La convulsa década de los 90 ha vuelto a Bogotá durante las noches de ‘Florecita Rockera’, en el Teatro Astor Plaza. La obra, inspirada en el impacto que tuvo Aterciopelados en la sociedad bogotana, está de temporada desde el 21 de noviembre.
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La historia sigue los caminos Hache y Delia, dos jóvenes con vidas opuestas que se encuentran en un bar donde se presenta Aterciopelados. A partir de ese momento ambos se embarcan en un viaje de autodescubrimiento, amor y rebeldía que se entrelaza con la evolución de la banda y la transformación social, cultural y musical de la Bogotá de la época.
Jorge Marín, guionista y director de la obra, había pensado, en un principio, construir una obra orientada a la historia de Andrea Echeverri y Héctor Buitrago – fundadores de Aterciopelados –, sin embargo, el escritor consideró “valioso contar desde la perspectiva de los fanáticos, rebeldes y jóvenes que salían del statu quo”.
Algo que la banda supo encarnar en su momento, no solo con los premios y sus apariciones en los más grandes escenarios de la industria como MTV, sino desde el mensaje que transmitía su música en una época marcada por la violencia y el narcotráfico.
Aterciopelados supo convertirse en el canal de expresión para los jóvenes que estaban inconformes con su presente y lo que el futuro les prometía. Canciones como 'Pilas', que nombra la aparición de los 'ñeros', son capaces de narrar la calle y retratar los escenarios noventeros en la capital.
La puesta en escena cuenta con seis músicos fijos en el escenario y siete actores/cantantes, inspirados por el icónico álbum ‘El Dorado (versión en vivo)’, que fue ganador del Latin Grammy a Mejor álbum de rock.
Los músicos de la obra
La banda está compuesta por dos guitarras, batería, bajo, teclados y un músico multiinstrumentalista que toca desde percusiones, hasta instrumentos de vientos.
Sebastián Sero, director musical de la obra, creció en la Bogotá de los 90 formando su competencia artística a partir de canciones como ‘Bolero falaz’ o ‘Florecita rockera’. Su trabajo consistió en preparar al equipo para que la audiencia se sintiera presente en una pieza teatral y, al mismo tiempo, en un concierto de rock.
Según el director escénico, el ritmo de una obra de estas características está dominado por los músicos, sin embargo, la capacidad de establecer una narrativa noventera pasa por un trabajo conjunto, tanto escenográfico como discursivo por parte de los actores.
“Las versiones son muy acordes a la banda. Están inspiradas en las interpretaciones en vivo de Aterciopelados. Eso nos asegura tener un sonido muy fresco y muy fiel a lo que sus compositores y creadores quisieron en su momento”, asegura Sero.
De igual forma, el formato exige que los interpretes se acomoden a la narrativa que está puesta en escena. Juan Alejandro Hernández, uno de los dos guitarristas de la obra, explica que “parte de la magia que trae un proyecto como estos es que uno como musico se pone en otro lugar. Ahora todos le servimos a la obra. Tocar bien es lo mínimo que se puede esperar”.
Las canciones, seleccionadas por Jorge Marín para contar la historia, cumplen con un argumento en cada una de las escenas. Es por esto que los músicos deben tener la capacidad de resolver las situaciones que se desarrollen en las tablas del teatro.
“Por ejemplo, con ‘Maligno’, que tiene un solo de guitarra icónico, tengo que alargar esa parte porque la escena lo pide. Lo que yo hago es retomar lo que ya toqué y conozco y reutilizar las melodías para poderlo desarrollar”, apunta Hernández.
Incluso durante una de las presentaciones, el guitarrista tuvo que bajar del espacio dispuesto a los músicos para solucionar un problema técnico mientras que la obra continuaba sin interrupciones. “Me tocó hacer como si fuera uno de los actores mientras hablaba con el ingeniero de sonido para solucionar la interferencia. El show no puede parar, la gente se ríe y se estresa, pero son momentos que le dan vida a la función”.
Hasta ahora el público ha sido variado, aunque la mayoría de asistentes corresponden al grupo de personas que creció viendo como Aterciopelados se convertía en el ícono del rock nacional, así como Hache y Delia, los personajes de la obra.
“Los públicos son muy distintos. Algunos son fríos al comienzo, pero algo que ha pasado en todas las presentaciones es que las personas se ponen de pie en la última canción. Hay unos que solo aplauden al principio, otros cantan y otros gritan o solo lloran de la emoción”, recuerda Hernández.
La temporada en el Teatro Astor Plaza finalizará este fin de semana con dos funciones el sábado 30 de noviembre, a las 4:00 p. m. y a las 8:30 p. m., y una función el domingo 1 de diciembre. a las 3:00 p. m. Las boletas están disponibles en TuBoleta.com.