Con una invitación para participar este 12 de noviembre del Unsin, un festival musical en el marco de la semana del Latin Grammy en Miami (EE. UU.), el lanzamiento de sencillos de su tercer álbum y una gira por Colombia, el cantautor caleño Maréh (Federico Galvis), quien en 2023 estuvo nominado a dos Grammy Latinos, celebra 10 años de carrera.
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En entrevista con EL TIEMPO, Galvis habló de cómo les ha cantado al amor, a los ecosistemas de Colombia y a la conexión con uno mismo. Además, se refirió a la industria musical colombiana y al espacio para los proyectos independientes.
En el pasado, sus dos álbumes han tenido canciones sobre el amor y la naturaleza, ¿de qué va el tercero?
El tercer disco es como el cierre de un tríptico: Amuleto (2018) es básicamente ese momento de reconocer lo sagrado, lo que marca un camino; ese camino que se abre es Tierra de promesas (2022), que es esa búsqueda interna de la tierra prometida que somos cada uno de nosotros y que termina siendo el Cuerpo (2025) como el primer territorio y como el lugar de los afectos.
Hay una frase de filósofo Spinoza, “nadie sabe lo que puede un cuerpo”, por mucho tiempo esto me sonaba increíble desde el movimiento, pero luego entendí que nadie sabe lo que puede un cuerpo en los afectos, en la posibilidad de conectarse con su máxima naturaleza a partir de la alegría, el amor, la ternura. Este disco tiene esa base, se conecta con mi historia, con Cali, con la música con la que crecí. Son 10 canciones, cinco son sencillos que se revelan uno a uno, entre esos hay una salsa, un aguabajo, una canción afrobrasilera con un artista brasilera. Los otros cinco temas salen cuando se revele el álbum completo, más o menos en abril del próximo año.
Está de gira por Colombia por sus 10 años de carrera, ¿cómo reflexiona sobre lo que ha vivido estos años?
Son 10 años de haber hecho mi primer concierto, pero son más de 20 años dedicado a la música, toda mi vida. En estos 10 años creo que la satisfacción más grande y bonita es honrar a ese niño que sonó con canciones, con vivir de manera libre e independiente y que lo ha defendido. Ha sido un camino de convicción, intención y conciencia, de no estar en búsqueda de un reconocimiento mayor que el de poder compartir lo que hago.
En el camino también ha ganado reconocimiento y nominaciones a premios como el Grammy Latino...
En este camino independiente, el proyecto ha tenido un reconocimiento muy bonito por fuera del país, agradezco cómo esa dificultad para salir adelante como en Cali y en Colombia me ha hecho mirar más allá.
He sido muy privilegiado al tener las nominaciones y los reconocimientos de maestros como Rubén Blades, esa admiración de ídolos de uno que empiezan a reconocer mi trabajo. También hay una especie de tristeza por el lugar que he sentido que ha tenido mi proyecto en mi país... En este camino independiente, el proyecto ha tenido un reconocimiento muy bonito por fuera del país, agradezco cómo esa dificultad para salir adelante como en Cali y en Colombia me ha hecho mirar más allá. Hoy yo soy el cartel de mi propio festival, al final lo que más importa es conectarse con la gente más allá que cualquier otra cosa.
En Colombia, la industria musical parece más enfocada en canciones que sirvan para hacer videos para redes sociales, ¿cómo encontrar un espacio para otras expresiones en esta industria?
Es una industria completamente mediática, los colombianos fuimos criados con telenovelas, entonces el valor que le damos al arte tiene que ver con la fama, con qué tan importante es alguien más allá de recibir algo con el alma. En paralelo, he empezado a percibir que la industria, para presentar música ‘alternativa’ a lo mediático, termina cayendo en un lugar de solo darle importancia a lo que se percibe como marginal e instrumentalizan a los artistas para que representen eso. Es algo que me impacta mucho.
¿Y a qué le canta Maréh?
Cuando hablo del amor, pienso en que uno ama lo que conoce. El amor es la experiencia de relacionarse con la vida, de nacer en un lugar y amar ese territorio, también está el amor romántico, el amor a la familia, y en mis canciones también está el amor al territorio que me nutrió, a los ecosistemas. Al final es sobre amar la vida no porque uno está acostumbrado a vivir, sino porque uno está acostumbrado a amar.
Hablando de los ecosistemas, ¿se considera un poeta naturalista?
Yo me siento muy cómodo con el oficio de cantautor, es un lugar que exploro como un artesano, como quien descubre las herramientas de su técnica. No me identifico con proclamarme defensor de nada, respeto profundamente a las personas que entregan su vida en defensa de una causa, pero mi lugar es el de cantautor.
Hablar de estos temas es también posicionarlos en la agenda. Dice que no se considera defensor de una causa, pero ¿cree que lo que hace tiene algo de político?
Respeto tanto a los líderes y a quienes se toman en serio su lugar que no pretendo jugar a la hipocresía ambiental o política. Obviamente no hay nada más político que el arte justamente como posibilidad de hacerles frente a la estupidez, a la miseria y al poder. Pero me cuido de no caer en el discurso, sino entrar en la poesía, en la canción. No hay nada más revolucionario que la alegría, el amor, la ternura y el goce.
Decía que su propósito no es hacer música para amasar reconocimiento, ¿qué es lo que lo motiva?
Está bien soñar con el reconocimiento, con que te escuche mucha gente, con un Grammy, con lo que uno quiera. Pero para mí es fundamental hacerse la pregunta de por qué uno hace lo que hace. Yo hago lo que hago porque es una necesidad vital, porque amo hacerlo y es la manera en la que encuentro mi búsqueda personal. En primer lugar, mis canciones nacen de esa búsqueda personal, no nacen para agradar a alguien. Luego viene un segundo círculo que es el del oficio, en el cual las empiezo a trabajar con las herramientas que requieren, con músicos profesionales, estudios de grabación, arreglistas... Luego, el tercer círculo es donde la artesanía que uno fabricó sale a encontrarse con el mundo, sale a significar algo para alguien.
¿En ese tercer momento es que llega el reconocimiento?
El reconocimiento o los premios, cuando pasan, son bienvenidos, pero eso no lo define a uno, no es por lo que uno vive. Incluso, esa idea de lo que llaman ‘fanaticada’ me parece algo rara, afortunadamente, no la he experimentado con efervescencia, sino desde la tranquilidad de conocer a alguien igual de valioso que uno, de compartir cosas en común, de conectarse con la gente.
Hace un símil de la canción con la artesanía, pero muchas veces las artesanías se ven como cosas corrientes que no son tan valiosas porque no tienen detrás una marca con mucho reconocimiento...
Yo creo que eso ha ido cambiando. Cada vez más personas se están conectando con su artesanía, y definamos artesanía como la capacidad de llevar a las manos lo que uno ama y quiere hacer, su sueño; siento que cada vez más personas se están atreviendo a coger con sus propias manos sus sueños. Cuando uno hace eso, también empieza a darle valor al sueño de otros y se empieza a generar una red de inspiración que es como una bolita de nieve para salirse de la fábrica que etiqueta todo igual.
MARÍA ISABEL ORTIZ FONNEGRA
Redacción Domingo
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