Salina Alsworth, de 27 años, lleva una vida muy diferente a la de la mayoría de las personas en Estados Unidos. Reside en Port Alsworth, un remoto poblado ubicado en Alaska que cuenta con una población estimada de apenas 180 habitantes.
Se trata de una comunidad aislada en la que no existen tiendas, restaurantes, bares ni teatros. Para desplazarse fuera del lugar, solo hay una opción: volar.
El acceso al pueblo solo es posible por vía aérea, lo que convierte la llegada de suministros en un proceso complejo. Los alimentos y productos esenciales deben ser transportados en avión, y solo se reciben entregas cada dos meses.
En caso de necesitar algo de forma urgente, la única alternativa es viajar 200 millas - unos 320 kilómetros- hasta Anchorage, la ciudad más cercana.
Un legado familiar en tierras remotas
La historia de la familia Alsworth en esta zona se remonta a los años 40, cuando los bisabuelos de Salina, Babe y Mary Alsworth, decidieron instalarse allí.
En ese entonces, el Gobierno estadounidense ofrecía tierras a quienes pudieran probar que eran capaces de mantenerse de forma autosuficiente. Desde entonces, varias generaciones de la familia han echado raíces en este rincón inhóspito del país.
Hoy en día, Salina se desempeña como gerente del Lake Clark Resort, un alojamiento local que ofrece a los visitantes la posibilidad de conocer este paraje natural.
Su esposo, Jared Richardson, de 25 años, llegó desde Detroit como turista en 2022 y tomó una decisión inesperada: quedarse a vivir allí.
“Jared y yo llevamos ya unos cuantos años de matrimonio, y es estupendo”, declaró Salina a 'SWNS', según el 'New York Post'. “Al principio fue todo un reto, pero nos ha hecho crecer a las mil maravillas”, detalló.
Su esposo, Jared Richardson, llegó como turista desde Detroit en 2022 y decidió quedarse. Foto:Redes sociales
Sin tiendas, sin hospitales y con un invierno largo
Las dificultades del día a día no son pocas. La falta de servicios básicos obliga a los residentes a organizarse con antelación y a depender de su propia planificación.
“No hay tienda de comestibles, así que cuando vas a casa de tus colegas y quieres unas cervezas o comida, tienes que asaltar tu propia despensa”, cuenta la joven.
Durante los meses de invierno, las condiciones meteorológicas extremas complican aún más la vida en Port Alsworth. Las tormentas de nieve y la niebla pueden suspender los vuelos, impidiendo tanto el abastecimiento como la posibilidad de salir del pueblo.
La atención médica es otro desafío. “Aquí no hay hospitales. Tenemos una pequeña clínica que hace cosas básicas, pero si tienes un bebé o necesitas cirugía tienes que llegar en avión”, dice Salina. En cuanto a comercios, el pueblo cuenta únicamente con una tienda de regalos y dos cafeterías.
Salina se desempeña como gerente del Lake Clark Resort, un alojamiento local. Foto:Redes sociales
Prepararse para sobrevivir en la naturaleza
Para afrontar los meses más fríos, Salina debe prever sus necesidades con mucha antelación. “Recibimos entregas de alimentos una vez cada dos meses. Intento comprar todo lo que necesito para el invierno en octubre, cuando termina la temporada, y hacer que dure hasta mayo”. Además del abastecimiento por aire, también recurren a recursos locales.
“En julio reponemos el congelador con salmón fresco. Septiembre es la temporada del alce, en nuestra familia tenemos alce cada dos años”, contó.
Una comunidad unida por la distancia
Aunque las condiciones puedan parecer extremas para muchos, para Salina este es el lugar donde se siente en casa. “Este es el lugar donde siempre pensé que viviría, no puedo pensar en vivir en otro sitio”, afirma.
El valor de la comunidad es lo que más resalta de su experiencia. “Siempre que hay una emergencia, o si alguien pasa por algo, estamos a mano para ayudarnos unos a otros. Cada vez que alguien va a la ciudad, pregunta si alguien necesita algo. Siempre estamos pendientes los unos de los otros”, asegura.
Jorge Villanes
El Comercio (Perú) / GDA.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El Comercio (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.