El FIAV (Festival Internacional de Artes Vivas de Bogotá) trae de regreso a Colombia a la compañía de teatro y danza contemporánea Peeping Tom, 12 años después de que presentaran en la capital con la obra '32 Rue Vandenbranden', que les mereció el Premio Laurence Olivier en 2015, considerado como el más prestigioso en el teatro británico. La compañía belga, dirigida por la argentina Gabriela Carrizo y el francés Franck Chartier, interpretará esta vez su última creación: ‘Diptych: the missing door and the lost room’, los días 7, 8 y 9 de octubre, en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán.
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“Hacer está obra en Bogotá es genial porque en Europa hay muchísima migración ahora y creo que vivimos en una época en la que la gente quiere irse y encontrar algo mejor en su vida. No sabemos cómo sea en Colombia pero en Argentina, de donde viene Gabriela, mucha gente quiere irse”, afirma Chartier, co-director de Diptych, acerca de lo que significa presentar esta obra en diferentes países.
Dyptich navega en el pasado, presente y futuro de una pareja que se embarca en un trasatlántico para buscar una mejor vida de la que tienen. En esta obra, los personajes divagan entre la oscuridad, la desolación y la nostalgia mientras que los cuerpos danzan y tiemblan. Durante el viaje, la naturaleza dejará a la deriva las ideas del tiempo y los recuerdos que amenazan con perpetuarse. En 2023 fue reconocida como la Mejor Producción Teatral Internacional en los Premios de la Crítica de Artes Escénicas
EL TIEMPO habló con Franck Chartier, co-director de la aclamada compañía belga Peeping Tom, quién fue bailarín de ballet clásico en la escuela Rosella Hightower de Cannes y fundó en el 2000, junto a Gabriela Carrizo, la compañía de teatro que se presenta la próxima semana en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán.
¿Cómo ha sido la recepción en los distintos países que se han presentado?
Yo siento que cada vez es diferente aunque hagamos la misma obra. Yo me siento como parte de la audiencia y puedo sentir la energía. En la primera función me imagino lo que la gente puede soñar al respecto. Para mí es difícil saber por qué hay diferentes efectos. Hay unas imágenes fuertes y en algunas culturas no están acostumbrados a ver algo tan realista. A veces creen que es difícil confrontar la imagen y eso impacta a muchas culturas.
Esta obra presenta diferentes juegos con el pasado, presente y futuro, ¿cómo se plantean estos tiempos en ‘Diptych’?
Es un tipo de retrospectiva de la vida que presenta Gabriela. De cierta forma va en reversa y estaba interesado en esa visión. Es la idea de que lo que hacemos en el futuro influencia el pasado. Y de esa forma el tiempo es completamente inverso.
¿Ese juego fue algo que introdujo Gabriela a la obra?
Ella trajo la idea de volver al pasado y el tiempo inverso. Cuando lo leí me dio todo el sentido para trabajar sobre esto. Me interesó aunque no es el eje de la obra. Pero me influyó. Me gusta pensar en este concepto.
El tiempo ha sido una fijación en sus montajes, ¿qué rol cumple y cómo se convirtió en su obsesión?
Nosotros venimos de la danza y el movimiento. Siempre intentamos conectar con el movimiento y tener situaciones claras y realistas. Cuando piensas en la danza en teatro y en eliminar sus fronteras, entonces hay que iniciar con movimientos lentos. Pensamos en cómo vamos a expresar nuestras ideas y el tiempo es crucial. El tiempo lo cambia todo y es mágico. Amamos jugar con esto, con los ‘loops’, en revertirse. Es un juego para nosotros.
¿Cómo se pensaba la narrativa teatral de la obra?
Nuestro sueño era acercarnos al cine. En los cines estás a 20 centímetros de la imagen pero en un teatro estás a 20 metros. La música nos ayuda a entrar en la cabeza de los personajes y ver lo que están pensando. Hemos jugado con la realidad y la fantasía. El tiempo queda totalmente destruido porque no sabemos cuándo volvemos a la realidad.
¿Cuánto se transformó la obra desde que la concibieron hasta que tuvieron un resultado final?
Trabajamos de una manera muy colectiva. Hacemos una maqueta que nos entrega el escenario y nos limita. Entonces sabemos dónde estamos. No sabemos quiénes somos pero sabemos dónde estamos. Sabíamos que era en un bote. Seguimos a la pareja en los corredores y la habitación. Hacemos una composición en conjunto y todos entregan ideas, movimientos. Durante 1 o 2 meses todos están aportando ideas, uno por uno. Llegan muchas y yo estoy escribiendo, intentando contar una historia.
¿Cómo es tomar la decisión final sobre todas las ideas que entregan los integrantes de la compañía?
Yo tengo la última palabra, claro. Porque todos quieren que sus ideas estén en la obra final, pero eso tiene que quedar claro desde el principio para que no tengamos peleas. Es muy colectivo pero durante la creación la idea se vuelve más precisa y la historia toma sentido. Cuando uno pasa estos meses creando hay situaciones que duelen, que no gustan, pero es así.
¿Qué parte de ese proceso termina disfrutando más?
El proceso de creación es feliz y triste a la vez. Uno tiene sueños en la cabeza, piensa que el show va a ser genial y va a tener todo lo que uno quiere pero después termina con una pequeña parte. La creación a veces no es lo mejor porque uno termina frustrando a la gente que quería tener sus ideas. Pero yo tengo que prepararlos para eso. Al final, siempre es una gran decepción porque uno sueña mucho, cree que el show va a tener todo pero no es así. El debut de la obra es una gran decepción para mí y para los artistas, pero después es un trabajo del que uno se siente feliz.
¿Cuál ha sido el concepto que envuelve a Peeping Tom como compañía teatral?
Cuando Gabriela y yo creamos la compañía nos preguntamos qué sería importante cuando uno ve una obra y nos dimos cuenta de que nos gusta estar inmersos en algo que no habíamos visto nunca, en el tabú. Es algo de lo que no queremos hablar en la sociedad, pero cuando lo hablamos en las tablas es muy interesante y para mí eso era muy interesante. Cuando uno es parte de la audiencia disfruta este tipo de obras. Pero como creadores también hablamos de ir en el fondo de nosotros mismos, de la profundidad propia. Nosotros queremos más que lo abstracto que brinda la danza contemporánea. Nos preguntamos quiénes somos nosotros. Para nosotros era importante eso. Los tabús propios, no solo de la sociedad. Todos tenemos algo que escondemos. Un asunto del que no queremos hablar y escondemos en el fondo. Como artistas si quieres crear, tienes que mirar eso, no solo en la sociedad sino en ti mismo y Peeping Tom es un voyeur, alguien que va a mirar en la intimidad de los otros, de la sociedad, y que no tiene miedo de hablar al respecto.
Detalles de la obra
Diptych: the missing door and the lost room
- Duración, idioma y clasificación: 70 minutos, en francés con subtítulos en español, para mayores de 15 años.
- Fechas: 7, 8 y 9 de octubre
- Lugar: Teatro Jorge Eliecer Gaitán
- Boletas: 17.000 a 115.000 disponibles en www.fiavbogota.com
JUAN JOSÉ RÍOS ARBELÁEZ
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO