Max Armstrong, un residente de San Diego, California, de 40 años, sufrió una quemadura en el pulgar mientras acampaba con amigos el 2 de diciembre de 2024.
Aunque en el pasado había tenido heridas menores durante una caminata de México a Canadá, en esta ocasión no prestó atención a la lesión.
La infección avanzó rápidamente
“Simplemente estaba transfiriendo la sartén de la fogata a la mesa y me quemé una parte del pulgar en el proceso”, relató Armstrong a People. “Fue una pequeña quemadura. En ese momento no le di importancia”.
Dos días después, comenzó a notar una inflamación en su tobillo izquierdo y pensó que se trataba de un esguince. Al mismo tiempo, la quemadura en su mano no presentaba mejoría. Mientras dormía, empezó a experimentar episodios de confusión y notó que sus uñas de los pies adquirían un tono morado. Estos síntomas lo llevaron a buscar asistencia médica.
En el trayecto al hospital, investigó sus síntomas en línea y sospechó que padecía septicemia, una reacción grave del organismo ante una infección.
La amputación fue inevitable
Los médicos confirmaron que la bacteria estreptococo A había ingresado por la quemadura antes de que Armstrong pudiera limpiarla, lo que derivó en septicemia. Para tratar la condición, lo indujeron a un coma.
Su madre y su esposa estuvieron con él durante seis días mientras los médicos advertían sobre el riesgo que corría su vida. La septicemia evolucionó hasta un síndrome de shock tóxico, lo que aceleró el deterioro de su cuerpo.
Cuando despertó, Armstrong notó que sus pies estaban negros y describió la sensación como si fueran “aplastados”. Los médicos le explicaron que la única opción viable era la amputación. Inicialmente se negó. “No, de ninguna manera me van a quitar los pies”, recordó haber pensado. Sin embargo, el dolor durante la fisioterapia lo llevó a reconsiderar la situación.
Al ver fotografías de sus pies, comprendió la gravedad del daño. “Fue una decisión difícil”, reconoció. “Mi madre estaba haciendo fotos. Y se veían tan negros y las venas estaban cocidas. Parecía que no se iban a poder volver a usar”. Finalmente, aceptó la amputación de ambas piernas por debajo de las rodillas.
Max Armstrong sufrió septicemia tras quemarse el pulgar y tuvo que amputarse ambas piernas. Foto:iStock / Facebook: Max Armstrong
Su recuperación y metas futuras
Armstrong, quien trabaja como entrenador terapéutico, considera esta experiencia como parte de un proceso de aprendizaje y transformación personal.
“No tengo ninguna duda de que el año que viene por estas fechas estaré haciendo senderismo por las montañas”, aseguró. “Realmente siento que este viaje fue una oportunidad para mí de demostrar a los demás que las cosas se pueden superar”.
En el corto plazo, espera poder caminar en su hogar junto a sus perros. Además, agradeció el apoyo recibido por parte de su entorno.
Para cubrir los gastos médicos y la adquisición de prótesis especializadas, se organizó una recaudación en GoFundMe. Los fondos ayudarán en su recuperación y en su objetivo de retomar sus actividades.
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JORGE VILLANES
El Comercio (Perú) / GDA
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El Comercio (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.