Es posible que, alguna vez en Bogotá, mientras pasaba bajo el puente de la carrera 50 por la Avenida El Dorado, notara un gran mural ilustrado con niñas y mujeres vestidas con cadenas y mayas, en el que se leen mensajes como “déjeme quieta, déjeme sola” o “a vivir sin miedo”.
También puede que haya visto más obras así en Bogotá, expuestas al aire libre, con la estética ‘punk’ característica de los personajes que componen la obra de Erre, la muralista que ha pasado de dibujar las calles de Bogotá a pintar murales en México, Roma, Berlín y Barcelona.
En su arte casi todo es femenino. Su obra se ha convertido en una muestra de que las mujeres también se han tomado las calles para habitarlas y narrarlas. “Es decir que nosotras también estamos afuera y podemos saltar, romper y gritar, podemos sentir rabia. También es nuestra ciudad y no tenemos miedo de estar allí”, asegura la artista en diálogo con EL TIEMPO.
Las mujeres y las niñas destacan en sus murales, “porque Colombia es un país que oprime a las niñas desde pequeñas, les cortan las alas y les dicen que su lugar está en el hogar o que tienen que vestirse de alguna forma”.
La alternativa se expresa en sus escenas, donde los personajes casi siempre están en acción. “Cuando pinto a una niña rompiendo una cerca, trato de decir que ella puede ser de otra manera a la que se ha establecido”, agrega.
Para tener ese estilo distintivo que se identifica en cada mural que dibuja Erre, aunque nadie sepa quién los pinta, ella utiliza el esténcil, una técnica para hacer murales rápido, conservando la calidad de la imagen.
Mural en la calle 53 con carrera 10, en Bogotá. Foto:Néstor Gómez/El Tiempo
Para el estarcido o esténcil, los artistas imprimen plantillas con dibujos o patrones recortados y así reproducen en serie las imágenes que pintan. Por eso es que la bomba explosiva sonriente que Erre ilustra a blanco y negro siempre queda igual en las paredes.
“El esténcil siempre me ha gustado por el acabado que tiene y porque está muy ligado con las luchas políticas y sociales, eso me llama más la atención que los muros bonitos y de colores, en el esténcil sentía que siempre había una alusión a algo más, como un doble sentido”, concluye la muralista.
Sus inicios
Comenzó ‘rayando’ en Zipaquirá hace más de 15 años. Por incomodar, solamente. Le gustaba hacer cosas que no fueran agradables a la vista, “una persona vomitando o cerdos teniendo sexo”, cosas que no gustaban y que, por lo general, iban en contra de la autoridad
Esa idea de habitar la ciudad y hacerla suya, de salir a la calle, “tomarse unas cervezas, hablar con los amigos con unos aerosoles en los bolsos y ver qué sale de lo que se pinte”, tomó tiempo y dudas hasta encontrar el carácter de Erre y llevarlo a la expresión de los murales que ahora reparte entre América y Europa.
De Zipaquirá llegó a la noche bogotana, mientras estudiaba en la Universidad Nacional. La oscuridad en los callejones y los miedos cuando otros se le acercaban definieron ese “déjame quieta, déjame sola”, tan notorio en sus pinturas.
Mural frente a la estación de Transmilenio Consejo de Bogotá, en la Avenida El Dorado con calle 37. Foto:Néstor Gómez/El Tiempo
Los primeros murales le salieron casi sola, conociendo la calle y cómo moverse en ella. Encontró grupos, talleres y redes, donde el plan era “tomarse unas polas, llevar aerosoles, recortar las plantillas, dibujar y sacarse los cayos” que la era digital ahora le evitan.
Dice que el Erre, su ‘tag’, nació porque en su nombre la letra R se marca mucho y su hermano menor no podía decirlo. Cuando por fin lo aprendió, la llamaba haciendo más fuerza en esa letra.
“Empecé a escribir mi nombre con muchas R en todas partes y algún día alguien me dijo Erre. Me gusta. Se recuerda fácilmente y no es masculino ni femenino, es afirmativo y se quedó así”, cuenta.
La forma de su obra se fue dando de una manera más paulatina. El esténcil permitía que sus pinturas llevaran la misma estética y los mensajes que expresa tienen más que ver con la forma en la que su cabeza procesa lo que piensa.
Para Erre, hacer murales es algo que demanda todo el tiempo del día. Llegar con una idea, tener la capacidad de ilustrarla, hacer o mandar a realizar las plantillas (depende de la plata), conocer la calle y saber si hay o no permiso de ‘rayarla’, hasta montarse en los andamios y pintar.
Después de que sus murales se hicieron conocidos y logró encontrar redes dentro del mundo ‘underground’ de Bogotá, entendió las dinámicas de la ciudad y llegó a hacer el mural del puente de la Avenida El Dorado con una beca de Idartes.
Para Erre, parte de su trabajo expresa como las mujeres se han tomado la ciudad para narrarla. Foto:Néstor Gómez/El Tiempo
De hecho, comenzó a pintar en más partes del país. De esa época no tiene obras favoritas, pero reconoce que valora más las primeras, las que hizo casi sola y con el tinto que le daban los vecinos de la calle.
Quizá ese gran perro, que pudo ser uno de los primeros que pintó, y decía “al pelo mi perro”, sea su favorito de esos tiempos en los que desconocía donde trabajar o no.
Salir al mundo
En la calle, Erre aprendió cómo moverse, donde ’rayar’, cuáles sustos y riesgos correr y cómo identificar una pared que “estuviera por ahí pagando para ser pintada”.
Ha conformado redes con artistas de otros lugares y la invitan a sus ciudades para ilustrar, hacer talleres artísticos o de actividades sociales bajo sus intereses, que suelen estar relacionados con la lucha de las mujeres y el antiespecismo, que es una postura que rechaza la explotación y violencia hacia los animales.
Para ella, explorar las ciudades o reencontrarse con aquellas en las que ha trabajado se ha vuelto un gusto. Algo como coleccionar los sellos del pasaporte por donde pinta, después de hacer murales en Alemania, Bosnia, Ecuador, España, Francia, Italia y México.
Dice que Bogotá es la ciudad más amigable para ‘rayar’. También destaca partes de Berlín y Barcelona. Entre las difíciles está Madrid, Suecia y algo de México, aunque para ella siempre existen las maneras de trabajar.
Ya no pinta por pintar o por incomodar, solamente. Las calles le han traído libertad porque le han quitado el miedo de expresarse, muchas veces sin permiso de hacerlo.
Mural de Erre en el puente de la carrera 50 sobre la Avenida El Dorado, en Bogotá. Foto:Néstor Gómez/El Tiempo
Pinta por vivir la ciudad y entender “que es una manera diferente de habitar. No solo es incomodar o hacer algo que no está bienvenido porque es disruptivo o no se puede leer y sabe mal. También es el hecho de que la calle está llena de publicidades y mensajes que te dicen que hacer o a que político elegir. Entonces, si nos llenan de cosas que nadie pidió, ¿por qué nos tenemos que aguantar eso y ellos no pueden con los mamarrachos que nosotros hacemos?”.
Cuando salía en las noches bogotanas, a 'rayar' en el anonimato, no soñaba ni con montarse a un avión. Ahora no solo tiene murales en Europa y América, sino que ha expuesto en galerías en Londres y este 18 de enero tendrá una muestra en México, en la ciudad Oaxaca de Juárez, donde todavía no sabe que expondrá.
JUAN JOSÉ RÍOS ARBELÁEZ
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO