“Las políticas económicas a menudo no logran producir los resultados deseados”, escribió este domingo el afamado columnista Binyamin Appelbaum en el New York Times. “Los nuevos aranceles del presidente Trump sobre las importaciones mexicanas y canadienses –agregó– (…) están tan mal concebidos que pueden alcanzar lo contrario de los objetivos declarados del presidente”.
Las medidas, que implican un 25 % de arancel para los productos procedentes de Canadá y México, y un 10 % para los originados en China, hicieron que se consolidara un consenso, entre analistas económicos del planeta, en el sentido del grave daño que esas medidas podían causarles al comercio internacional y al mundo, pero antes que nada a Estados Unidos. Aun si la presidenta de México, Claudia Sheinbaum; el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y el propio Trump anunciaron que, tras hablar el lunes, la medida contra México y Canadá quedaba suspendida un mes, la amenaza se mantenía y sus efectos resultaban temibles.
Trump debería pensar todo esto con cabeza fría. El año pasado, más del 40 % de las importaciones llegadas a EE. UU. vinieron de esos tres países. Gravarlos de modo tan drástico implica que se eleven, en similar medida, los precios que los consumidores pagan por ellos. Los ejemplos van desde cientos de productos agrícolas como granos, verduras, frutas, aceites y azúcar hasta el petróleo pesado de Canadá (10 %), pasando por carros, buses, camiones y autopartes, teléfonos celulares, televisores y equipos de computación. Todo eso les saldrá más caro a los estadounidenses.
40% de las importaciones de Estados Unidos viene de China, México y Canadá: grabarlas disparará la inflación
Mientras la inflación golpeará a los consumidores, mayores costos de producción golpearán a miles de industrias estadounidenses que dependen de insumos de esos tres países. Semejantes consecuencias tendrán el efecto contrario del proclamado lema trumpista de ‘Hacer a Estados Unidos grande de nuevo’, porque si bien los ideólogos trumpistas esperan que esos aranceles lleven a los consumidores a comprar más productos locales, mientras esa teoría se demuestra, la realidad será el alza de precios y la pérdida de competitividad de la economía del tío Sam.
Algo similar se puede predicar de otro radical decreto de Trump: el congelamiento, por 90 días, de 65.000 millones de dólares en ayuda a países pobres y emergentes, tramitada en gran parte por la agencia estatal Usaid. La medida que, entre otras, busca ahorrarles dinero a los contribuyentes tendrá en ese frente un efecto marginal si se tiene en cuenta que el déficit público de Estados Unidos fue de más de dos millones de millones de dólares en 2023, 30 veces más que el valor de esa ayuda.
Pero además, cortar esos recursos reducirá de manera dramática la capacidad de Washington de influir en los países receptores, algo que puede ser difícil de entender para un genio de la tecnología con nula experiencia en las relaciones exteriores como Elon Musk, que lidera en la nueva Casa Blanca los programas de reducción de gasto estatal.
Musk dijo el lunes que él y Trump están de acuerdo en “cerrar la agencia Usaid”. De momento, pasa de ser una agencia independiente a estar bajo el control del Departamento de Estado. El secretario Marco Rubio será su nuevo director ejecutivo, según se anunció.
“Aranceles y congelamiento de la ayuda pueden gustarle a una franja de electores, pero desde el punto de vista geopolítico y económico hacen todo menos fortalecer a Estados Unidos, todo menos volverlo más grande e influyente”, le dijo a EL TIEMPO una diplomática europea que pasó algunos años en misiones en Washington y Nueva York.
Las consecuencias: inflación y debilitamiento
El peso de México, China y Canadá en las importaciones de Estados Unidos es enorme. El 71 % de los cubiertos, cuchillería y utensilios de cocina que ese país compra al exterior vienen de China. Igual sucede con el 57 % de los celulares y los aparatos electrónicos de cuidado de la salud, el 51 % de los equipos para escuchar música, el 43 % de tenis y zapatos, y el 38 % de ropa y textiles de algodón o sintéticos.
México vende el 80 % de los camiones y buses que Estados Unidos importa, el 54 % de los televisores y equipos de video, el 50 % de los vegetales, el 42 % de los licores y la cerveza, el 41 % de las frutas, el 38 % de los motores y partes de motores, y el 33 % del azúcar. Los vehículos automotores, motores y autopartes producidos en México para el mercado estadounidense valen 173.000 millones de dólares al año: gravarlos con el 25 % de arancel tendrá un efecto inflacionario enorme y dará un golpe a las marcas estadounidenses de carros, muchas de las cuales producen en México o compran a ese país autopartes.
Congelar la ayuda económica y humanitaria a Centroamérica disparará la inmigración ilegal a Estados Unidos
En cuanto a Canadá, vende el 49 % de granos y alimentos no procesados que Estados Unidos importa, el 43 % de los productos horneados, el 40 % de los cárnicos y el 38 % de los aceites de cocina. Pero lo más complicado para Estados Unidos es el petróleo que viene de los pozos canadienses, en especial el crudo pesado que alimenta las refinerías de los estados del norte de la unión americana. Si Washington le aplica a ese crudo el 25 % de arancel, el golpe inflacionario se hará sentir en el precio de la gasolina y de la energía eléctrica en esas regiones.
Pero además, cuando un país decide, de manera unilateral, subir los aranceles a las importaciones de otro, debe dar por descontado que ese otro va a hacer lo mismo y en la misma proporción. En este caso, unos 740.000 millones de dólares en exportaciones anuales de Estados Unidos a esos tres países (el 40 % de las exportaciones totales del país) van a resultar afectados por los aranceles que China, México y Canadá les pondrán como respuesta. Eso también va a golpear a la industria estadounidense.
Trump ha justificado esas medidas en que ninguno de los tres países actúa de manera decidida para cortar el flujo de fentanilo, el poderoso opioide que entre 2019 y 2021 mató a 70.000 personas en Estados Unidos. Pero los críticos del alza arancelaria hacen ver que, para frenar la economía ilegal del tráfico de drogas, lo peor es castigar a la economía legal.
China anunció que impondrá a partir del 10 de febrero un paquete de represalias que incluye aplicar entre el 10 y el 15 % de aranceles a las importaciones de Estados Unidos, otras medidas que deben inquietar a Washington. El gigante asiático posee cerca del 10 % de los bonos del Tesoro en manos de inversionistas no estadounidenses. Son unos 760.000 millones de dólares, y eso que China ha venido vendiendo esos bonos y en años recientes se ha desprendido de US$ 300.000 millones. Aunque es un escenario que los expertos consideran poco probable, si Pekín decidiera liquidar esos bonos, podría encarecer con ello la gigantesca deuda pública de EE. UU.
Por otra parte, el gobierno del presidente Xi Jinping podría acelerar la devaluación de su moneda, el yuan, para contrarrestar el alza arancelaria con una medida que estimularía a los exportadores chinos que se harían más competitivos, mientras que el dólar tendería a revaluarse por el doble efecto de un menor gasto en importaciones –que podrían reducirse al hacerse más costosas– y un mayor recaudo fiscal-aduanero. Yuan más barato y dólar más caro harían menos competitivas las exportaciones estadounidenses.
El domingo, antes de la charla de Sheinbaum con Trump, el Gobierno mexicano anunció que estudia un paquete de medidas que castigaría a los productos procedentes de Estados Unidos. Entre tanto, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, que va de salida del cargo, ordenó en respuesta –también antes de su conversación el lunes con Trump– “la exclusión, hasta nueva orden, de todo nuevo contrato comercial con fabricantes estadounidenses”. La subida de aranceles golpeará sin duda las economías de México, China y Canadá, pero también, y mucho, la de Estados Unidos. Como bien dijo el domingo, en un comunicado, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China, “no hay vencedores en las guerras comerciales y arancelarias”.
¿Por qué Estados Unidos tendría menos influencia?
Así como el alza de aranceles a China, México y Canadá golpeará a las economías de esos países (y, como está claro, también a Estados Unidos), el congelamiento de 65.000 millones de dólares anuales de ayuda, en gran medida humanitaria, a decenas de países pobres y emergentes en Latinoamérica, Asia, África y Europa del Este golpeará con dureza a millones de habitantes del planeta.
El argumento de la Casa Blanca, expuesto en los considerandos del decreto firmado por Trump, apunta a que muchos de esos programas “no están alineados con los intereses americanos, en muchos casos son contrarios a los valores americanos”, y no contribuyen a la paz mundial. Y aunque, en casos excepcionales, ha habido denuncias de mal uso de esos recursos, lo cierto es que la inmensa mayoría contribuye a reducir el hambre y a mejorar la prevención en salud de poblaciones altamente vulnerables.
“No hay vencedores en las guerras comerciales y arancelarias
Ministerio de Exteriores de China
Este fin de semana, el editorial del diario parisino Le Monde rebatía los argumentos de Trump y cuestionaba dejar en el aire programas como “el financiamiento de tratamientos contra el sida del que dependen 20 millones de pacientes en África, la ayuda alimentaria a las poblaciones golpeadas por la guerra en Sudán, o las operaciones de barrido de minas antipersonales llevadas a cabo en decenas de países”. Y remataba: “En cuanto a los programas de ayuda al desarrollo en América central, las consecuencias de semejante congelamiento (…) pueden incluso alimentar lo que Trump desea contener: la inmigración”.
Desde el punto de vista geopolítico, acabar con esa ayuda y cerrar Usaid, como plantea Musk, llevará a una significativa pérdida de la influencia de Washington en esos países, una circunstancia que sin duda China, cuyo ascendiente sobre decenas de países africanos, asiáticos y latinoamericanos viene al alza, podría aprovechar para consolidar su peso y su prestigio. Subir aranceles y bajar la ayuda no parece que vaya a servir para hacer a Estados Unidos más grande, al menos no a los ojos del resto del planeta.
MAURICIO VARGAS
ANALISTA SÉNIOR
EL TIEMPO
mvargaslina@hotmail / IG: @mvargaslinares