Cada vez que hay un incendio en Tumaco, los 50 bomberos del puerto de Nariño saben que el agua almacenada en dos máquinas extintoras –las otras tres están en reparación– no es suficiente. Les dura unos 15 minutos para luego trasladarse a un sector de este municipio del litoral y así abastecerse y regresar, demorándose dos horas en su camino. Su angustia aumenta al tratar de seguir controlando la emergencia.
Poblaciones del litoral han acudido a protestas en las vías, reclamando agua. Foto:Juan Pablo Rueda / Archivo EL TIEMPO
Todo, por cuenta de la falta de agua durante las 24 horas del día en el puerto, al punto de que los más de 200.000 habitantes deben recogerla en baldes, cuando el líquido llega por sectores, si no hay fallas en la bocatoma, debido a que la misma funciona con energía.
Así lo expresó el comandante de los Bomberos del puerto nariñense, teniente Juan Carlos Ascúntar.
La comunidad de Tumaco. Foto:Archivo particular
Esta situación de una población sedienta es similar a la que viven otros nueve municipios del litoral y a la comunidad de Ipiales, ciudad fronteriza con Nariño, entre los 64 poblados en total. También es parecida a la del puerto más grande del suroccidente colombiano: Buenaventura, en el Valle.
Como si se tratara de una película de los años 50, para que los bomberos atiendan un incendio estructural en Tumaco deben consumir el líquido de las máquinas y después ir al sector de Buchely, dejando atrás la conflagración con los riesgos de que las llamas se extiendan en esas dos horas de travesía.
La gerente de la empresa Aguas de Tumaco, Mery Ruth Arizala, señaló que el suministro del servicio para la población se cumple con base en un detallado plan de sectorización. Dijo que sí hay agua, pero, según la población, es con intermitencias.
Poblaciones del litoral han acudido a protestas en las vías, reclamando agua. Foto:Juan Pablo Rueda / Archivo EL TIEMPO
¿Y en otros municipios?
Increíble, pero cierto. En pleno siglo XXI hay comunidades en esa alejada región del país que aún no saben qué es tomar un vaso de agua potable.
En Bocas de Satinga, cabecera municipal de Olaya Herrera, tener el servicio permanente en las casas es casi imposible, como lo indicó el abogado y asesor jurídico de la Alcaldía municipal, Germán Cifuentes.
Poblaciones de Tumaco y otras del litoral han acudido a protestas en las vías, reclamando agua. Foto:Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO
A esta localidad es posible llegar por vía marítima o fluvial. La planta de tratamiento de agua tiene más de 50 años. Para completar el crítico panorama, el tanque de bombeo resulta insuficiente para los 50.000 habitantes, a quienes el agua apenas se les suministra cada tres días.
Cuando no hay y es temporada seca, a la comunidad le toca esperar que llueva o el agua llegue en los barcos desde Buenaventura, distante a más de 770 kilómetros, para comprarla.
Buenaventura y su pobreza. Foto:Archivo EL TIEMPO
Buenaventura, otro clamor
La situación en Buenaventura sigue tan crítica, si se tiene en cuenta que los 400.000 moradores llevan más de 30 años en un racionamiento forzado de cada tres días, recogiendo agua, debido a que aún no cuentan con el servicio diario del líquido potable.
Es la ciudad puerto más importante del suroccidente colombiano que, aunque está rodeada por agua, permanece con sed, azotada por la pobreza, los grupos armados ilegales y por los efectos de la corrupción de alcaldías en décadas anteriores.
Ahora que volvieron las lluvias, Mariela Lucumí, una ama de casa de la zona insular, deja los tanques abiertos en el patio de su casa sobre palafitos para recoger el líquido.
Mientras tanto, el sacerdote bonaverense Jhon Reina, vocero del proceso por el que toda Buenaventura se levantó en un paro cívico durante 22 días, en 2017, exigiéndole soluciones al Gobierno Nacional, dijo que ha transcurrido una década con ya tres presidentes de la República y el distrito turístico sigue todavía sumido en el atraso y la desesperanza.
Esto es contradictorio, teniendo en cuenta las más de 14 millones de toneladas de mercancías, entre importaciones y exportaciones que entran y salen de su aduana para todo el país.
Después del paro cívico, se impulsó el proceso del Plan Integral Especial para el Desarrollo de Buenaventura (PIEDB), del cual nació el fondo Fonbuenaventura. Pero los acuerdos consignados en nueve mesas de trabajo, que el padre Reina le ha insistido al presidente Petro, siguen a paso paquidérmico y así lo reconocen gremios preocupados en el Valle del Cauca. En un comienzo, cuando Juan Manuel Santos finalizaba su periodo presidencial en la Casa de Nariño, se fijaron 204 acuerdos para luego, en el gobierno del expresidente Iván Duque, establecer 176 con carácter prioritario. Se consideraron en 2019.
En esos análisis se visualizó la necesidad de casi 11 billones de pesos a lo largo de 10 años, a lo que en la Nación respondieron que la inversión disponible iba a ser de 1,6 billones.
El padre Reina mencionó, además, una obra que podría calificarse como un ‘elefante blanco’ sobre una tubería de 27 pulgadas que se quedó frenada y que requería casi 30.000 millones de pesos.
En el Gobierno Nacional le respondieron al padre Reina que el Estado se encuentra dispuesto a buscar la plata necesaria y que el PIEDB tiene todo su respaldo.
Comunidad de Ipiales. Foto:Archivo particular
Piden ayuda a Ecuador
Unos 10.000 habitantes de Ipiales reclaman agua potable. Han tenido que soportar todo un año sin el servicio, porque la bocatoma del acueducto cumplió su vida útil y las autoridades no lo advirtieron.
La gerente de la Empresa de Obras Sanitarias de la Provincia de Obando–Ipiales-Nariño (Empoobando), Ruby Chamorro, informó que los tres carros tanque disponibles van a los sectores afectados, según rutas y horarios establecidos.
Pero en Ipiales hasta sus bomberos sufren por falta de agua, pues carros tanque deben dirigirse a sitios de almacenamiento, a lo largo de un tramo de hasta dos horas. Para atender algunos incendios, en la institución han tenido que pedir auxilio a los bomberos de los municipios más cercanos, inclusive, a los de la localidad de Tulcán, en Ecuador.
Comunidad de Ipiales. Foto:Archivo particular
“Yo tengo dos hijas estudiando y me toca lavar sus uniformes con gotas de agua que traigo en un balde y hacer milagros para que me alcance para el almuerzo y el aseo de la casa”, dijo desconsolada y enfurecida Mariela, una ama de casa residente en el barrio Balcones de la Frontera.
“Queremos que nos garanticen el líquido vital. Yo tengo 63 años y no me parece justo que tenga que seguir sufriendo por conseguir el agua todos los benditos días”, aseguró Teresa Bravo, una pensionada, al tiempo que Graciela, empleada de un almacén de ropa exclamó: “Ya estamos cansados de que nos incumplan. No queremos más promesas, ya hemos cumplido un año sin agua y nadie nos resuelve nada”, sostuvo la mujer.
En la empresa Empoobando, que atiende a los 150 barrios de la ciudad, a través de un comunicado hizo un llamado especial al ahorro del líquido, pero a su vez, recordó: “La escasez de agua es una realidad que nos afecta a todos y juntos podemos hacer la diferencia”.
MAURICIO DE LA ROSA Y CAROLINA BOHÓRQUEZ
Corresponsales de EL TIEMPO
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