La enfermedad no alcohólica de hígado graso, también conocida como MASLD, afecta a 4 de cada 10 personas a nivel mundial y es la principal causa de trasplantes de hígado.
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Uno de los mayores desafíos que plantea esta afección es su detección, ya que muchas veces el diagnóstico llega demasiado tarde. Esto hace fundamental seguir algunas recomendaciones y prestar atención a sus posibles síntomas.
Según la Clínica Mayo de Estados Unidos, esta enfermedad se está volviendo más común, especialmente en los países occidentales y de Oriente Medio, debido al aumento de la obesidad en la población. Sin embargo, aún no se comprende con exactitud por qué la grasa se acumula en ciertos hígados y en otros no.
Además, los expertos no logran entender completamente por qué algunos casos de hígado graso evolucionan hacia una esteatohepatitis no alcohólica, aunque han encontrado algunas posibles explicaciones para esta progresión.
Las posibles razones detrás del desarrollo de la enfermedad no alcohólica de hígado graso incluyen una mala alimentación, el consumo frecuente de alimentos procesados, la falta de actividad física y, en algunos casos, el consumo de alcohol.
También se ha asociado a factores genéticos, resistencia a la insulina, y niveles elevados de triglicéridos o glucosa en la sangre, lo que agrava la situación y la convierte en un problema de salud preocupante.
Síntomas de la enfermedad no alcohólica de hígado graso
Aunque generalmente la enfermedad del hígado graso no alcohólico no presenta síntomas visibles, cuando aparecen, los más comunes incluyen cansancio, malestar general y dolor o molestia en la parte superior derecha del abdomen.
También pueden presentarse síntomas como falta de aire, hinchazón abdominal y en las piernas, lo que indica la necesidad de atención médica inmediata.
Los factores de riesgo más comunes para desarrollar la enfermedad no alcohólica de hígado graso afectan principalmente a ciertos grupos de personas. Entre ellos, se encuentran aquellos mayores de 50 años, quienes deben prestar especial atención a esta condición. Además, las personas con obesidad y aquellas que padecen diabetes o presión arterial alta también corren un mayor riesgo.
Los factores genéticos juegan un papel importante en la predisposición a esta enfermedad, lo que significa que algunos individuos, por su herencia familiar, podrían tener mayor probabilidad de desarrollarla, incluso si no presentan otros factores de riesgo comunes.
Agostina Olguín.
Portafolio.
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*Este contenido fue escrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basada en información de Portafolio / GDA. Contó con la revisión de un periodista y un editor.