El arte tiene un poder transformador, puede ser un medio para sentir, admirar e incluso sanar heridas. Lo anterior se convierte en realidad especialmente en territorios complejos, en aquellos lugares donde las personas han sufrido situaciones de violencia y pobreza es indispensable tener espacios culturales.
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Uno de los espacios donde se experimentan esas sensaciones es el Museo de Arte de Armenia y el Quindío (MAQUI). Una organización que se ha mantenido en pie a pesar las dificultades económicas y los retos sociales que lo rodean.
Desde sus comienzos ha realizado alrededor de 87 exposiciones de arte, mostrando más de 300 piezas de artistas colombianos de diferentes regiones. También ha ofrecido talleres educativos para las personas de la ciudad y tiene una propuesta de reivindicación para el territorio.
Hace 12 años sus instalaciones eran solo los galpones del ferrocarril donde algún día se había guardado el café para exportar. En aquel entonces, el sitio estaba descuidado y se usaba prácticamente como basurero.
Pero la visión de varios artistas y otras personas interesadas en la construcción social los llevó más allá de su apariencia. Fue así como un grupo de soñadores propusieron la resignificación de las humildes bodegas.
Su restauración fue un verdadero reto, desde la limpieza general hasta el acondicionamiento del interior. Pero parecía que el destino prestó una mano para su desarrollo, pues por las características de la estructura las temperaturas que tiene son ideales para que los cuadros se mantengan en buen estado.
“Este lugar es propio para esto, definitivamente estaba hecho para ser un museo”, comenta María Cristina Mejía, directora y encargada principal del MAQUI hoy en día.
En sus varios años trabajando ha visto el gran crecimiento y evolución que ha tenido este proyecto. Ha podido codearse con adultos y jóvenes deseosos de dedicar sus esfuerzos al enriquecimiento de esta burbuja de arte.
“Veo como otro mundo, es un contraste muy grande estar por fuera del recinto, uno ve un ambiente aparentemente peligroso: los habitantes de calle, la gente inyectándose drogas, es muy impactante”, señala ella.
Sin embargo, el MAQUI es un espacio sumamente seguro. “Una vez se entra se siente una vibra tan diferente, te atrapa y puedes pasar horas aquí”, demostrando así el poder que puede generar el arte.
Incluso las personas de la comunidad aledaña, quienes están inmersas en situaciones de pobreza, delincuencia y violencia, expresan un evidente respeto por el museo: “ellos lo ven como un espacio seguro que hay que cuidar”.
Lo anterior es una muestra de la importancia de este tipo de propuestas. Esta afirmación es un hecho que María Cristina ha comprobado en múltiples ocasiones por medio de experiencias inolvidables.
Por ejemplo, recuerda con vivacidad cuando realizaron un gran evento al cual asistieron importantes personajes políticos. Debido a ello, se contó con la presencia de militares del ejército colombiano como grupo de protección.
Además de atender las actividades y supervisar las exposiciones, ella se preocupó por ofrecer a los soldados la oportunidad de ver las instalaciones. Por eso se acercó al hombre de mayor rango y le sugirió que permitiera a los otros dar una vuelta.
El imponente comandante, quien era un fornido sujeto de gran estatura, piel morena y mirada seria, analizó la situación y decidió mandarlos por pequeños grupos para no descuidar su misión.
Finalmente, cuando todos los demás habían realizado el recorrido él decidió hacerlo también y fue acompañado por la directora. Ella estuvo a su lado charlando, explicando las piezas con entusiasmo y contándole sobre el trasfondo de las cosas que veían.
Entonces, cuando terminaron y llegaron a la puerta de salida él la miró con ojos iluminados y le dijo “yo soy soldado profesional, he recorrido todo Colombia y mi corazón se había muerto, pero aquí acaba de resucitar”. Esa frase aún conmueve profundamente a María Cristina.
Trabajo con la comunidad
Una de las misiones que tiene el MAQUI es conectar con los jóvenes de la región. Por ello tienen convenios con instituciones de educación superior como la Universidad del Quindío, Universidad la Gran Colombia, Universidad San Buenaventura y otras.
En el marco de esas alianzas realizan diferentes actividades como darles la posibilidad de realizar sus pasantías en el museo. Asegurándoles un ambiente de crecimiento y hermandad.
Además, les prestan las instalaciones para llevar a cabo sus tesis e idear diferentes tipos de trabajos de índole cultural. Así mismo, cuando han culminado sus piezas tienen las puertas completamente abiertas para exhibir sus creaciones.
En adición, mantienen una comunicación continúa con los estudiantes para ofrecerles asesorías en aspectos que desean fortalecer. Así mismo, el MAQUI también recibe apoyo de las universidades cuando quiere consultar o investigar algún aspecto, estableciendo así una doble vía de apoyo.
Por otro lado, llevan a cabo conversatorios abiertos al público donde se abordan diferentes tipos de problemáticas. Se habla desde el mundo de los artistas hasta las problemáticas que afronta la población.
Así mismo, desarrollan talleres interactivos especialmente para los más pequeños. En estos espacios se da una oportunidad a los niños de la comunidad de explorar su creatividad, conectar con su inspiración, sentir sus emociones y aprender mientras se divierten.
Reivindicación del territorio
La migración en Armenia ha sido una constante debido a su desarrollo agrícola y a la expansión del café en el Eje Cafetero, convirtiéndo a esta región en un punto atractivo para muchas personas del país.
Este crecimiento poblacional fue acompañado de problemas asociados a la competencia por tierras, así como a la explotación laboral de los trabajadores agrícolas en condiciones difíciles.
En adición, el impacto del conflicto armado en Colombia ha traído a Armenia otras olas de migrantes y desplazados, provenientes de regiones como Antioquia, el Valle del Cauca y Chocó.
Dicha población llegó en búsqueda de refugio ante el conflicto que afectaba sus tierras de origen, especialmente durante los años 80 y 90, cuando el desplazamiento masivo en el país estaba en su punto más alto.
En años recientes, el desplazamiento forzado ha vuelto a aumentar, especialmente con la llegada de familias afrocolombianas e indígenas que huyen de la violencia en lugares como Buenaventura.
De acuerdo a las Naciones Unidas, en Armenia residían 36.989 personas desplazadas en el territorio en condiciones de precariedad. Según registros de la Alcaldía local, 250 personas ingresaron por los mismos motivos durante los primeros meses de 2024.
Estas comunidades, incluyen gran número de niños y personas mayores, llegan con historias de desplazamiento dolorosas, y muchas se han asentado en barrios informales en la periferia de Armenia, como Altos de Monserrate y Belencito Bajo.
Por ello el MAQUI se esfuerza por dar una voz a aquellos que quieren contar su historia. El museo procura dar la bienvenida tanto a artistas como espectadores de cualquier lugar del país para reunirse alrededor del arte.
Sin embargo, la organización se ha tenido que enfrentar a un marcado abandono por parte del estado. “Acá hacemos lo que podemos y nos esforzamos mucho por aprovechar lo que hay”, menciona María Cristina.
Como líder actual de este proyecto es quien mejor comprende las dificultades que la falta de inversión y presupuesto implican para el avance del proyecto. Se cuestiona sobre el origen de este descuido: “Siento que como sociedad nos hemos olvidado del otro, de lo colectivo”.
Aún así, su sueño es seguir con el MAQUI y hacerlo crecer todavía más. Reconoce la necesidad de este tipo de espacios y el impacto que pueden llegar a tener socialmente.
Cree en el poder de la comunidad y todos los que se han interesado por apoyar al MAQUI. Confiando en que su esfuerzo y el de sus compañeros seguirá dando frutos.
REDACCIÓN DE ÚLTIMAS NOTICIAS
IVY LARRARTE ALARCÓN