existe alguna identidad del rock venezolano que ustedes representan?
Yo tomo nota de Argentina que ha tenido gran influencia en el rock durante el siglo XX y siento que Colombia y Venezuela la tienen ahora. Estoy muy honrado de estar nominado a los Grammy en la misma categoría que Aterciopelados y recuerdo a una prima que se vestía como Andrea Echeverri. Siento que hemos tenido una historia musical más reconocida en la tradición de la música folclórica y no habíamos tenido tanta influencia, sino hasta los 90, concretamente en el rock.
Quienes conocen a La Vida Boheme saben quiénes somos y que no tenemos interés en hacer cosas conformistas. Algunos vienen porque les recordamos a Venezuela, otros sencillamente están hartos de basuras repetitivas y yo, como amante del rock latinoamericano, siempre voy a tirar a hacer las cosas que me mueven y son distintas
Usted ha dicho que la canción ‘Cementerio del este’ es la prueba para saber si a la gente le gusta o no el trabajo de La Vida Boheme, ¿por qué?
La versión en vivo son 10 minutos de disco ‘music’ de sintetizador alemán... La letra dura 10 segundos y es una canción de 10 minutos. Entonces yo creo que si tú estás abierto a que no todo tiene que ser coro y verso, que también tenemos de eso, vas a disfrutar de nosotros. No es algo para todas las personas. Si no eres una persona de Disney sino más bien como de 'Viernes 13' te puede gustar. Intentamos ofrecer un servicio más sensorial y por eso creo esa canción es una muy buena prueba.
¿Esa ha sido su forma de innovar en su música?
Yo creo que la banda es muy rítmica. Sin embargo, lo que queremos hacer, quizá como caribeños, es que el rock sea más bailable, menos cuadrado. Y eso que nos gusta la música cuadrada. Nosotros nacimos en una época en la que pocas bandas latinas estaban tratando de crear nuevos lenguajes o usar sintetizadores para contar historias. A la mente se me viene Clandestino, de Manu Chao, hecho a partir de collage de programas de radio. Eso me encanta. Y también pasaba con la banda de Chile Astros, que no sonaba a nada más que no fuera a Astros. Yo pienso que está bueno intentar cambiar el lenguaje y eso ha sido una preocupación para la banda.
¿Cómo es el trabajo del grupo después de tantos años juntos?
Como somos tan amigos desde pequeños somos muy permisivos con sentirnos mal. Hay días malos. Nos pasa la clásica de estar 8 horas trabajando en una canción que no sale. Nos miramos y decimos: ¿comemos?, y claro, somos amigos antes que banda. No tenemos que ser como Sísifo, no hay que empujar una piedra eternamente.
¿Cómo encaran esta gira que va a pasar por Bogotá?
Con la edad he entendido lo importante que es cuidar el cuerpo para dar mi mejor 'performance'. Eso es algo que he adquirido con el tiempo. No hay nada más satisfactorio que el control absoluto del momento y de la energía. Hay personas que viajan 30 horas para ir a escuchar una canción y se merecen el mejor momento del peleador en el escenario. Cuando veo a Iggy Pop dándolo todo en vivo, a los setenta y pico de años, entiendo que ese es el oficio. Y uno solo puede sentir vergüenza de no estar a ese nivel en cada 'show' que da.
JUAN JOSÉ RÍOS ARBELÁEZ
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO