Juan Diego Díaz levanta la voz por los jóvenes del Catatumbo

hace 6 horas 14

Retomamos la búsqueda de jóvenes con menos de 40 años que la están sacando del estadio. Muchos de ellos construyen país desde el anonimato. Otros se han ganado a pulso la visibilidad que tienen e inspiran a muchos. En 2024 conocimos las historias de artistas, empresarios, chefs, líderes sociales, mujeres y hombres apasionados, a los que por más que les han dicho ‘no’ varias veces en su vida, siguen insistiendo, soñando, luchando.

La lista, como era de esperarse, se nos quedó corta y en 2025 seguiremos contando las historias de otros 40 líderes más. ¿Qué tal si comenzamos con uno que nació en una región de la que el país está hablando con mucha intensidad en los últimos dos meses? ¿Qué tal si oímos lo que tiene para decirnos un muchacho de 26 años proveniente del Catatumbo, en Norte de Santander? Esta es la historia y estas son las reflexiones que Juan Diego Díaz, un muchacho catatumbero, le está proponiendo a Colombia.

¿Comenzamos desafiando la idea de que el Catatumbo solo es guerra, pobreza y exclusión? ¿Cómo lo ves tú?

José Manuel, me parece perfecto empezar con este punto. Siento que esta historia de guerra es una que nos han querido contar toda la vida, pero nosotros los jóvenes del Catatumbo no nos identificamos con esta voz. En esta región del país nos encontramos artistas, emprendedores y, hoy por hoy, queremos mostrar precisamente eso. Estoy acá para contar una historia completamente diferente a la que nos han querido vender.

Pero no puedes negar que la violencia ha sido una constante en El Catatumbo, no por sus habitantes, sino por quienes se han querido tomar esta zona del país a lo largo de los últimos años…

En parte es cierto. Cuando llegué a Bogotá a estudiar y ver cómo mi normalidad no era la normalidad de todos, me impactó. Es decir, de la nada llegaban grupos armados a la casa y llegaban a cobrar la cuota, llegaban a amedrentar a las personas. Todo eso es un recuerdo nada gustoso. Sin embargo, tengo recuerdos de una infancia con momentos muy bellos. Iba a la escuela de la vereda y compartía con mis compañeros y salía de la escuela a las 12 del mediodía y llegaba a la finca a tomarme la sopa y compartir con mis padres. Con eso me quedo, en medio de las adversidades.

Estudiaste tu primaria y bachillerato en esa región del país, pero de repente surge la posibilidad de irte a estudiar a Bogotá y sé que ahí también hay historia. ¿Cómo fue eso?

Como te mencionaba, llegar a Bogotá fue un choque bastante fuerte. Entender que mi realidad no era la realidad de todos fue un reto. Decir: “vengo del Catatumbo” y lo primero que preguntaba la gente era: ¿y la guerra sí los deja vivir y la guerrilla sí los deja trabajar?, era tenaz. Sin embargo, debo decir que gracias al puntaje del Icfes pude estudiar en la ciudad y terminar mi universidad. Estudié negocios y relaciones internacionales, gracias al programa de ‘Ser pilo paga’.

Y fíjate lo que está pasando, Juan Diego: se dice que se quiere fortalecer la educación pública y por eso se acabaron programas como ‘Ser pilo paga’, y ni lo uno ni lo otro…

Son programas que sí o sí deben seguir incentivándose. Yo soy beneficiario de ello, viniendo del Catatumbo y tengo un compañero también de la región que estudió ingeniería civil acá en Bogotá conmigo en la misma universidad gracias a ese programa, pero se debe incentivar la industria. Los profesionales que salimos de la región quisiéramos volver, pero al ver que no hay oportunidades laborales, la gente se desanima de estudiar.

La suerte que corriste tú no la tienen muchos jóvenes catatumberos. ¿Qué hay de tus amigos de primaria o de vereda? ¿Qué pasó con ellos?

Mira que curiosamente hablábamos con una persona de la vereda y decíamos que es increíble cómo en cinco generaciones, solamente hay cinco profesionales de la gente de la vereda. Y es un número bastante alarmante porque precisamente volvemos a lo mismo. La ausencia total de Estado y la falta de oportunidades y de preparación es muy dura en la región.

Con todo, tú lo lograste y me dijiste al comienzo de esta entrevista que querías hablar del otro Catatumbo y yo también quiero preguntarte por ese ‘lado B’ que, en realidad, debe ser el ‘lado A’ de tu región. ¿Para ti qué puede llegar a ser el Catatumbo?

Mira, José Manuel, en los años 60 y 70 fuimos prácticamente la despensa del país y queremos volver a lo mismo, porque en la región tenemos mucho para brindar desde lo que es cultura, tradición hasta lo que es agricultura. En la región se da mucho el tema del aguacate, lo que es la piña, el cacao. Estamos sobre los 2.100 metros sobre el nivel del mar, más o menos, y eso brinda condiciones climáticas muy favorecedoras para la agricultura.

¿Y qué crees que ha hecho falta para salir de esa espiral tan complicada que se vive? Te la pongo así: si el Presidente te llamara y te dice, “Ayúdeme, hombre, Juan Diego, a resolver lo que pasa en su región”, ¿por dónde arrancarías?

Bueno, creo que acá hay un problema estructural vial, de saneamiento básico, de acceso a internet y demás… salud, educación, porque si revisamos nada más, por ejemplo, en mi pueblo, Teorama, el puesto de salud, pues está muy limitado precisamente por temas de recursos. El acceso a las vías vuelve tan costoso el transporte de los alimentos, que habría que empezar con el mejoramiento de vías, digo yo. Y, claro, está la promesa de la Universidad del Catatumbo, que se quedó en el papel. Creo que son problemas bastante fuertes que debemos hablar y conversaciones bastante críticas independientemente del gobierno de turno.

¿Y qué pueden hacer jóvenes como tú para ayudar a resolver los problemas del Catatumbo?

Sí, mira, esto es responsabilidad de todos. Tienes razón. En estos momentos estoy trabajando con jóvenes de la región directamente. Personas que, al igual que yo, sienten amor por la patria y sienten amor por la región y estamos trabajando en todo el tema de lo que es preparar a la región para un proceso de exportación de productos agrícolas. Siento que tenemos calidad de tipo exportación y queremos precisamente eso: impulsar el desarrollo económico de la región y no depender de economías ilegales, de cultivos ilícitos. Estamos trabajando en impulsar la agricultura de la región. Queremos llegar al mundo con una cara completamente diferente de lo que es la región.

Y qué necesitan para despegar? ¿Qué le pedirías a algún empresario que te esté leyendo en este momento?

Creo que lo más importante es empezar y en el camino vas encontrando obstáculos, pero también personas que te ayudan como Juan David Aristizábal, un líder que nos invita a “hacer”, pero me preguntas qué necesitamos los jóvenes que estamos en esto y yo te diría que una formación en el aspecto financiero es importante, porque al final del día necesitamos montar una empresa rentable que funcione desde el Catatumbo, ¿no?

Juan Diego, ¿qué le dice un joven del Catatumbo a uno de Bogotá o Medellín que vive en condiciones distintas, definitivamente más favorables? Háblales.

Bueno, este es un mensaje directo para todos los colombianos que están en la zona urbana, y es que creamos. Creamos en este proyecto llamado Colombia y trabajemos por ello. Creamos en esa persona que está al lado y que te cuenta ese proyecto que dice: “Eh, quiero crear una empresa, quiero ser un artista, quiero ser un empresario”. Creámosle a esa persona que tenemos al lado porque realmente cuando empezamos a creer, generamos esperanza, ¿sí? Creo que nos falta eso: creer en el proyecto del vecino, creer en el proyecto del amigo porque, pues, juntos podemos llegar demasiado lejos.

Recuerdo que uno de nuestros invitados de la temporada pasada, Lali Riascos, un líder del Pacífico, me decía: “tengo mil razones para no ser optimista y sin embargo sonrío. ¿Tú también sonríes?”

¡Completamente! (Je, je) completamente. Tengo diez mil razones y creo que los medios se encargan de mostrar esas diez mil razones por las cuales tengo motivos para quedarme callado. Tengo motivos para no levantar mi voz y tengo motivos para “no hacer” como campesino del Catatumbo, pero a pesar de esas adversidades sigo levantándome día a día, trabajando por ese proyecto y con todos esos obstáculos puedo decir que nunca me voy a rendir y seguiré trabajando por este proyecto. No sé cuándo se va a dar realmente. Tengo sí esperanza de que sea este año que se desarrolle con éxito, pero si no es este año, va a ser el próximo.

Seguro logran grandes cosas los jóvenes del Catatumbo unidos. Juan Diego, ¿en dónde te ves en 20 años, cuando te salgas del lote de “los de menos de 40”?

Bueno, dentro de 40 años, creo que me veo como una persona que genera oportunidades y que cree en el país y que cree en el joven que fui algún día y trabaja por ello. Creo que tenemos con qué ser potencia mundial del agro; entonces, seguiré creyendo dentro de 20 años y dentro de 30 años en el joven que me cuenta sus proyectos y sus anhelos.

Y a tus viejos que están allá, en el Catatumbo, ¿qué les dices?

A mis padres les digo que los amo mucho, que les agradezco esa crianza, que les agradezco que me hayan enseñado a trabajar y a tener ese amor por la tierra porque orgullosamente puedo decir, hoy por hoy: ¡soy campesino! Y, de verdad, agradecerles por siempre creer en mí y siempre motivarme a ser mejor, a ser una persona transparente y a ser una persona honrada, sin tener que robarle absolutamente nada a nadie y sin tener que meterle el pie al vecino para poder crecer y para poder crear proyectos.

Repasaremos esta conversación a ver cómo van los proyectos productivos de los jóvenes del Catatumbo…

¡De una! Y esta es una invitación también a todos los medios de que no nos olvidemos del Catatumbo el día de mañana, cuando la guerra no sea una noticia, porque en la región, de nuevo digo, tenemos mucho para ofrecer. Exploremos la región, exploremos la riqueza cultural y agraria.

Retomamos la búsqueda de jóvenes con menos de 40 años que la están sacando del estadio. Muchos de ellos construyen país desde el anonimato. Otros se han ganado a pulso la visibilidad que tienen e inspiran a muchos. En 2024 conocimos las historias de artistas, empresarios, chefs, líderes sociales, mujeres y hombres apasionados, a los que por más que les han dicho ‘no’ varias veces en su vida, siguen insistiendo, soñando, luchando.

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