El día a día en Colombia, hoy más que nunca convulsionado, nos aleja de debates mundiales cuyos análisis nos facilitarían entender nuestra compleja realidad actual, y, más importante aún, empezar a diseñar un futuro menos incierto.
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La trampa del ingreso medio, en la cual está atrapado nuestro país, es hoy uno de los grandes problemas actuales para quienes ven con suma preocupación la situación de la economía mundial. Y si miramos el estado de la democracia nos enfrentamos a un panorama tan o más inquietante.
“En los próximos dos años no tenemos ni una recesión global ni una recuperación robusta”; además, “entre 2000 y 2024 se registra el crecimiento más débil desde 1990”. Así mismo, “en la próxima década habrá una caída sostenida en el crecimiento potencial”. Estas son afirmaciones de Indermit Gill, el economista jefe del Banco Mundial, autor del más reciente documento de este organismo, “La trampa del ingreso medio”.
En su informe sobre el desarrollo en 2024, el Banco Mundial define esta trampa como los obstáculos que enfrentan muchos países para lograr esos niveles de ingreso alto que los aproximan al mundo desarrollado. Afecta a 108 países que desde 2003 se clasificaron como de ingreso medio, donde habita el 75 % de la población del mundo, se genera más del 40 % del PIB global, el 60 % de las emisiones de carbono y donde se encuentra el 60 % de los pobres extremos.
Se reconoce que, en América Latina, solo Chile ha dado el salto al nivel de desarrollo de ingreso alto y Colombia ni siquiera aparece entre aquellos de la región que van en la dirección correcta. Brasil y México, aún lejos de alcanzar ese nivel, sí se identifican como los pocos de esta parte del mundo que muestran un leve aumento en su crecimiento potencial. Aunque ese panorama es oscuro, existen luces, pero preocupa que de nuevo no estén en nuestra región sino en el Asia, como India, Indonesia, entre otros.
Dos elementos son relevantes en este análisis. El primero es que para salir de la trampa se propone nada menos que la “destrucción creativa”, planteada por Schumpeter en 1942. Es decir, un proceso de innovación y cambio tecnológico que implica la destrucción de las estructuras económicas, normas y liderazgos obsoletos para que emerjan nuevas organizaciones que conduzcan a un crecimiento de largo plazo, que genere el verdadero progreso económico y, particularmente, social.
El segundo se refiere a esas barreras que frenan esos cambios: las eternas élites de la sociedad, siempre poderosas y generalmente muy ricas, que han construido barreras que permiten subsidiar sus firmas domésticas. Y, ¡oh sorpresa!, dentro de estas barreras se identifican a los hombres, que por siglos han disfrutado de mejor educación y oportunidades laborales que las mujeres y definen leyes e instituciones que a menudo compran poder social, económico y político. No lo digo yo, son palabras textuales del Banco Mundial.
Superar la trampa
Tres fases construyen la ruta para superar la trampa: la primera, la obvia, inversión, que sin embargo ya no es suficiente, sino que debe acompañarse con tecnologías del exterior y difundirlas. Pero no se trata solo de tomar ideas del avance tecnológico del mundo, sino que simultáneamente este proceso requiere generar conocimiento propio.
Para no entrar en pánico en nuestro país tan convencido de que ha manejado muy bien su economía, es necesario plantear, como lo hace este documento, que las crisis son un pecado necesario porque crean el momento para debilitar el status quo. Es decir, como se anota, que las fuerzas de la preservación, de lo obsoleto, se debilitan solo cuando surge una crisis.
Como también se plantea en este análisis, los países de ingreso medio tienen que soportar mayores barreras que aquellos que hoy son desarrollados. Poblaciones envejecidas, no en siglos sino en décadas; fricciones geopolíticas, y nada menos que acelerar el crecimiento sin afectar el medio ambiente.
Una nueva mirada
Cerrar la brecha de género en términos de empleo y emprendimiento podría incrementar el PIB mundial en más del 20 %
Uno de los hechos destacados de este análisis del Banco Mundial es que por fin se reconocen a las mujeres como protagonistas en el diagnóstico de la economía. Más importante aún es que, como lo plantea Indermit Gill en una conferencia, el trabajo de las mujeres e invertir en descarbonizar la economía son dos de los cuatros remedios (los otros son reducir los costos de comercio y adoptar de tecnologías digitales) para los problemas mundiales.
No son palabras al viento, sino que es un llamado a que se logre entender que la brecha de género es también un importante tema económico, que aún requiere análisis para superar la visión tradicional e incompleta con que se maneja la realidad de las mujeres del mundo.
Lo que parece entrar con fuerza entre los economistas es el potencial de doblar la proporción de mujeres que participan de manera productiva en la economía. Pero lo que aún no logra entenderse es dónde está ese freno cuando hoy las mujeres están más que listas para contribuir al crecimiento de sus países.
En América Latina y en los países nórdicos, como lo reconocen los indicadores de Harvard, la brecha de género en educación se cerró. Sin embargo, el análisis es aún insuficiente. No aparece todavía, especialmente entre los hombres, que esa imagen de mujer cuidadora es el fondo de esa barrera y que solo cuando el cuidado se reconozca como un sector productivo y se saquen esas tareas no remuneradas del hogar que ella predominantemente realiza, se alcanzaría lo que hoy los economistas ven como una gran oportunidad. Como sí lo anota el análisis del Banco Mundial, cerrar la brecha de género en términos de empleo y emprendimiento podría incrementar el PIB mundial en más del 20 %.
Contexto nacional
Con este contexto global aterricemos en nuestro país. No le hace bien a ninguno de los 52 millones de colombianos desconocer semejante situación tan retadora: estamos en una trampa de desarrollo, para no hablar de nuestros propios males, como la guerra, la inexistente movilidad social, la inseguridad, los retos del cambio climático, la corrupción, la política y, por ende, la democracia.
Esta situación que nos agobia no es una excusa para desconocer que somos parte de las preocupaciones mundiales, lo cual debería abrirnos unas posibilidades que a menudo ignoramos: también ser parte de las soluciones mundiales. Pero para aprovechar esta oportunidad tenemos que bajarnos de las nubes y abandonar esa cómoda posición que asumimos con frecuencia.
Para empezar, cambiemos el chip y salgamos del frenético día a día que explica la sensación de desasosiego o, aun, de aislamiento que se empieza a percibir. Estamos viviendo una realidad compleja, muy dura, pero al mismo tiempo estamos frente a retos que nos compromete como generación: cambiar la ruta de nuestra sociedad. Y en este propósito no estamos solos, 108 países coinciden por lo menos con la realidad de ser parte de esta trampa del desarrollo. Sin embargo, así el problema sea generalizado, las soluciones tienen muchos elementos propios de cada sociedad. Y esos debemos identificarlos los colombianos.
No permitamos que ese día a día que ocupa nuestras mentes impida que empecemos a construir esos caminos de reflexión desde las múltiples visiones que tiene el país. No es un debate político en el restringido sentido que con frecuencia se le atribuye a esta dimensión, pero sí lo es, si se entiende, como el espacio donde se resuelven las contradicciones de una sociedad. Pero, además, las mujeres, sus organizaciones, sus distintas visiones deben ser parte estructural de quienes conformen grupos de debate en nada menos que el futuro de la economía y más que esto de la sociedad colombiana.
En nuestro país las mujeres han sido víctimas de todo tipo de agresiones, pero, así mismo, protagonistas de los cambios que se han dado. Por ello, ellas también deben asumir el reto de comprender ese contexto global donde nos ubicamos. Participar en la búsqueda de esa “destrucción creativa” que ha surgido como la nueva ruta que los países de ingreso medio deben seguir para cerrar esa inmensa distancia que nos separa del mundo desarrollado.
¿Seremos capaces de bajarnos de las nubes?
CECILIA LÓPEZ (*)
Especial para EL TIEMPO
(*) Exministra de Agricultura, Medio Ambiente y exdirectora del Departamento Nacional de Planeación.