Una simple molestia se convirtió en tragedia para Lou Hynes y sus tres hijos. Su esposo Pete, de 40 años, se acostó una noche de diciembre de 2022 con un dolor de oído, sin imaginar que horas más tarde perdería el conocimiento.
Fue llevado de emergencia al hospital, donde le diagnosticaron muerte cerebral. El motivo fue una rara infección: meningitis meningocócica bacteriana, una enfermedad que provoca inflamación en el cerebro y la médula espinal. El impacto fue devastador para su familia.
Un hogar en reconstrucción y un duelo aplazado
Lou, con 48 años en ese momento, quedó sola al cuidado de sus hijos de seis, ocho y catorce años. A pesar del dolor, no se permitió detenerse.
Continuó llevando a los niños a la escuela y supervisó la remodelación de su casa. Pero cuando las obras terminaron y el silencio llenó su hogar, la ausencia de Pete se volvió más real. “Fue entonces cuando me di cuenta de la realidad. Estuve prácticamente en shock durante 15 o 16 meses, tratando de lidiar con el dolor de mi familia además del mío propio”, expresó.
Durante el Día de la Madre, una fecha significativa que Pete solía celebrar con entusiasmo, Lou vivió una experiencia extrema. Quedó inmovilizada en su cama, sin poder reaccionar.
“Los niños entraban en la habitación y me hablaban, pero movían la boca sin que yo oyera nada. Mi cuerpo estaba paralizado”. Aunque no había una causa neurológica aparente, se trataba de una parálisis relacionada con el trauma emocional acumulado.
La crisis se desencadenó justo cuando intentaba reponerse. “Fue entonces cuando la realidad me golpeó: ‘Esta es mi vida ahora’. Todo culminó en un colapso total”. Su hijo mayor, preocupado por la situación, contactó a un amigo de la familia que acudió rápidamente, mientras la madre de Lou se hacía cargo de los niños.
“Todos estaban preocupados por mí, intentando que reaccionara. Pero no pude. Los niños estaban asustados; quince meses antes, su padre había estado enfermo en la misma cama. Ellos tampoco querían perderme”, dijo.
Una historia de amor que terminó en tragedia
Lou y Pete se conocieron en 2012 mientras trabajaban en Unilever. En ese entonces, ella pasaba por un proceso de divorcio y no buscaba una nueva relación, pero con el tiempo surgió el amor. Tuvieron dos hijos juntos: Charlie, en 2014, y Matilda, en 2015. Lou ya era madre de Will, de una relación anterior. En 2017 decidieron casarse y construir una vida en común.
Según información publicada por el diario británico 'Mirror', Pete se fue a dormir con una molestia en el oído, lo que parecía un síntoma menor. Sin embargo, en cuestión de horas su estado se agravó. El diagnóstico fue fulminante: meningitis meningocócica bacteriana. El desenlace dejó a Lou sin esposo y a tres niños sin padre.
El hombre presentó una molestia leve. Foto:iStock
Dolor persistente y sanación desde el servicio a otros
Enfrentar las fechas especiales se convirtió en un desafío. “Cuando perdemos a alguien, sabemos racionalmente que ya no está aquí, pero inconscientemente seguimos esperándolo durante meses”, relató. “Todavía pensaba que entraría por la puerta a las seis en punto como siempre lo hacía”.
Con el tiempo, Lou comenzó a buscar formas de reconstruirse. Había dejado su empleo en 2020 y decidió dedicarse al acompañamiento personal y profesional de otros. El duelo la llevó a encontrar un nuevo propósito. “Fue un catalizador. Sabía que ayudar a otras personas a afrontar la pérdida era mi deber”. Desde entonces, se convirtió en educadora sobre el duelo.
Destacó que no se trata de una enfermedad ni de algo que se pueda curar. “A diferencia de la depresión u otros trastornos mentales, el duelo no tiene cura. Todos intentan solucionarlo, por eso escuchamos frases bienintencionadas, pero erróneas, como: ‘Al menos no sufrió’ o ‘Ahora está en un mejor lugar’. Pero la verdad es que el duelo hay que vivirlo”, comentó.
Transformar el dolor en una herramienta de apoyo
Para explicar el proceso, Lou utiliza una metáfora clara: “Lou compara el duelo con una maleta llena de dolor, ira, culpa y miedo. Lo que hago es ayudar a las personas a deshacer ese equipaje. No alivia el dolor, pero les da herramientas para aligerar la carga. Y cuando vuelva a sufrir una pérdida, estarán mejor preparados”.
Consuelo en el recuerdo de su esposo
Lou encuentra consuelo en el recuerdo de su esposo y en la certeza de que él valoraría lo que hace actualmente. “Siempre ha sido mi mayor apoyo. Cuando empecé a entrenar, me ofrecí como voluntaria para ayudar a las mujeres a encontrar trabajo. Él me decía: ‘Ve a cambiar la vida de las mujeres, Lou. Voy a mi trabajo corporativo y no voy a marcar la diferencia’”.
Con una sonrisa que refleja tanto nostalgia como gratitud, concluye: “Lo oigo decir eso todo el tiempo. Y sé que con este trabajo que hago ahora, él está conmigo. Me ayuda a tomar decisiones. Estoy seguro de que diría: ‘Solo tú podrías convertir esto en algo bueno’”.
O Globo (Brasil) / GDA.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de O Globo (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.