Se suele pensar que la cata de vinos es una actividad solo apta para conocedores y profesionales, pero todo amante del vino –sin importar su nivel de conocimiento– debería practicar este ejercicio con frecuencia. Porque no solo se aprende mucho– incluso de nuestros propios gustos–, sino porque de seguro va a pasar un rato muy agradable.
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Empecemos por el principio: ¿Qué es una cata de vinos? Es probar uno o varios vinos poniendo toda la atención que podamos en las características organolépticas de lo que tenemos en la copa. Se hace en tres etapas: el análisis visual (que nos puede dar valiosas pistas sobre la edad del vino) o detectar defectos, entre otras variables; luego se pasa al análisis olfativo y se termina con la degustación en boca.. Y dos consejos: anoten lo que percibieron en cada fase y dejen la vergüenza encerrada en un clóset.
También es recomendable es tener a la mano una ficha técnica del vino que se está probando, para entender cosas básicas como de dónde viene, los tipos de uva con las que se elaboró, el tipo de suelo, la altitud, el tipo de barrica (si pasó por madera), el número de usos de esa barrica y tiempo de guarda, características climatológicas de la añada, notas de cata... E ideal si además hay datos como grado alcohólico, pH, nivel de acidez y de azúcar residual. Al principio estos parámetros técnicos le parecerán chino mandarín, pero con el tiempo, algo de lectura y práctica, descubrirá que le aportarán valiosa información para entender mejor un vino.
Ante todo, no se agobien:
esto no es un examen de física nuclear y se puede aprender pasando un buen momento.
Ante todo, no se agobien: esto no es un examen de física nuclear y se puede aprender pasando un buen momento. Para no ir muy lejos, hace dos semanas nos juntamos en casa con unos amigos para probar tintos de cuatro D. O. españolas diferentes: Rioja, Ribera del Duero, Toro y Bierzo. Tras presentar cada uno de los vinos y probarlos, pronto empezó a fluir la magia de las catas: primero, darse cuenta de lo distintos que eran; después, las preguntas que siempre abren mundos: ‘por qué este lo siento más fresco que este otro’; luego el infaltable ‘cuál me gustó más’ y, finalmente y lo más importante, ‘por qué me gustó más’. Y todo esto con sendos ‘reversazos’: ‘ummm, pensándolo mejor, tal vez me quedo con el del Bierzo’.
De eso se tratan las catas: son un ejercicio sensorial e intelectual donde nos esforzamos por descifrar eso que tenemos en la copa, por descubrir qué nos seduce de ese líquido y qué no tanto. Por ejemplo, hay vinos que son fascinantes en nariz, pero que luego defraudan en boca, o viceversa.
Hay cuatro tipos principales de catas y se las voy a explicar para que se animen a hacer alguna (o varias) con amigos. Y si cada uno aporta una botella, podrán catar mejores etiquetas sin que a nadie le cueste un riñón.
1. Las temáticas
Las temáticas se enfocan en un tema específico, una uva, una región, un estilo de vinos, etc. Por ejemplo: cuatro sauvignon blanc de cuatro países que brillan en esta variedad; o cuatro malbec argentinos de altura o cinco rosados disponibles en el mercado… Las posibilidades son enormes.
2. La horizontal.
La horizontal consiste en probar varios vinos de la misma añada y usualmente de la misma zona y variedad, pero de diferentes productores, para ver sus acentos y las diferencias entre ellos.
3. La vertical.
La vertical consiste en probar un mismo vino, pero de diferentes añadas. Un ejercicio que le permitirá entender que el vino no es una receta ni un producto industrial homogéneo, y que la naturaleza puede hacer que de un mismoviñedo salgan dos expresiones de vino muy distintas con apenas un año de diferencia. También permite ver cómo puede llegar a evolucionar un vino con el paso delos años.
4. La cata a ciegas
En la cata a ciegas las botellas se cubren por completo y se marcan con un número (algunos usan decantadores). Solo el organizador conoce los vinos y su orden. Se sirven y cada participante trata de adivinar la variedad, si es del Viejo Mundoo del Nuevo Mundo, el país, si es un vino de una zona cálida o fría e incluso la zona de la cual proviene. En cada caso, los invitados lanzan sus apuestas verbalmente –no faltan las discusiones– y luego las escriben en una planilla. Al final, el organizador descubre las botellas y sale a la luz quiénes el mejor catador del grupo. Es una de mis catas preferidas porque elimina todos los prejuicios y lo enfrenta a uno consigo mismo.
Láncese a las catas, la va a pasar bien. ¡Salud!
Víctor Manuel Vargas Silva
Editor Jefe de la Edición Domingo de EL TIEMPO
En instagram: @vicvar2