En un tiempo en el que el afeitado era una labor exclusiva de los barberos, quienes manejaban sus afiladas navajas con destreza casi quirúrgica, los hombres acudían a estos profesionales para mantener su apariencia. Sin embargo, este servicio dejó de ser un lujo exclusivo cuando, a mediados del siglo XIX, los avances tecnológicos permitieron que las primeras rasuradoras llegaran a los hogares.
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Fue en 1870 cuando los hermanos Kampfe, en Nueva York, presentaron una máquina de afeitar innovadora. A pesar de marcar un hito, su diseño era grande, pesado y costoso, de modo que debía afilarse constantemente para extender su vida útil.
¿Quién era King Camp Gillette?
A comienzos del siglo XX, el vendedor ambulante King Camp Gillette revolucionó este concepto. Nació el 5 de enero de 1855 en Fond du Lac, Wisconsin, y durante su niñez en Chicago vivió como el menor de cinco hermanos en una familia con un gran legado inventivo.
Su padre poseía más de veinte patentes, mientras que su hermano había creado un atril para leer en la cama. Tras el devastador incendio de Chicago en 1871, que dejó a 100,000 personas sin hogar y cobró la vida de 300, los Gillette se mudaron a Nueva York, donde King comenzó a trabajar en la empresa Crown Cork and Seal Company, conocida por sus chapitas desechables para botellas.
En este trabajo, Gillette recibió un consejo que marcaría su destino: “Si quieres hacer una fortuna, invierte en algo que sea barato de producir, algo que todos necesiten y que se deseche rápidamente”. Con esa recomendación en mente, continuó su labor como vendedor mientras buscaba “algo más grande”.
La inspiración llegó en un tren, cuando intentaba afeitarse sin cortarse con el movimiento del vagón. La idea de una cuchilla desechable que no necesitara afilarse constantemente se le presentó como una solución innovadora. En aquella época, los hombres usaban navajas que requerían afilado diario. Si Gillette lograba crear una hoja de afeitar barata y de uso único, cambiaría la vida de los consumidores y abriría la puerta a un negocio sin precedentes.
Nace la cuchilla desechable y una nueva era
Desarrollar la cuchilla desechable no fue tarea fácil; los primeros intentos de Gillette resultaron en fallas. Consciente de sus limitaciones técnicas, buscó ayuda y, tras muchas pruebas, contó con el apoyo del ingeniero William Nickerson, egresado del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Nickerson perfeccionó el diseño, reforzando el mango y ajustando el marco para sostener una hoja delgada pero efectiva. En 1901, lograron la primera máquina de afeitar con hoja desechable, a la que llamaron “Safety Razor”. Para comercializar el invento, Gillette fundó la American Safety Razor Company, aunque en 1902 debió renombrarla a Gillette Safety Razor Company por motivos legales.
El inicio en el mercado fue lento: durante el primer año, la empresa vendió solo 51 máquinas y 168 cuchillas. En ese entonces, una afeitadora costaba cinco dólares, equivalente a casi la mitad del salario semanal de un trabajador promedio, lo que parecía una barrera insuperable.
Sin embargo, el inventor impulsó una estrategia de marketing agresiva en la que incluía su rostro en la publicidad y redujo los precios. En el segundo año, las ventas alcanzaron las 90,884 maquinitas y 123,649 hojas, confirmando que el imperio estaba en formación.
La expansión de un imperio
En 1906, Gillette consolidó su empresa comprando la distribuidora Townsend and Hunt por 300,000 dólares, integrándola para fortalecer su control de ventas. Para 1908, Gillette había llevado sus fábricas a Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia y Alemania, logrando vender 450,000 maquinitas y 70 millones de cuchillas desechables. Así, se consagró como el “rey del afeitado”, un título que no solo hablaba de su éxito, sino del impacto de su invento en el mundo.
Durante la Primera Guerra Mundial, consiguió un contrato gubernamental para suministrar sets de afeitado a los soldados estadounidenses, lo que consolidó su marca como un símbolo de masculinidad y patriotismo. Su modelo de negocio, conocido hoy como “freebie marketing” o modelo de las hojas y maquinita de afeitar, permitía vender un producto principal a bajo costo y generar ganancias con los consumibles necesarios para su funcionamiento, un concepto que se observa en otros sectores modernos como impresoras, cápsulas de café y videojuegos.
Las batallas internas y la pérdida del control
La vida empresarial de Gillette también tuvo su lado oscuro. Dentro de la compañía surgió una disputa por el control con el ejecutivo John Joyce, quien adquirió influencia y llevó a Gillette a vender su participación. Así, el visionario perdió el mando directo de la empresa que él mismo había fundado. Posteriormente, en 1960, cuando aún se fabricaban cuchillas de acero al carbono, Gillette debió competir con las cuchillas de acero inoxidable introducidas por Wilkinson Sword, lo que representó otro desafío al imperio que él había creado.
Un idealista atrapado en el éxito comercial
Más allá de los negocios, King Camp Gillette tenía una visión social marcada por su idealismo. En su libro 'The Human Drift' (1894), abogó por una sociedad organizada en una única corporación estatal que eliminara la competencia para alcanzar la igualdad económica. En 'World Corporation' (1910), expuso una idea aún más ambiciosa: crear una corporación global que gestionara todos los recursos y eliminaría las desigualdades. Su último libro, 'The People’s Corporation' (1924), inspiró a políticos como Glen H. Taylor a promover reformas progresistas.
Paradójicamente, aunque sus ideas de justicia económica no se materializaron, su modelo de negocio revolucionó la economía, impulsando el consumo de productos desechables y replicándose en diversas industrias. En sus propias palabras, Gillette “creía que era necesario cambiar la manera en la que funcionaba la economía”. Pero, aunque sus sueños de igualdad quedaron en teoría, su legado en la economía global es innegable.
A pesar de ser el fundador y rostro de la marca, Gillette perdió terreno en esta confrontación corporativa. Finalmente, tomó la difícil decisión de vender su participación a Joyce, cediendo así el control directo de la empresa.
En 1926, Gillette compró un rancho en las montañas de Santa Mónica, California, diseñado por el arquitecto Wallace Neff con un estilo neocolonial español. Este lugar fue su retiro hasta su muerte, el 9 de julio de 1932. En su obituario, el New York Times lo destacó como un visionario, recordando que “su invento permitió que su compañía produjera alrededor de 1.000 millones de hojas de afeitar al año”. También, se mencionó su deseo de “apoyar un sistema económico más cooperativo y menos competitivo”.
Constanza Bengochea
La Nación (Argentina) / GDA.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.