Tan solo 12 años tenía Roberto González cuando unos tipos lo amordazaron en la calle, lo secuestraron dentro de una camioneta que daba vueltas sin rumbo fijo por las vías de Barranquilla y lo torturaron dándole martillazos en su cabeza.
Sin darle la oportunidad de defenderse y explicar lo sucedido, arremetieron de manera violenta contra él acusándolo por el supuesto robo de una caja de herramientas. Pensó que así iba a morir: con orificios en su cráneo producto de los golpes de los martillos.
Y que su cuerpo sería abandonado en una zona enmontada de la ciudad o arrojado al río Magdalena hasta aparecer flotando en estado de descomposición en una orilla del afluente, provocando un profundo dolor en su humilde familia al reconocer el cadáver.
“Una vez que estuve reciclando me secuestraron, pidieron una recompensa que no teníamos en el momento. Tocó conseguirla para que me pudieran soltar. Estaban pidiendo 500 mil pesos, no sé quiénes eran”, recuerda el joven, de 22 años en la actualidad.
El tiempo de esa espantosa experiencia, viendo la muerte de cerca representada en el cuerpo de cuatro “cobardes” individuos que tapaban su rostro con pasamontañas, ha pasado, pero cada detalle ha perdurado en la vida del soledeño, como si hubiera sido ayer.
“Yo salí de mi casa a las 4 de la mañana a reciclar. Tipo 8 a. m. yo iba por la calle reciclando normal, cuando una camioneta se atravesó al frente de mi triciclo y me acusaron de un robo, me decían que yo era el que me había robado unas cosas que ellos tenían en la puerta de su casa”, relata González.
Así recuperó su libertad
Es inevitable para él la sudoración en sus manos, mientras narra lo sucedido aquel día, cuando unos 500 mil pesos bastaron para escapar de la muerte, por un robo que no cometió.
“Me acorralaron, me decían que era yo y me hicieron subir en su vehículo. Dejaron mi triciclo tirado en la vía. Me pasearon por todas las calles de Barranquilla y me decían
que me iban a matar. Les dije que llamáramos a mi mamá, que ella pagaba por lo que se había perdido”, cuenta Roberto.
La intervención de sus padres con la suma exigida significó la libertad tras varias horas de secuestro, pero el miedo se mantuvo a tal punto que le huyó al reciclaje informal por cerca de nueve años.
Una labor que debió desempeñar durante ese tiempo en medio del peligro de las calles, empujando una carreta y recogiendo todo tipo de desechos, al no contar en ese momento con los recursos y la oportunidad de acceder a un cupo escolar.
La situación en La Concepción
Escasez que predomina en los más de 500 habitantes de La Concepción, una invasión que limita al norte con el barrio El Porvenir, de Soledad (Atlántico); y al sur, con un botadero de basura a cielo abierto, “dinamizador de la economía” del vecindario.
Allí, a unos metros del río Magdalena, frente al corregimiento de Palermo, en el municipio de Sitionuevo (Magdalena), han crecido varias generaciones sin los servicios públicos vitales, sin vías y refugiados en casas de tablas, con inclinaciones que advierten que se podrían caer sobre quienes las habitan en cualquier momento.
Es tierra de recicladores, por eso en cada puerta de las casas es común ver gigantescos sacos con toneladas de desechos, a la espera de ser intercambiados por monedas o alimentos, según el peso de la carga reciclada. Así consiguen el sustento diario.
De igual manera, es frecuente ver en el panorama niños descalzos y acostumbrados al suelo caliente, con un tono amarillento en su piel y en su cabellera, producto de las polvorientas e improvisadas calles de La Concepción, cuya arena es levantada por los vientos que manda la principal arteria fluvial del país a esta comunidad ribereña.
Los tres hermanos y un amigo que emprendieron en torno al basurero
Hasta hace unos años, esos infantes eran Roberto y sus hermanos Léider y Keiner González, en compañía de Emerson González, “otro hermano”, aunque no de sangre, porque, si bien comparten el mismo apellido, la hermandad la construyeron con tantos años de amistad.
Ellos cuatro vieron en el reciclaje la oportunidad de obtener ingresos. Pero de manera ingeniosa le dieron un vuelco a la actividad hasta convertirla en lo que es hoy Eco Vidrios.
Una idea productiva que surgió con el apoyo de Unicef y Zoa, reunieron las herramientas y hoy es un proyecto de emprendimiento exitoso que aporta a la comunidad, al medio ambiente y a las vidas de los cuatro jóvenes, quienes así se alejan del mal camino y del peligro de las calles.
“Por cosas del conflicto armado, mi familia se desplazó hasta Soledad y ya son alrededor de 10 años viviendo aquí. Debido a las necesidades que uno tiene como persona, me dediqué al reciclaje para tener mi sustento y poder ayudar a mi madre. Hasta que conocí la Fundación Pozo Alegría, donde Unicef presentó el proyecto y todos estuvimos de acuerdo para la ejecución”, manifiesta Emerson, quien nació en el municipio de Fundación (Magdalena)
Un modelo de economía circular
Eco Vidrios es un modelo de economía circular que trabaja con el manejo de residuos sólidos, a través de la producción de vasos de vidrio personalizados, beneficiando así a 160 familias recicladoras.
“Nos encargamos de diseñar vasos con botellas de vidrio que nos trae la comunidad. A cambio, les damos insumos de aseo. El proyecto ya tiene un año y cuatro meses, logrando sumar en ese tiempo cerca de 3 mil piezas para todos los gustos”, destaca Léider González.
El joven, de 20 años, destaca que reciclar con este material no solo significa para ellos unos ingresos económicos, sino también trabajar a favor del medio ambiente, evitando incendios forestales en el sector, en caso de que los envases terminen expuestos a las altas temperaturas y al sol del basurero que se encuentra a cielo abierto.
La resolución del Ministerio de Medio Ambiente
Hay que tener en cuenta que materiales como el vidrio están incluidos en la Resolución 1407 de 2018, del Ministerio de Ambiente sobre la gestión ambiental de los residuos de envases y empaques.
Fomenta el aprovechamiento, la innovación y el ecodiseño de los envases y empaques que se ponen en el mercado, según destaca la autoridad de la Nación en esta normativa.
“En Colombia, la relevancia del sector de envases y empaques es alta, ya que este se ha trasformado en un consumidor importante de materias primas y procesos intermedios de cadenas productivas muy grandes, complejas y representativas de la dinámica económica nacional. Se estima que el 60 % de la demanda de envases y empaques se concentra principalmente en las industrias de bebidas, alimentos farmacéuticos y cosméticos”, reporte MinAmbiente.
El proceso para diseñar un vaso atractivo para los clientes
Según explica Roberto, el paso a paso para diseñar un atractivo vaso de vidrio a partir de un envase empieza desde las mismas familias recicladoras, quienes les llevan las botellas como parte del respectivo trueque.
Posteriormente, abordan la fase de selección y limpieza del recipiente, donde le retiran la etiqueta, lo lavan, lo cortan con la máquina especializada, exponiéndolo a una elevada temperatura y roseándole agua en el cuello de la botella. En este punto, son estrictos con los elementos de protección personal para evitar lesiones o accidentes de trabajo.
Luego lijan el envase, un nuevo lavado para estamparle el diseño personalizado que demanda el cliente y finalmente una última limpieza para entregar el producto empacado en una cajita con el mensaje ‘Eco Vidrios. Sé parte de la transformación’.
“Eco Vidrios ha sido un plus para mi vida, ya que ha cambiado mi mentalidad y mi estrategia de vida. Es un negocio propio que tenemos, a nivel de empresa. Nos visionamos a futuro con la capacidad de generar más de 30 empleos”, asegura Roberto.
Construyen una sede propia en el barrio
El menor del grupo, pero que ha crecido en el proyecto como un líder, es Keiner González. Resalta que, a medida que avanza el tiempo, Eco Vidrios se ha ido perfeccionando, gracias a los talleres de capacitación.
Como si fuera poco, añade que ahora se encuentran construyendo una sede propia dentro del barrio, como un reflejo de la sostenibilidad y proyección de la empresa.
“Vimos la necesidad de crear este espacio, al ser testigos de la necesidad de nuestros vecinos. También buscamos la manera de tener una sede fija, ya que actualmente operamos en dos casas que nos prestan los vecinos. La construcción empezó hace tres meses. Tiene 4 metros de ancho por 22 metros de largo”, dice Keiner.
Es así como crece y se consolida Eco Vidrios, la empresa de cuatro jóvenes que convirtieron una problemática social en una oportunidad productiva a favor de la comunidad y sostenible con el medio ambiente.
Deivis López Ortega
Corresponsal de EL TIEMPO - Barranquilla
En X: @DeJhoLopez
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