Llegó abril y la televisión colombiana sigue siendo un homenaje a lo mismo. Nada cambia. Todo igual. Viva la nada. Llegar a la casa, prender el aparato, apagar el cerebro y entrar en modo relajamiento.
Si uno va a la tele privada. El primero de abril el rating indicaba que gana Yo me llamo (décima temporada) y le siguen Nuevo rico, nuevo pobre, La casa de los famosos (segunda temporada), Noticias Caracol 7 p. m., Darío Gómez, el rey del despecho. A excepción de la historia del famoso cantante popular que nos hace sentir los dolores del alma campesina que nos habita... todo es lo mismo de todos los años: el homenaje a la nada.
Si uno va a la televisión deportiva, es la nada. Se discute, pelea, habla en extenso. Nada sorprende. La feria de los lugares comunes. Debe ser muy bonito ser comentarista o narrador deportivo: uno ve mucho fútbol por la tele, lee mucho tuit y medios deportivos y llega a la tarde y noche a decir sandeces con mucha actitud y, ojalá, con mucho grito.
Si uno va a la batalla cultural de Señal Colombia. Hay un poco de gente en un set muy igualito a la tele privada, hable que hable de lo genio que es el jefe, lo malvados que son los que no piensan como el jefe. Y es tan naaa, que nadie los ve.
Si uno va a los canales regionales. Nada. Solo propaganda del jefe como información y mucho programa de gente hablando en estudio. Nada que sobresalga.
Si uno va a las plataformas, buscas en Prime, Netflix, Disney, Max, Apple y nada encuentras. Tal vez, Medusa porque somos colombiches, pero la ves y la olvidas. Menos mal apareció Adolescencia, que está muy bien hecha, es corta y nos pone a pensar en nuestro estado de salud mental. En las plataformas, de pronto aparece algo que nos mueva el tedio, pero no mucho. La nada infinita.
Si uno va a la radio que se oye, es esa de solo éxitos, malos chistes de matoneo público, le pago la culebra, regalos, premios, gritería e insoportabilidad moral de unos señores y señoras opinando tanta tontería que da bronca que tengan ese derecho al decir impune.
Menos mal, para sacarnos de la nada está el presidente Petro. Él solo necesita X. Tuitea algo. Y ya. Se enciende la bronca colectiva, los periodistas se ponen felices, todos opinan, cada uno saca el troglodita que lleva adentro y lo expone con sevicia. Y zas, el odio público es el show. La realidad desaparece: solo nos queda el gozo poderoso de Petro y los periodistas incendiándolo todo.
Mejor dicho, si Petro dejara de trinar como un desubicado y se dedicara a gobernar, a gestionar, a hacer hechos, los medios, los periodistas, los opinadores morales de alta clase se aburrirían al infinito. Llegaría el tedio. Y todo sería la nada infinita. Gracias, Petro, por entretenernos tanto, lástima que fue elegido para gobernar.
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión
orincon61@hotmail.com