Lo que recientemente han revelado los informes de inteligencia colombiana no es novedad. Desde hace más de 25 años se sabe que el Eln, las extintas Farc y, más recientemente, sus disidencias, así como otros grupos irregulares, operan no solo desde las fronteras venezolanas sino en pleno corazón del país caribeño.
Sin embargo, la violencia desatada en el Catatumbo, que ya ha dejado más de 60 muertos, según la ONU, mientras que el Gobierno informa de unos 36.000 desplazados, expone los serios desafíos que enfrenta el gobierno de Gustavo Petro con relación a su vecino.
Tras los hechos acontecidos desde el pasado jueves en el Catatumbo, cuando el ELN y disidencias de las Farc emprendieron una persecución, casa por casa, para forzar a la mayoría de civiles a abandonar el territorio, Venezuela lanzó de manera relámpago una campaña para recibirlos.
Se estima que al menos a mil de estos desplazados han llegado a territorio venezolano desde que el Gobierno de Nicolás Maduro instaló en tiempo récord campamentos en varias zonas para atenderlos, la mayoría en el municipio Jesús María Semprún en Zulia.
No obstante, el mismo gobierno colombiano ha señalado que lo que ocurren en esta zona de Norte de Santander tiene correlación con la facilidad que tienen los grupos irregulares para moverse dentro de Venezuela.
“Las tropas del Eln salieron mayoritariamente de Arauca. Transitaron durante un mes hasta el Catatumbo, de civil. Buscan el control de la frontera basados económicamente en la cocaína del Catatumbo. 'Pablito' tiene la mayor responsabilidad en esta acción”, escribió Gustavo Petro en su cuenta de X, luego de anunciar que había conversado con Nicolás Maduro - a quien no se refirió como presidente-, para buscar una solución que incluye bloquear los pasos ilegales y habilitar vuelos en ese zona debido a los refugiados que están del lado venezolano.
Hospedados en hoteles de lujo, así tratan a integrantes del Eln y de las disidencias en Venezuela
El involucramiento de Venezuela con lo que ocurre en Catatumbo comienza por ser un país de brazos abiertos para estos grupos irregulares, cuando existe información de que 'Pablito' opera desde Arauca, en el estado venezolano de Apure.
Caracas, que ha sido sede de los últimos diálogos de paz entre el Gobierno de Colombia y el Eln, es epicentro de cómo estas delegaciones se hospedan en los mejores hoteles de la ciudad, incluyendo el legendario Humboldt, una joya arquitectónica construida en la cima de la montaña “El Ávila”, o “Waraira Repano”, como fue rebautizada por el chavismo.
En ese sentido, Pablo Beltrán, Antonio García, “La Violeta” y otras figuras del Eln, reciben un trato excepcional en la capital venezolana, al igual que Iván Márquez, jefe de la Segunda Marquetalia.
En la Casona “Aquiles Nazoa”, donde tienen lugar la mayoría de los encuentros, estas personas participan a gusto en las reuniones y descansan por días - que se conozcan- en la comodidad de los hoteles.
Asimismo, los combatientes de estos grupos también se pasean cómodamente por el país.
Un informe del año 2020 de la ONG FundaRedes detalló que en más de 15 estados de Venezuela operaban unos 8 grupos irregulares colombianos que tenían presencia sin ninguna oposición de las fuerzas de seguridad venezolanas.
Mérida, Trujillo, Barinas, Lara, Carabobo, Portuguesa, Aragua, Guárico, Monagas, Anzoátegui, Delta Amacuro, Yaracuy, Amazonas, Táchira, Apure, Zulia, Bolívar y Distrito Capital serían los estados identificados.
Además, los irregulares habían logrado presencia y en muchos casos control de la minería, teniendo jugosas ganancias y sometiendo a las poblaciones venezolanas.
Informes de FundaRedes también alertaban sobre el control de escuelas en las que se impartían enseñanzas relacionadas a la guerrilla, se repartían juguetes y alimentos. De igual manera, se sabe que estos grupos también controlan emisoras de radio y someten a los comerciantes, productores y agricultores venezolanos.
Reconocer o no a Nicolás Maduro como presidente
El secuestro, el asesinato y la extorsión ha sido ampliamente denunciado sobre todo en las zonas de frontera, donde también operan grupos como los “Rastrojos” y los “Urabeños”, compuestos por personas de ambas nacionalidades.
A finales de los años 80 y casi toda la década de los 90, Venezuela tuvo mano de hierro contra estos grupos, una actitud que escaló cuando en 1995 el Eln asesinó a miembros de las Fuerzas Armadas del país vecino, pero, la llegada de Hugo Chávez al poder cambió todo y floreció una especie de amistad que le ha dado todo el espacio los grupos colombianos.
Ni siquiera hubo una respuesta férrea en 2021 cuando la Farc-EP atacó a soldados venezolanos en el estado Apure, dejando 20 uniformados venezolanos muertos, cientos de desplazados y miles de pérdidas para los comerciantes y productores.
Toda esta situación en el Catatumbo, santuario de la droga y de donde sale hacia destinos internacionales, ocurre en un momento en el que Colombia se niega a reconocer a Nicolás Maduro como presidente, pero a la vez se niega a distanciarse.
Y es que Caracas le ha recordado a Petro el porqué no puede tomar un camino diferente: "Soy el garante de la negociación de paz, Venezuela es garante y jamás voy a dar opiniones de qué debe hacer Colombia para superar la guerra que está terrible (...) Jamás voy a decir: Colombia, su Gobierno, debe hacer esto y sacar en mis redes sociales un consejo (...) y seguiremos ayudando a Colombia en su proceso de paz sin intervenir en los asuntos internos", le dijo Maduro a Petro el 15 de agosto del año pasado.
Así las cosas, vale recordar aquellas palabras de la excanciller colombiana María Ángela Holguín: “La paz de Colombia pasa por Venezuela”, una frase ha sido repetida en varias oportunidades por autoridades venezolanas, quienes insisten en que no es posible superar el conflicto colombiano sin la “ayuda” de Caracas.
Un desafío de proporciones mayúsculas cuando Petro, no solo debe lidiar con la molestia del chavismo al no reconocer a Maduro, sino con la cruda realidad de que es el mismo régimen quien parece mantener lazos de amistad con los grupos irregulares que forzaron al Gobierno colombiano a declarar Estado de conmoción interior.
REDACCIÓN EL TIEMPO