'Hay Festival': El pasado, presente y futuro del vallenato en la voz de Carlos Vives y Andrés Mompotes en la apertura del evento

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Empezó a mover el pie. El ritmo le subió a las piernas. Las caderas también empezaron a moverse en un vaivén. Y pasó de aplaudir a extender sus brazos, mientras que todo su cuerpo se movía, con timidez, al son de la gaita. Así terminó el director de la Casa Editorial EL TIEMPO, Andrés Mompotes, acompañado de Carlos Vives y niños del 'Balcón del Arte' y la 'Escuela de vallenato y gozos y tambores de Cartagena', bailando, mientras que los pequeños homenajeaban al samario con los clásicos de su carrera.

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Cantó el público para despedir al director y a Vives, tras culminar la primera charla del Hay Festival, en el Teatro Adolfo Mejía, en Cartagena, hablando sobre la tradición, el folclor, el vallenato y cómo el cantante empezó su carrera conquistando a ‘viejitos’ antes que a jóvenes y a una industria musical que nunca supo cómo etiquetar sus composiciones.  

Carlos Vives se ha ganado dos Grammy, 18 Latin Grammy, además de una lista larga de reconocimientos a nivel mundial. Ninguna mención, sin embargo, hace justicia a lo que su talento significa para Colombia. Vives internacionalizó uno de los Patrimonios Inmateriales que tiene la Humanidad, que es el resultado de mezclar cantos de esclavos, canciones de vaqueros del Magdalena y ritmos de danzas de indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta: el vallenato. 

Andrés Mompotes, quien entrevistó a Carlos Vives durante la inauguración del festival (se extenderá hasta el de febrero), saltó de hacer sus prácticas en la Escuela de EL TIEMPO a ser director de este medio de comunicación. Además, el payanés, con estudios en Comunicación Social, Periodismo (en la Universidad del Valle) y Ciencias Políticas (Universidad Javeriana), ganó la beca al periodismo joven del premio Simón Bolívar y el Premio Nacional del Círculo de Bogotá, entre otros galardones.

Ambos fueron los escogidos para marcar el punto de partida del evento cultural que viene desde Gales y que ha cobrado relevancia por reunir a figuras para explorar mundos paralelos: el literario y el periodístico, el musical y el poético, el científico y el cultural. También, para trazar puentes entre sus universos, demostrando que la narración de un país puede venir tanto de las noticias como de las canciones. 

“El Teatro Adolfo Mejía, lleno y repleto, requería de un colombiano especial, que tuviera alcance internacional, que fuera embajador de la calidad artística del país, que tuviera reconocimiento, pero además de eso, que fuera un gran conversador y que supiera sobre las raíces musicales que nos representan”, expresó Mompotes para introducir a Vives.

Los espíritus y tradiciones que estuvieron antes del mundo moderno fueron la primera parada en la plática. Hablar de la cultura Kogui y de cómo estos indígenas hacen referencia a la capacidad de vernos reflejados en los otros, que también viene del ‘ayúdame que yo te ayudo’, inevitablemente hizo que Vives recordara a su primer guitarrista, Ernesto ‘Teto’ Ocampo.  

Este hombre, que murió en 2023, fue uno de los responsables del sonido de ‘Clásicos de la provincia’ y ‘La tierra del olvido’. Además, encontró en su trabajo musical la potencia para ver hacia adentro. 

“Se convirtió en el primer arqueólogo musical del país y su obra se llama ‘Mucho Indio’. Es muy curioso, porque antes eso era un insulto. Me decían: ‘Oiga Vives, usted si es mucho indio’, pero en nuestra generación fue orgullo. El cine, los dichos y más, nos dicen que la música prehispánica era terrible, porque era de los perdedores de nuestra historia y eso nos resultaba poco especial. En la cultura prehispánica, la música no tenía tonos menores, o sea, no era triste. Era muy espiritual”, contó el cantante samario, que también conoce la música de nuestro país como el patio de su casa.

El director de EL TIEMPO le preguntó por cumbia, vallenato, por las semillas con que se hacían instrumentos, por tambores traídos de África y todo lo contó como si se tratara de una historia que él presenció en primera fila. Sobre la típica cumbia, que también es famosa en Argentina y México, el compositor aclaró que antes de que los españoles llegaran a nuestros territorios ya había tambores, que eran usados en ritos fúnebres y que casi, en nuestro ADN, estaba el patrón con el que se han creado clásicos como ‘Yo me llamo cumbia’, ‘las velas encendidas’ y ‘La piragua’.

Precisamente, de ese tamboreo ancestral nació el género en que el acordeón y una buena voz se llevan el protagonismo. “Siempre escuché que la cumbia era la mamá del vallenato. Hay diferentes corrientes, de acuerdo con la región, si llegamos hasta Panamá vamos a encontrar ciertas variaciones. Para entender esta relación tan estrecha, hay que entender que los ríos del vallenato, desemboca en el río de la cumbia. La geografía nos muestra el origen de la cultura”, agregó Vives, quien un par de preguntas después, preguntó al público: “¿Alguno trajo un tambor?”.

Si el artista hasta entonces no había enganchado a alguna persona entre el público, con lo que hizo a continuación, la capturó hasta el final. Sus tamborileros, a lado y lado del salón, empezaron a tocar las bases de cada uno de los estilos a los que hacía referencia Vives, para materializar lo que estaba explicando y que ‘los mortales’ entendiéramos con claridad.

“No se cantaba, no tenía letra, hasta que llegó España. A esto le metemos gaitas y tenemos todo. Les decía que la música era grupal. Alguien empieza a tocar, deja un espacio en la partitura y yo toco en ese espacio. La música empezó a surgir sin reglas”, continua el samario, que baila y canta con energía.

De esto, improvisado, pero perfecto, sale el folclor, algo que más de uno tardó en comprender. “La industria nos ha dicho que se puede grabar música folclórica. Pero yo hace 30 años dije que no. El folclor es el alma. Si tomamos la música que existía antes de las grabaciones, vemos que eso es folclor, pero cuando entran a un estudio de grabación no lo es. El folclor es la conexión con la naturaleza, lo que nació de nuestro mestizaje”, concluye.

Sin embargo, para aprender de esa esencia, el papá del samario, Luis Aureliano Vives, lo juntaba con los juglares de la época en su casa. Entre ellos, con Leandro Díaz, cantautor y vallenatero, quien ayudó a meter a Carlos Vives en el mundo de la creación musical. Ya que su papá lo castigaba ‘cuidando’ por tres días a Leandro, cuando se escapaba para jugar fútbol con el Pibe. A partir de ahí surgió un cariño inquebrantable entre las dos genialidades musicales.  

Al final, esta relación con los amigos de su papá y la música, lo condujeron a las baladas españolas y a grabar dos discos en Puerto Rico. 

“No los vayan a oír”, advierte Vives, porque fueron el resultado de muchas locuras que hizo, intentando encontrarse. Parte de ese proceso empezó con la tarea de crear un artista que se pareciera a sus referentes. Incluso, echándose perfumes que encontraba de contrabando.

Estas personas, que lo inspiraron en un inicio y que incluyó en sus composiciones, fue lo que luego denominó ‘La provincia’, por su origen humilde y que para él eran alucinantes por su calidez y porque sabían cómo funcionaba el mundo. 

“Ese era el artista que quería ser”, agregó Vives, quien admitió que antes, cuando se montaba a un escenario, este era el público que quería sorprender, porque, quienes eran de su edad, nunca comprendieron su estilo.

“Cuando empezábamos, la gente no sabía donde ponernos. Nos decían: ven acá, esto es vallenato, pero también rock. No fue que Carlos Vives fusionó música de los Beatles con folclor. No. De hecho, Calilla, uno de los fundadores de ‘Los coraceros de Majagua’, fue el primer hombre que puso un bajo eléctrico a un vallenato. Eso se volvió radial. Si no lo hubiera hecho, no hubiese llegado a la radio y no se hubiese conocido”, concluyó el artista.  

Tras enseñar un par de videos del archivo de EL TIEMPO, hablar de Egidio Cuadrado, con gran emotividad, y dejarle un mensaje a los jóvenes sobre "cómo la identidad es libertad y que si se pierde una, tampoco existe la otra", Vives fue sorprendido por una agrupación de niños que le dedicaron 'La fantástica' y 'Carito', como acto final de este recorrido musical, que partió de la época precolombina y terminó con el futuro musical del vallenato. 

Así, el director de la Casa Editorial El TIEMPO, terminó moviendo el pie. El ritmo le subió a las piernas. Las caderas también empezaron a moverse en un vaivén. Y pasó de aplaudir a extender sus brazos, mientras que todo su cuerpo se movía, con timidez, al son de la gaita.

María Jimena Delgado Díaz

Periodista de Cultura

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