Después de más de seis décadas de investigación, la NASA realizó un descubrimiento que cambiará nuestra comprensión sobre la atmósfera terrestre. Los científicos de la agencia espacial detectaron por fin el campo eléctrico de la Tierra, una fuerza invisible que estuvo presente desde los primeros días de nuestro planeta. Este campo, conocido como "viento polar", es importante para comprender el comportamiento de la atmósfera y su interacción con el espacio exterior.
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Según aclaró la entidad en su página web durante el mes de agosto, el campo eléctrico de la Tierra, también llamado viento polar, es un fenómeno atmosférico que desempeña un papel fundamental en la manera en que las partículas de la atmósfera escapan hacia el espacio. A través de este proceso, las partículas cargadas como los iones de hidrógeno y oxígeno se aceleran hacia el espacio exterior, contrarrestando la atracción de la gravedad terrestre. Este fenómeno fue una incógnita para los científicos durante más de 60 años, ya que aunque se sabía de su existencia, su naturaleza y comportamiento no habían podido ser medidos de forma precisa.
Según Glyn Collinson, investigador principal de la misión Endurance en el Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA, este campo es tan fundamental para el funcionamiento del planeta como lo son la gravedad y el campo magnético. Aunque débil, el campo eléctrico tiene un impacto profundo, ya que facilita el escape de la atmósfera por encima de los polos norte y sur, contribuyendo a la formación de la atmósfera superior.
Cómo fue posible medir el descubrimiento de la NASA
Cabe destacar que, durante décadas, las misiones espaciales realizadas en los años 60 detectaron partículas atmosféricas escapando al espacio a velocidades supersónicas, pero hasta ahora no se sabía qué estaba causando este fenómeno. Endurance, la misión espacial de la NASA que comenzó en 2016, tuvo como objetivo desarrollar los sensores adecuados para detectar este campo eléctrico. En 2022, se lanzó un cohete suborbital desde el campo de lanzamiento en Svalbard, Noruega, una ubicación ideal para estudiar fenómenos atmosféricos en las proximidades del Polo Norte.
Durante su vuelo, el cohete alcanzó una altitud de aproximadamente 768 kilómetros y midió una fluctuación de 0,55 voltios, que, aunque pequeña, fue suficiente para explicar el comportamiento del viento polar. Estas fluctuaciones, aunque diminutas comparadas con la electricidad que manejamos en la vida diaria, tienen el poder de influir en la dinámica atmosférica.