Eran las 7:30 de la noche del 1.° de octubre de 2024 cuando el celular de Lised vibró con una alerta que heló su sangre: el cielo de Tel Aviv, Israel, se convirtió en un campo de batalla y venganza.
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Dos minutos, ese era todo el tiempo que tenía para llegar al refugio y salvar su vida, pero un pensamiento la paralizó: su hija Alejandra no estaba en casa y peor aún, donde se encontraba, no había donde resguardarse.
El terror se fusionó con la impotencia y la angustia de saber que su hija estaba afuera, desprotegida, mientras el cielo retumbaba con el estruendo de los misiles interceptados.
Ella sabía que su niña "estaba en peligro y que no podía hacer nada para protegerla", lo que alimentaba la desesperación de pensar que podría perderla en cualquier momento.
Fue en ese preciso instante cuando comenzó lo que se convertiría en la noche más larga y oscura de sus vidas, una pesadilla que pondría a prueba su amor, su fe y su voluntad de sobrevivir.
Lised, una colombiana que ha hecho de Israel su hogar durante los últimos tres años, se encontró de repente en medio de una bomba de tiempo que estaba a punto de estallar.
La tensión entre Israel e Irán había alcanzado su punto crítico, Lised y Alejandra, como muchos habitantes del país, estaban atrapadas en el epicentro de un conflicto del que no tenían la culpa.
Entré en pánico
Mientras bajaba los dos pisos del edificio para llegar al refugio, aproximadamente 180 misiles surcaban el cielo nocturno israelí.
Este ataque, similar al bombardeo de abril, era la respuesta de Irán a una serie de asesinatos de altos líderes de Hezbolá.
Y aunque a principio de año vivieron una situación igual, esta vez era diferente para ellas porque se encontraban separadas bajo fuego. "Entré en pánico. Uno sabe que puede perder la vida", confesó Lised a EL TIEMPO con voz aún temblorosa al recordar.
Una hora de incertidumbre: Alejandra, sin refugio
En ese mismo momento, a kilómetros de distancia, Alejandra regresaba de un día en la playa, ajena al infierno que estaba a punto de desatarse. El autobús en el que viajaba se detuvo abruptamente cuando las sirenas comenzaron a sonar.
Alejandra contó que se "encontraba en carretera abierta y no había un lugar cercano donde resguardarse". Los pasajeros que iban junto con ella se alejaron del bus, se lanzaron al suelo y se taparon la cabeza. Sabían que correr no era una opción.
En paralelo, Lised miraba las noticias en su teléfono, las cuales revelaban la magnitud del ataque. Estaba rodeada de rezos y llantos de aquellos que tienen a sus hijos en la guerra.
Sentí que el alma se me iba del cuerpo
La madre confesó que "sentía que el alma se le iba del cuerpo" porque sabía que su hija "no tenía un refugio cerca porque iba en carretera abierta".
En el suelo, Alejandra miraba el cielo con terror y solo pensaba en el deseo de volver a ver a su madre.
Los misiles surcaban el aire, mientras el sistema de defensa aérea israelí, la Cúpula de Hierro, trabajaba para interceptarlos; sin embargo, se escuchaba las explosiones de uno que otro que lograba entrar al territorio.
La hija recordó que empezó a "orar, llorar y mirar los misiles que venían hacia" ellos. "Sentí que iba a morir", expresó con angustia a EL TIEMPO. En medio del caos, madre e hija lograron conectarse por medio de una llamada telefónica.
Alejandra contó que su mamá la "llamó llorando" y ella le dijo "que guardara la calma, que de esta iba a salir bien". Pero internamente, la joven luchaba contra su propio miedo. No quería que su última conversación con su madre fuera entre lágrimas.
Los minutos se convirtieron en una eternidad. Cada explosión en el cielo era un recordatorio de lo frágil que es la vida.
Lised, en el refugio, se aferraba a su teléfono, leyendo las noticias del gobierno que llegaban en tiempo real. Alejandra, en el suelo, se abrazaba desconsolada a desconocidas que de repente se habían convertido en hermanas ante el terror.
El reencuentro de madre e hija
Después de lo que pareció una eternidad, el ataque cesó. Alejandra logró llegar a casa, donde su madre la esperando con los brazos abiertos y los ojos llenos de lágrimas.
Le dije: 'mami pensé que me iba a morir' y ella me respondió en medio de llanto: 'yo pensé que te iba perder'
Alejandra recordó que cuando vio a su madre, la abrazo tan fuerte como si hubiera regresado a la vida y le dijo: 'Mami pensé que me iba a morir' y ella le respondió en medio de llanto: 'Yo pensé que te iba perder, pero Dios fue muy grande conmigo y contigo'.
Ese abrazo familiar fue más que un gesto de amor; fue un símbolo de supervivencia, de resistencia.
Días después, Lised sigue con incertidumbre porque no se sabe que va a pasar. La alerta de posibles ataques terroristas en las calles solo aumenta su ansiedad. "Estas personas llegan a los lugares a matar a otras, sin mediar palabra".
Sin embargo, en medio de la oscuridad, Lised y su hija encontraron una nueva fuerza. "Entre nosotras nos damos apoyo. Tenemos la confianza en Dios", afirmó con determinación.
La noche del 1.° de octubre cambió para siempre a esta familia colombiana en Israel. El miedo sigue presente, como una sombra que parece seguirlos. Pero también descubrieron una resiliencia que no sabían que tenían.
GERALDINE BAJONERO VÁSQUEZ
Periodista Últimas Noticias de EL TIEMPO
*Las imágenes y los videos fueron cortesía. (Son del 1.° de octubre del 2024).