Saliendo de su cabaña que flotaba en pilotes sobre aguas cristalinas, Zausiyah subió a su bote al amanecer y remó mar adentro.
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Cebó cuatro anzuelos y arrojó su sedal al Mar de las Molucas, en Indonesia. A veces los ganchos volvían vacíos; otras veces pescó cuatro peces de un solo lanzamiento.
“La pesca es lo único que nosotros, el pueblo bajo, conocemos”, dijo Zausiyah, quien, como muchos indonesios, tiene un solo nombre. “Empecé a pescar cuando mi marido quedó ciego. Estoy cansada, pero ésta es nuestra única manera de ganarnos la vida”.
Más tarde, Zausiyah intercambió su pescado por algunas galletas con vecinos que acababan de regresar del continente.
Durante siglos, el pueblo bajo ha vivido tradicionalmente en mar abierto, pasando gran parte de su vida nómada en sus embarcaciones o en sus cabañas en alta mar, que se elevan unos 3 metros sobre el agua y se sostienen sobre postes de madera anclados al fondo del mar.
Las comunidades bajo están dispersas por las aguas frente a las costas de Indonesia, Filipinas y Malasia. En Indonesia, se estima que unas 180 mil personas bajos están repartidas en 14 provincias.
Tradicionalmente, los bajos venían a tierra firme sólo para obtener suministros o resguardarse de las tormentas. Pero a fines de la década de 1980, Indonesia comenzó a desarrollar asentamientos en tierra para los bajos y a mejorar los servicios disponibles para ellos, lo que llevó a que más dividieran su tiempo entre vivir en tierra firme y en el mar. Algunos han abandonado por completo su vida en el mar.
Zausiyah, que dice tener unos 60 años, y su marido, Mawardi, de unos 72, se han quedado en el mar, aunque Mawardi perdió la mayor parte de la vista tras un accidente con explosivos que estaba utilizando para pescar.
Si bien es posible que los bajos ya no vivan enteramente en el mar, muchos todavía se ganan la vida casi exclusivamente de él. Pero con más opciones para una vida en tierra, algunos bajos más jóvenes están optando por no pescar y existe la preocupación de que se estén perdiendo las costumbres tradicionales. “Los bajos que vemos hoy no son los bajos que conocíamos”, dijo Wengki Ariando, investigador en la Universidad Chulalongkorn de Bangkok, quien añadió que muchos bajos “han perdido su identidad”.
Zausiyah y Mawardi creen que hay profundos vínculos espirituales entre los bajos y el océano y que se deben respetar los tabúes de la comunidad para evitar el riesgo de una reprimenda por parte del espíritu del mar. Tirar arroz u otros alimentos al mar es tabú, como también lo es entrar en un lugar sagrado o hablar en voz alta y sin respeto en la naturaleza.
“Los jóvenes de hoy son diferentes”, afirmó Mawardi. “Ni siquiera nos escuchan a nosotros, sus mayores, mucho menos escuchan a la naturaleza”.