Los otros ‘Sanber’: tres barrios de Colombia tomados por criminales y que preocupan a las autoridades

hace 3 días 100

El barrio San Bernardo, situado a unos 20 minutos a pie del Palacio Presidencial, es un polvorín a punto de estallar este año. Cuatro atentados con granadas en siete meses, que dejaron cuatro muertos y al menos 24 heridos, han intensificado la preocupación de las autoridades de Bogotá. Este sector, antes de vivienda tradicional, se ha convertido en epicentro de mafias, grupos armados, indigencia y narcotráfico.

La escalada de violencia, iniciada el 27 de junio del año pasado y con su episodio más reciente el martes de esta semana, ha llevado a la Policía Metropolitana a intensificar sus esfuerzos contra bandas como 'Los Costeños' y 'Los Venecos', que luchan por el control del área. En las últimas horas, 15 allanamientos resultaron en la captura de 11 personas, señaladas de pertenecer a estos grupos criminales."

Y en medio de esta disputa, se encuentran los habitantes. San Bernardo, o 'el Sanber' como se le conoce localmente, es uno de los barrios más antiguos de Bogotá. Según estudios de la Empresa de Renovación Urbana de Bogotá, surgió a mediados del siglo XIX como uno de los primeros sectores residenciales de la ciudad.

Una granada explotó en San Bernardo y dejó tres heridos, entre ellos un peluquero

Una granada explotó y dejó tres heridos. Foto:

No obstante, desde finales de los años 80 hasta hoy, el barrio ha experimentado un proceso de degradación y abandono. Muchas de sus viviendas, consideradas patrimonio arquitectónico e histórico de Bogotá, se han transformado en 'ollas' de consumo de estupefacientes, inquilinatos o pagadiarios.

Actualmente, el barrio presenta dos realidades: una en el sector nororiental, donde abundan los pagadiarios, la prostitución y la venta de drogas. La otra zona, hacia el centro y sur, de carácter más residencial y comercial, es la que más sufre la situación. Los habitantes del ‘Sanber' no solo viven con miedo, sino también con pobreza.

Según datos del Sisbén, en San Bernardo viven alrededor de 7.500 personas, de las cuales el 53 por ciento reportó ingresos mensuales inferiores a 500 mil pesos. La localidad a la que pertenece, Santa Fe, es la más desigual de la ciudad, con un coeficiente de Gini de 0,65 (donde 0 representa una distribución equitativa del ingreso y 1 una distribución totalmente inequitativa). Además, es la segunda con mayor nivel de pobreza monetaria extrema, con un 23 por ciento de sus habitantes en esta condición, según datos de 2023 de la Secretaría de Salud de Bogotá".

Este escenario de pobreza, abandono estatal y cooptación por grupos ilegales, convirtió a San Bernardo en una de las 'ollas' más notorias de Colombia. Sin embargo, no es la única. La intensificación del crimen en esta zona, considerada el reemplazo del extinto 'Bronx', ha puesto en evidencia otros puntos críticos en las principales ciudades del país, donde se repiten dinámicas similares de abandono estatal, crimen, narcotráfico e indigencia. Periodistas de EL TIEMPO visitaron estos lugares.

Camionetas de lujo ‘zigzaguean’ en la comuna 15 de Medellín

Es viernes por la noche y el barrio Antioquia, caracterizado por ser un sector humilde de estratos 2 y 3, se llena de automóviles y camionetas de lujo. Esta hora pico en la zona responde al flujo de personas que van a ‘mercar’, como se le dice coloquialmente a la compra de estupefacientes en Medellín.

Para 'mercar', las personas optan por diferentes puntos en el barrio, pues el sector está lleno de las llamadas ‘plazas’, lugares que físicamente no suelen tener muchos elementos particulares, pero que a nivel de personajes son inconfundibles. Hombres jóvenes, vestidos de negro, con prendas poco llamativas y capuchas, que transmiten ansiedad de manera evidente en las pocas oportunidades en que hablan, y que siempre están alerta, mirando a todos lados y tratando de completar sus ventas con rapidez.

Uno suele ver carros particulares muy sencillos, pasando fajos incontables de billetes al interior de las residencias

Comprador habitual de la zona

Esta zona, conformada por hasta tres barrios de la comuna 15 de la ciudad, se ha afianzado durante décadas como la principal ‘olla’ de microtráfico de la capital de Antioquia. Su operación es masiva y convoca a todo tipo de público, desde personas de la clase más alta de la sociedad, hasta consumidores en condición de calle, todo a raíz del volumen de estupefacientes comercializados y la multiplicidad de ‘plazas’ de expendio que hay al interior de este sector de la ciudad.

Medellin

Tres barrios de la comuna 15 son la principal ‘olla’ de microtráfico de la capital de Antioquia. Foto:Cortesía

Entrando en carro, ya sea por la placa deportiva de la 30 o por la principal de la 65, el trayecto suele requerir el mismo proceso: adentrarse en el barrio haciendo zigzags entre calles estrechas, esquivando habitantes de calle y personas que se movilizan en sentido contrario a la vía, y, sobre todo, con la sensación de que en todo momento hay alguien observando.

Por las calles del barrio hay que transitar despacio, a cada lado de las residencias siempre hay algo sucediendo: adultos mayores conversando o jugando juegos de mesa, habitantes de calle, que proliferan en este sector, consumiendo o caminando erráticamente, e individuos que usualmente están vestidos con capuchas y examinan el trayecto de todo aquel que ingresa.

Quien va a comprar drogas en el barrio Antioquia ya conoce los códigos que se deben respetar aquí: ser rápido y directo, no sacar celulares y, sobre todo, mantener una postura neutral. Emulando un autoservicio de comidas rápidas, los vehículos se acercan a su plaza de preferencia, bajan la ventanilla e inician una venta que no tomará más de un minuto en completarse.

En algunas plazas el ‘servicio’ es simple: uno o dos personajes se sitúan en una esquina o al frente de alguna residencia en donde permanecen mientras llegan los clientes. En otros sectores, el comercio es más sofisticado. Una casa cuya puerta entreabierta vislumbra un profundo pasillo oscuro, del cual salen y entran personas constantemente. Afuera, vigilan tres hombres de entre 25 y 30 años sentados alrededor de una pequeña mesa de plástico.

Al momento de la compra, un hombre a bordo de una camioneta Toyota llega a esta plaza y desde su ventana saca un billete de gran denominación. El expendedor lo toma rápidamente y lo pasa a través de una pequeña abertura realizada entre la parte interior de la ventana y la característica reja que separa al exterior de la ventana principal de la residencia. Esta ventana está sellada desde adentro, a excepción de una pequeña abertura vertical por la cual entra el dinero y salen las vueltas. Y las drogas.

“Una vez vi cómo surtían una plaza, es algo muy loco. Esa vez había personas vestidas de trabajadores de una compañía telefónica importante del país. Del camión de la empresa, bajaban bolsas, talegos llenos de drogas. Del mismo modo, uno suele ver carros particulares muy sencillos, pasando fajos incontables de billetes al interior de las residencias que sirven como sede de las plazas”, narra un comprador habitual de marihuana en el barrio Antioquia.

Estas dinámicas son replicadas por camiones y carros membretados de diferentes marcas reconocidas a nivel local y nacional, que utilizan su reconocimiento como fachada para ingresar al barrio, surtir las plazas y salir sin ser requeridos por las autoridades. “En el B se consigue lo que sea: para fumar; exóticos, pangola, crespa nacional, destilados nacionales e importados, cogollos; cosas armadas, cueros de ‘blon’, orgánicos, celulosas, y THD; sople, ruedas rachas. De todo”, explica una fuente enterada.

Y si bien la actividad del barrio Antioquia es un secreto a voces en la ciudad, y en efecto hay presencia policial constante, incluyendo un CAI en el sector, desarticular estas redes de microtráfico que se han consolidado por más de 30 años resulta un reto que a grandes rasgos parece imposible.

El sonidista ‘dealer’ del barrio Camilo Torres de Cali

Con una evidente fuerza en su brazo corpulento y enervado, una mujer ventila con la tapa de una olla el carbón de una parrilla, que empieza a tostar unas arepas. El humo con fragancia de mantequilla derretida que produce esta acción cinética de la doña se convierte en una especie de sándalo que ayuda a neutralizar el olor a ‘pollo’, expresión con la que popularmente se le conoce al olor de la marihuana, que expiden unos jóvenes envejecidos por el sol y el consumo, que se arriman a comprarle uno de sus manjares.

Cali es la tercera ciudad más grande de Colombia, después de Bogotá y Medellín.

Cali también es una de las ciudades más afectadas por el microtráfico. Foto:iStock

Esta escena es parte del día a día en el barrio Camilo Torres, una invasión en el norte de Cali que, según ‘el Sonidista’ *, es considerada como uno de los puntos de expendio de estupefacientes más visitados de la ciudad, y donde se consigue “de todo”. ‘El Sonidista’ ha trabajado en grandes eventos de la industria musical en la capital vallecaucana y ha vivido casi toda su vida en ese barrio, por eso es a quien recurren reconocidos artistas de la escena en caso de querer ‘mercar’.

“El barrio es muy seguro. Si vives allá, ten la garantía de que nadie te va a robar, porque ‘los muchachos’ cuidan y al que se ponga a hacerlo sin autorización le va bastante mal. Se ve como un barrio común y corriente, eso sí, muy animado, pero a la vez intimida un poco. Es algo que todo el mundo sabe, pero nadie dice nada”, recordó.

Para él es normal ver camionetas de alta gama parqueadas en horas de la madrugada y mucho movimiento alrededor de la droga y, en algunos casos, las armas: “Ese concepto de ‘ollas’ con 'gamines' chupando tarro de solución ya casi no se ve. Ahora todo está más tecnificado y la gente se cuida más. Casi todo funciona en casas o a domicilio”.

Para Miguel Yusti, consultor y ex asesor de seguridad de la Gobernación del Valle del Cauca, buena parte de los separadores, como el de la autopista suroriental, son corredores del narcotráfico que conectan con otros sectores, como parques y todo el corredor de la calle 25. También incluyó el corredor de la avenida 2° norte, al lado del río.

“En la calle 15 hay unos edificios con comercios interconectados, que también son corredores del narcotráfico y cuyos propietarios residen en barrios como El Ingenio y Valle del Lili. Cabe recordar que muchos de estos corredores están conectados también con negocios ambulantes”, detalló Yusti.

Entre tanto, ‘El sonidista’ identifica barrios como La Isla, donde recientemente descubrieron un búnker que interconectaba a cuatro casas dedicadas al expendio y tráfico de estupefacientes: “El Sucre, en el centro, es más un poco de la vieja ‘olla’ que se conoce, que tiene habitante de calle consumidor, calles destruidas, casas para el consumo, aunque también hay gente buena que vende dulces y sale a trabajar en lo que sea. También está el oriente de Cali, en barrios como Mojica y una zona verde de Potrero Grande, bastante difícil de entrar”.

El ‘trasteo’ de la operación de microtráfico en Barranquilla

Caminando por el costado norte de la calle 30, bajo un ‘solazo’ de medio día de esos que tanto se registran en ‘la Arenosa’, se escucha un vallenato o una salsa diferente en cada local por el que se pasa en frente. Hasta los puestos ambulantes tienen su propio ‘picó’ a ‘todo taco’, mientras que al cruzar la principal se ingresa a una calle más angosta en la que se puede observar a uno que otro muchacho en ‘chanclas’ que, con actitud sospechosa, pregunta con la mirada si se está allí para comprar drogas.

Aunque esta es una práctica común en este sector llamado ‘Zona Cachacal’ y en la parte alta de San Roque, en el centro de la ciudad, la actividad criminal se ha ido ‘trasteando’ a los barrios de las diferentes localidades. 

“Una de las características que tienen las ‘ollas’ es que se siguen dando en determinados sectores, pero con menor fuerza, como lo fue la Cachacal. Es decir, no hay una concentración permanente y masiva, sino que hoy, a raíz del desmantelamiento de la Cachacal, en el año 2015, se ha ido a la calle. Encontramos sitios donde es común la presencia momentánea del adicto, en su mayoría habitantes de calle”, manifiesta Arturo García, analista experto en temas de seguridad.

Barranquilla

En Barranquilla se ha venido dando el caso de la disputa de las rentas ilegales. Foto:iStock

Agrega que en esos puntos consumen, se alimentan, se sienten seguros ahí, hacen relación con otros consumidores, entre ellos subsisten, reciclan y en ocasiones se agreden.

Hay que recordar que Barranquilla fue el epicentro en el año 2012 del lanzamiento de la estrategia del Ministerio de Defensa y de la Policía Nacional, denominada ‘Plan 100 contra el microtráfico’, en la que identificaron 300 ‘ollas’ de microtráfico en la capital del Atlántico. Una de ellas fue desmantelada en ese entonces en el barrio La Esmeralda, de la localidad Suroccidente. 

García indica que su época de personero distrital le permite describir estos espacios con un detalle en común y es que tienen cerca, en términos generales, unos puntos de reciclaje que facilitan la movilidad de habitantes de calle:

“En Barranquilla, hay unas organizaciones que tienen el control territorial en determinados barrios, esto señala que hay consumidores que no pueden comprar droga en determinados territorios, porque son ‘clientes’ de otros expendios de estupefacientes. 

Se ha venido dando el caso de la disputa de las rentas ilegales, a partir de las estructuras criminales, como el caso de Los Costeños, Los Pepes, Rastrojos e incluso cientos de individualidades que a lo largo de los años han tenido este negocio, convirtiéndolo de tipo personal a familiar”, explica.

Añade que hay unos que se caracterizan por vender marihuana, cripy, otros por vender pepas o pastillas, algunos con cocaína rosada y que va a otros niveles sociales e implica una modernización del negocio con ‘correos humanos’, instrumentalizando a menores de edad.

REDACCIÓN NACIÓN

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